Anna Heringer: menos hormigón, más tierra

El Museo ICO dedica una monográfica a la arquitecta alemana

Madrid,

Entiende que sostenibilidad equivale a belleza y que ambos conceptos se traducen, en un edificio, en que su diseño y materiales se encuentren en armonía tanto con el entorno como con sus usuarios, respondiendo además al contexto sociocultural determinado en que se sitúe. No es por eso casual que el título de la muestra que, hasta mayo, el Museo ICO dedica a la alemana Anna Heringer, bajo el comisariado de Luis Fernández-Galiano, sea “La belleza esencial” y que se nutra de proyectos, asentados en Europa, Asia y África, en los que una y otra vez se vale de materiales y técnicas locales y recurre a la participación de las comunidades para asegurar el correcto equilibrio, en presente y en futuro, de esas construcciones.

Las inquietudes de la arquitecta, nacida en Rosenheim en 1977 y muy premiada por esa atención de sus obras a la naturaleza y a las sociedades a las que sirven, se resumen a la perfección en el llamado Manifiesto de Laufen, que impulsó junto a Andres Lepik y que lleva el nombre del pequeño pueblo donde creció. Reclaman en él que, ante las condiciones de vida indignas de muchas personas, es necesario definir arquitecturas alternativas que supongan tomas de postura frente a la explotación, el control y la alienación y adopten culturas de diseño más humanas. Son siete sus principios: colaborar mano a mano (con habitantes y comunidades, desde el respeto y la flexibilidad, para que los cambios sean duraderos); diseñar el trabajo (no solo el resultado final, sino también el proceso, con especial atención a esas técnicas y materiales no estandarizados y a modelos de autoconstrucción viables); desplegar la belleza (entendiendo que esta es una necesidad humana y no un complemento); identificar lo local (atendiendo a las condiciones geofísicas, las tradiciones constructivas y las jerarquías espaciales); comprender el territorio (considerando los ámbitos de impacto e influencia en varias escalas, más allá de las grandes ciudades y las zonas de alta densidad); educar a los proyectistas (a la hora de lograr cambios positivos para quien no vive en adecuadas condiciones y de salvar distancias entre diseño y construcción) y, por último, conformar la política (partiendo de las premisas anteriores, habrá que promover intercambios fructíferos entre ciudadanos, políticos, arquitectos y diseñadores e instituciones financieras).

La atención cuidadosa al largo plazo, como podemos atisbar, es otra de las claves de la carrera de esta autora: su primer proyecto lo desarrolló en la aldea de Rudrapur, en Bangladés, y se trató de una escuela rural en la que aún continúa trabajando, además de colaborando en diversas iniciativas para el progreso local, desde la consideración de que la mejor estrategia de éxito será confiar en los recursos disponibles y en su máximo aprovechamiento, en lugar de fomentar la dependencia de sistemas externos. También aboga por implicar, como decíamos, a las poblaciones, no solo para que sus arquitecturas respondan a las necesidades con que fueron planteadas, sino también como medio de extender una formación en técnicas tradicionales de construcción que permitan un mejor futuro a quienes las reciban.

Empleó en aquella escuela bambú y tierra compactada y, más adelante, llevaría a cabo otros proyectos en la misma localidad, como la Escuela Desi, las viviendas HOMEmade o el Edificio Anandaloy, concebido como espacio para la terapia de personas con discapacidad, anteriormente desatendidas en esta región. Frente a otros edificios de la zona con planta rectangular, destaca este último por sus curvas, que se plantearon como simbólico homenaje a la diversidad de quienes iban a frecuentarlo.

Anna Heringer. Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006
Anna Heringer. Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006. © Peter Bauerdick
Anna Heringer. Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020
Anna Heringer. Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020. © Kurt Hörbst

Dado que los textiles son en Bangladesh una fuerza impulsora de creatividad y de actividad económica, la presentación de algunos diseños en la exposición se apoya en varios realizados por mujeres de ese país que reproducen plantas y alzados; subrayó Heringer, con contagioso entusiasmo durante la presentación de esta muestra, que esta actividad permite que ellas puedan trabajar desde sus pueblos, sin electricidad ni demasiados medios, en piezas tan sencillas y baratas como hermosas, funcionales e imbricadas en la tradición, que además facilitan la división y transformación de espacios. Su labor constituye un valioso ejemplo de que se puede utilizar aquello que se tiene a mano para generar algo nuevo, sin parangón pero con raíces. Genera autoconfianza, explicó, el tomar conciencia de que aquello que se necesita no está lejos y de que contamos con el potencial para poner en marcha soluciones propias.

Anna Heringer. "Anna Heringer. La belleza esencial". Museo ICO
Anna Heringer. “La belleza esencial”. Museo ICO.

Con bambú, claro, también construyó en Baoxi (China) tres albergues, con núcleo de piedra, demostrando que es posible emplear materiales antiguos en procedimientos constructivos actuales para que los resultados respondan a nuestras aspiraciones. Su forma recuerda la de las lámparas características de ese país y, en cualquier caso, contrastan con el uso predominante del cemento allí: su consumo de ese material fue mayor que el de Estados Unidos en el siglo XX.

Recalca Heringer, al hilo de esta propuesta concebida para la Bienal de Longquan, que solemos asociar sostenibilidad y escasez cuando esos recursos naturales son fundamentalmente abundantes y, además, susceptibles de emplearse con creatividad.

Anna Heringer. Albergue en la Bienal de Bambú de Longquan, Baoxi (China), 2016
Anna Heringer. Albergue en la Bienal de Bambú de Longquan, Baoxi (China), 2016. © Jenny Ji

También en China, trabajó en 2014 en el proyecto (que no llegó a materializarse) del Museo de Cerámica Majiayao de Lintao, dedicado a la artesanía pintada de esa cultura, asentada en torno a la Ruta de la Seda. Se inspiró para sus diseños en las cuevas de la zona donde se conservaban las vasijas antiguas y planteó emplear arcilla en tejas, muros y suelos, considerando el museo no solo como lugar donde mostrar objetos, sino como espacio donde celebrar la creatividad y nuestros vínculos con lo arcaico.

Entre los proyectos africanos de la alemana, destaca, por su parte, el Campus Educacional Tatale, un centro de enseñanza sostenible en Ghana destinado a la formación en técnicas de construcción con adobe, tierra compactada y madera y también en agricultura, alimentación o economía doméstica. Se inspira en los patrones de las viviendas de la zona, fomentando el respeto al contexto cultural y la identidad.

En los últimos años ha trabajado especialmente en Europa. En su localidad natal levantó una casa de ayurveda, de diseño no rígido, empleando madera y tierra compactada, en su búsqueda de mecanismos para reducir al máximo la utilización de hormigón, acero, espumas o pegamentos; para la Catedral de san Pedro de Worms implicó a los vecinos en la realización de un altar colaborativo en el más humilde de los materiales, la tierra, y en la localidad austriaca de Vorarlberg se le deben dos significativos inmuebles: un monolito para los momentos de esparcimiento de los empleados de Omicron Electronics, en barro, y un espacio para el nacimiento y los sentidos; una acogedora cueva concebida para dar a luz y financiada por centenares de mujeres mediante crowdfunding. Sus materiales son tierra y cerámica vidriada.

Anna Heringer. Casa de huéspedes RosAna, Rosenheim (Alemania), 2015
Anna Heringer. Casa de huéspedes RosAna, Rosenheim (Alemania), 2015. © Gabrijela Obert

En espera de aprobación se encuentra, además, La Donaira, un proyecto de permacultura, cría de caballos y turismo rural que ha ideado para Montecorto, cerca de Ronda (Málaga). Allí se formaría a artesanos locales en la edificación con tierra de la zona, reinterpretando tradiciones constructivas; también funcionaría como complejo de ecoturismo y covivienda.

Bangladés iniciaba el recorrido de esta exposición… y lo cierra, porque otro de los lemas de Heringer es que la forma sigue al amor (en lugar de a la función, como enunciara Louis Sullivan). En una tienda solidaria podemos hacernos con productos tejidos por mujeres de Rudrapur; los beneficios se destinarán a la continuación de su actividad.

Anna Heringer. Birth Space, Frauenmuseum Hittisau, Vorarlberg (Austria), 2016
Anna Heringer. Birth Space, Frauenmuseum Hittisau, Vorarlberg (Austria), 2016. © Laurenz Feinig

 

 

Anna Heininger. “La belleza esencial”

MUSEO ICO

c/ Zorrilla, 3

Madrid

Del 9 de febrero al 8 de mayo de 2022

 

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