Alberto Fabra, persistencia óptica en los setenta

Alberto Fabra. L-44, 1971 Alberto Fabra. L-44, 1971

La Galería José de la Mano muestra una selección de obras del pintor argentino

Madrid, 28/11/2013

Hasta el próximo febrero, la Galería madrileña José de la Mano recupera para el público español la figura de Alberto Fabra, pintor bonaerense que vivió entre 1920 y 2011 y que, junto a Ramón Rogent, Javier y José Vilató Ruiz, artistas todos que bebieron del Fauvismo en sus composiciones, está considerado uno de los impulsores de la modernización del panorama artístico catalán a mediados del siglo pasado. No podemos decir que formaran estrictamente un colectivo, pero su labor resultaría fundamental para el surgimiento de Dau al Set.

Alberto Fabra. M-23, 1972

Alberto Fabra. M-23, 1972

Junto a los Vilató, Fabra se trasladó a París en 1945, allí se interesó por la figuración lírica nacida tras el postcubismo y regentó junto a Pierre Prévert, hermano del poeta, el cabaret-teatro La Fontaine des quatre Saisons, espacio pionero del burlesque. Ya en los sesenta retomó su actividad como pintor, plasmando en sus obras el Alto Ampurdán y llevando a cabo bodegones y paisajes verticales de composición abigarrada y colorida.

Entre los cuarenta y aquella década de los sesenta el retrato fue uno de los géneros que más cultivó, pero tras sus exposiciones en Réalités Nouvelles y su amistad con Pierre Soulages abandonó la figuración para encontrar su inspiración en el fenómeno de la percepción. Entrado en la cincuentena y residiendo en la capital gala, Fabra se sumergió de lleno en el arte cinético, se aproximó al Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV), compuesto en su mayor parte por creadores argentinos como él, y trató de contribuir a la desmitificación de la obra de arte y del proceso creativo apostando por piezas de carácter múltiple y elaboración colectiva ajenas a cualquier sentimentalismo, como se ve ya en los títulos. Quizá por lo radical de sus postulados en la época, el GRAV no superó los ocho años de vida.

Alberto Fabra. N-33, 1973

Alberto Fabra. N-33, 1973

No obstante, su poética perviviría en la obra de Fabra, que participó como artista invitado en varias exposiciones de POSITION, el grupo que le sucedió, y años más tarde, a finales de los setenta, mostraría en Barcelona el resultado de sus investigaciones en torno al op art y el cinetismo.

Según Daniel Giralt-Miracle, la obra de Alberto Fabra se convirtió en cinética a consecuencia de un largo recorrido técnico y estilístico que tuvo sus orígenes en el cubismo… Alberto Fabra es de los que cree que el arte óptico es algo más que una complicación de trucos visuales, de “trompe l’oeil” o de juegos de oftalmólogo. Cree en una de las leyes subjetivas de la percepción, comunes a todos los seres humanos y a su aparato psicofísico. Es por eso que acepta la teoría gestáltica de el “isoformismo” que nos dice que “toda forma física cree en el sistema nervioso una forma biológica”. Cree, como Rudolf Arnheim, en la inteligencia de la percepción visual, cree que esta no es un registro pasivo del material que nos atrae la vista, sino un estimulante activo de la mente. Delante de sus cuadros nos damos cuenta que hay algo más que un movimiento visual o muscular, hay un auténtico reto o provocación a la inteligencia. Por eso, con elementos tan esenciales consigue composiciones seriales de gran atractivo.


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