Albers y Morandi, nuevo diálogo de dos clásicos

David Zwirner relaciona en Nueva York bodegones y homenajes al cuadrado

Nueva York,

Según la célebre definición de Italo Calvino, los libros clásicos son los que nunca han terminado de decir lo que tienen que decir. En el arte, el adjetivo puede aplicarse sin dificultad a los dos autores, de lecturas nunca acabadas, que la sede neoyorquina de David Zwirner ha reunido en su primera exposición del año: Josef Albers y Giorgio Morandi; el propósito es invitarnos a explorar las afinidades y contrastes formales y visuales de estos artistas, que compartieron generación (y preeminencia en Europa y América en la etapa central del siglo XX), pero trabajaron desde muy distintos lenguajes.

A ambos los unió su investigación a fondo y durante décadas de motivos que singularizaron sus producciones: desde 1950 y hasta su muerte en 1976, Albers desarrolló infinitas combinaciones cromáticas y efectos perceptivos en cuadrados superpuestos, mientras Morandi, en sus bodegones íntimos y en ocasionales paisajes, ahondó en la memoria de los objetos y los espacios cotidianos.

“Albers y Morandi: Never Finished”, que así se titula la muestra, pone en diálogo su tratamiento del color y la forma y su uso de la serialidad. A partir de las impresionantes paletas suaves de las naturalezas muertas del italiano, sus vasijas y jarrones humildes, y de la serie seminal de Albers Homage to the Square, se subraya cómo la devoción de ambos por el trabajo diario y minucioso les permitió, desde sus muy dispares enfoques, resaltar el poder del color y las infinitas posibilidades de sus respectivos motivos visuales. Partiendo de parámetros figurativos o abstractos, los unió su intensidad estética y su profundo compromiso con las formas; ya dijo Morandi que uno puede viajar por el mundo y no ver nada. Para lograr la comprensión es necesario no ver muchas cosas, sino mirar con atención lo que se ve.

Las conexiones de sus respectivas exploraciones con el color salpican el recorrido del proyecto: ambos desarrollaron un entendimiento novedoso de cómo la cantidad e interacción de los tonos podían generar composiciones distintivas y visualmente vibrantes en el trabajo seriado. Lo ha señalado Heinz Liesbrock, director del Josef Albers Museum Quadrat Bottrop, a propósito de la exposición: Cualquiera que se ponga en contacto con las imágenes de Morandi y Albers descubre rápidamente la importancia central del color en la constitución de su cosmos pictórico. Para Morandi, el color define las formas y el espacio, es decir, diferencia ambos planos y al mismo tiempo los acerca… Los campos de color de Albers, en cambio, aunque están linealmente definidos y por tanto parecen claramente separados entre sí en la imagen individual, se funden entre ellos en el proceso de ver, formando nuevas conexiones y, por lo tanto, difuminando los niveles de superficie y espacio.

En David Zwirner el color pasa a ser un lenguaje compartido y trascendente a través del que obras de estéticas muy divergentes dialogan. Un pequeño recipiente azul aislado ante un fondo grisáceo blanquecino, en Natura morta (1959), de Morandi, parece reiterar el estatus del cuadrado más externo, de color azul cerúleo, en uno de los Homages de Albers. Y un rico bermellón encerrado dentro de un cuadrado de tonos amarillos del alemán (1954) podría hacerse eco del rojo siena de un recipiente en una temprana pintura del italiano: Fiori (1915). Asimismo, el modo en que los cuadrados de Albers se proyectan o retroceden visualmente en función de sus relaciones recuerda a los nexos que el italiano establece entre los elementos cotidianos de sus composiciones a partir del color, la forma y el tamaño.

Además, los emparejamientos en la muestra ponen de manifiesto cualidades sorprendentes e inesperadas en el legado de cada artista: a la luz de los bodegones de Morandi, las composiciones lineales y estructuradas de Albers revelan una sensualidad pictórica y táctil, quizá siempre presente pero menos evidente que en este diálogo. Y la determinación del italiano en la observación de lo cotidiano se advierte más a fondo cuando sus flores y vasijas descansan junto a cuadrados superpuestos de proporciones muy estudiadas. Del de Bolonia se exhiben, además, refinados grabados.

“Never Finished” se ha articulado a partir de dos exhibiciones duales de estos artistas que se presentaron ya en 2005: la que fue la mayor muestra de Albers en Italia, expuesta en el Museo Morandi, y ” Giorgio Morandi: Landschaft”, exhibición dedicada a sus paisajes en el citado Museo Josef Albers Quadrat Bottrop. A partir de sus conexiones, se incide en la importancia de cada uno para la historia del arte contemporáneo y en su gran relevancia para los creadores de hoy.

 Giorgio Morandi, Natura morta, 1953
Giorgio Morandi. Natura morta, 1953

 

“Albers and Morandi. Never finished”

DAVID ZWIRNER GALLERY

537 West 20th Street

Nueva York

Del 7 de enero al 3 de abril de 2021

 

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