Tras su extensísima muestra en 2009 en el Museo del Prado y la itinerancia de sus Visiones de España con un éxito que desearía cualquier cantante juvenil, podía parecernos que pocos secretos nos deparaba ya Joaquín Sorolla. Pero alguno quedaba: no éramos conscientes de hasta qué punto el pintor de la luz, el mar y la infancia despreocupada se sintió atraído por los jardines, sobre todo por los patios y vergeles árabes de Andalucía, como los del Alcázar de Sevilla o la Alhambra granadina, que pintó una y otra vez.
Aquella pasión la volcó cultivando el suyo propio en el jardín de su casa, el museo que lleva su nombre en Madrid, pero fue probablemente viajando por el sur cuando descubrió las posibilidades de la botánica como motivo pictórico, en paralelo a artistas contemporáneos que, como Monet o Caillebotte, compartieron tal devoción por la jardinería que pasaron de observar y recrear jardines a formarse para crear los suyos (y pintarlos después).
Tras su paso por CaixaForum Sevilla, ahora recala en el Centro Cultural Bancaja de Valencia la muestra “Sorolla. Un jardín para pintar”, que nos permite conocer cómo el artista disfrutó combinando arquitectura y vegetación, recreándose en las tonalidades de las flores, representando el caer del agua en las fuentes y sugiriéndonos el sonido de su gorgoteo o reflejando su quietud en las albercas.
Fue en 1910, cuando frisaba los cincuenta, cuando Sorolla decidió construir un jardín en su casa madrileña, y concibió el diseño a conciencia: lo planteó como vergel mediterráneo, con ecos hispanoárabes y del Renacimiento italiano y distribuyendo sus espacios para acoger reuniones sociales y también momentos de intimidad. Algunas obras del Sorolla tardío reflejan el cariño que le profesó.
Tanto ese jardín propio como el resto de los que pintó –en paralelo a las citadas Visiones de España– pueden deleitar a cualquier botánico: representó especies típicamente mediterráneas y subrayó la exuberancia de sus colores al sol: mirtos, naranjos, cipreses, limoneros, laureles, adelfas, jazmines o azahar se convirtieron en protagonistas de lienzos que atrapan la vista por su sensualidad, pero Sorolla también se fijó en la flora característica de las zonas de sombra o del clima atlántico: camelias, azaleas, rododendros…
Son 120 las obras que podemos ver en Bancaja y los óleos se completan con bocetos, dibujos, esculturas, azulejos y fotografías que han sido cedidas, en su mayor parte, por el Museo Sorolla, pero también por el Museo de Bellas Artes y el Ayuntamiento valencianos, la Hispanic Society, el Museo Carmen Thyssen malagueño y varias colecciones particulares.
La muestra coincide con el décimo aniversario de la remodelación del Centro Cultural de la institución, ha sido organizada en colaboración con la Obra Social La Caixa y el Museo Sorolla y puede visitarse hasta marzo.
“Sorolla. Un jardín para pintar”
Plaza de Tetuán, 23
Valencia
Del 7 de noviembre de 2017 al 19 de marzo de 2018
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2 respuestas a “Sorolla: la paz era un jardín”
Maria Teresa Cosano Fernandez
Después de Sevilla y Valencia, viene la exposición a Madrid?.
Muchas gracias.
masdearte
Hola María Teresa. No está previsto, pero como muchas de las obras proceden del Museo Sorolla, seguramente puedas verlas más adelante allí. Saludos.