Fue una de las mejores noticias que os dimos en 2014: Soledad Lorenzo cedió al Museo Reina Sofía (en depósito durante cinco años prorrogables y con promesa de legado) casi 400 obras de su colección pertenecientes a unos noventa artistas, españoles en su mayoría. Se trataba del depósito más importante realizado hasta entonces a un museo de nuestro país, tanto por el número de piezas como por su calidad y la relevancia de sus autores. Algunos de ellos ya se encontraban representados en los fondos del museo, otros no, y en cualquier caso contribuirán a completar y enriquecer sus fondos de arte actual.
Desde entonces, en estos tres años, el MNCARS ha trabajado en el registro y la catalogación de las obras, también en la restauración de algunas de ellas y, a partir de mañana y durante dos meses presenta sesenta, todas de autores españoles y la mayoría basadas en la geometría, en la muestra “Punto de encuentro”, comisariada por Salvador Nadales y Manuel Borja-Villel en estrecha colaboración con la galerista.
Para Borja-Villel, que ha calificado esa cesión a una institución pública como ejemplarizante, estos trabajos no solo reflejan una etapa del arte español, sino también el quehacer de una coleccionista fundamental como Soledad, aunque ella no se defina así sino como una galerista interesada en apoyar a sus artistas y generar comunidad con ellos. Por eso, tanto en el conjunto de obras cedidas como en las que integran “Punto de encuentro” veremos cómo es fácil entablar relaciones y diálogos y cómo en algunos casos, sobre todo en el de los artistas vascos (Ana Laura Aláez, Pello Irazu, Badiola), que han trabajado codo con codo, llega incluso a hacerse difícil diferenciar la autoría sin mirar las cartelas.
La decisión de presentar la colección de Lorenzo en dos muestras, y no solo en una, se debe a una voluntad de no monumentalizar las piezas, recordando su origen y dando lugar a exposiciones más íntimas. Sabemos que el segundo capítulo de este proyecto llegará en diciembre, se centrará en la figuración y se abrirá a creadores internacionales como Tony Oursler, Julian Schnabel, George Condo o Eric Fischl.
Esa articulación de ambas exhibiciones en torno al arte abstracto y el figurativo -sin estrecheces- tiene asimismo relación con el carácter coherente y a la vez muy personal de estos fondos: Soledad Lorenzo no adquirió en base a obsesiones por artistas u obras concretas, pero sí podemos encontrar en su colección líneas de fuerza que la cohesionan: en el caso de “Punto de encuentro” predominan las pinturas centradas en el estudio de la estructura de este medio y las posibilidades de su composición geométrica, aunque también encontraremos vídeo, fotografías originales por su enfoque o su tratamiento de la luz y esculturas que dialogan con los lienzos.
Partiendo de clásicos como Palazuelo y sus geometrías lineales o Tàpies y su más que expresiva Estora (con ambos Lorenzo mantuvo una relación de estrecha complicidad), la exposición se adentra a continuación en la producción de autores de generaciones más cercanas. El criterio adoptado para su selección, según ha explicado Nadales, ha sido, además de sus nexos con el conjunto, el de que hubieran trabajado con Soledad en su galería, y ese factor se tendrá igualmente en la cuenta en la segunda exhibición, que se llamará “Cuestiones personales”.
Las indagaciones con la geometría de ambos maestros se confrontan en el Reina Sofía con las secuencias de Soledad Sevilla con la línea como origen y los ecos del constructivismo en los proyectos, entre la escultura y la instalación, de Ángeles Marco.
Como no podía ser de otro modo, comparte sala el llamado Grupo Vasco de renovadores de la escultura a los que Soledad apoyó de forma muy directa (Badiola, Irazu y creadores más jóvenes que siguieron su estela, preocupándose cada vez más por la cuestión de la percepción, como Prego, Euba o Aláez). Y, como contrapunto, no lejos se exhiben pinturas de Pérez Villalta y Jerónimo Elespe que a priori poco tienen que ver, por figurativas, con el resto de las piezas expuestas, pero que comparten con ellas su análisis del espacio, aunque lo planteen desde ciertas referencias clásicas o simbólicas.
Los trabajos de Manglano-Ovalle y Perejaume vinculan paisaje, arquitectura y escenificación, cotidianeidad e intriga, y la muestra finaliza presentando pinturas de pequeño formato y muy depuradas de Juan Uslé y obras conceptuales de Adrià Julià que prueban la apertura de los intereses de Lorenzo hacia los nuevos medios.
La galerista ha confesado en la presentación de “Punto de encuentro” que nunca imaginó vivir un día como el de hoy, precisamente porque nunca se ha sentido coleccionista sino amiga de los artistas, una interesada por la inteligencia de la mirada. Y su emoción era visiblemente sincera: ha contado que, junto a su familia y su contacto con la muerte (es fácil encontrar en Google sus circunstancias vitales), el arte le constituye, y que le ha hecho muy feliz. Por eso, porque estas obras forman parte de su propia historia, no quiso venderlas sino ponerlas a disposición de “todos los españoles”, y no considera que esta sea una decisión generosa, sino inteligente.
Para Lorenzo, ser galerista es estar en contacto con el talento en directo y desde la cercanía, una suerte, un privilegio y un camino para educarse a uno mismo y amar la vida: “a la galería entraba una persona y salía un amigo”. El desarrollo de su carrera le ha dado, dice, una vivencia muy lejana a la consideración del arte como mera actividad ornamental que concede prestigio a quien se le acerca, porque la mirada es el más emocional de los sentidos.
“Punto de encuentro”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA
c/ Santa Isabel, 52
Madrid
Del 26 de septiembre al 27 de noviembre de 2017
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