Por y contra las carnes de Renoir

El 15 de marzo Exhibition on Screen estrena en España su documental

Filadelfia,
Renoir. Venerado y denigrado. Desde la Fundación Barnes de Philadelphia
Renoir. Venerado y denigrado. Desde la Fundación Barnes de Philadelphia

El próximo documental dedicado a un artista que nos ofrecerá Exhibition on Screen llegará a las pantallas el próximo martes, 15 de marzo, y estará dedicado a uno de los pocos artistas – quizá el único – capaces de suscitar manifestaciones (con pancartas) en su contra un siglo después de su muerte: Pierre-Auguste Renoir.

Entre sus más fervientes valedores figura el químico y coleccionista Alfred Barnes, alma de la Barnes Foundation de Philadelphia, que lo convirtió en su pintor favorito y atesoró los mayores fondos del francés a nivel internacional. Prestó especial atención además al periodo más desestimado de la producción del artista: su última etapa, en la que abandonó (hasta cierto punto) el Impresionismo para centrarse en la realización de desnudos femeninos que unos califican como ricas experimentaciones y otros como imágenes repetidas e insignificantes de cuerpos que parecen encontrarse en estado de descomposición.

En el documental, que ha podido verse esta tarde en el Museo Thyssen-Bornemisza, participan profesionales de la Barnes Foundation (allí se ha filmado en su mayor parte), periodistas y críticos favorables y contrarios a Renoir e incluso el propio público de esta institución.

Se recorre su biografía y su evolución artística, incluyendo fragmentos de escritos de Jean Renoir sobre su padre, porque el cineasta fue también su biógrafo. El Louvre fue su verdadera universidad, como para tantos creadores de su época, pero a diferencia de muchos de ellos, Renoir trató de encontrar una voz propia escapando, hasta donde pudo, de la influencia, extraordinaria entonces en muchos autores, de Manet y Courbet.

Cuando la crítica les acusó, a él y a otros de su generación, de revolucionarios, y de tratar de subvertir la pintura, Renoir reaccionó buscando llegar a lo que llamaba público real, porque –decía- “los críticos han estado siempre equivocados”. Nos encontramos, por tanto, ante un artista que piensa en su supervivencia tanto o más que en su obra y que pretendió desde sus inicios abrirse mercado.

Uno de los expertos consultados aporta la que puede ser una de las claves a la hora de intentar comprender con cierta objetividad a Renoir: quizá nuestra experiencia de contemplación de sus pinturas, sobre todo de las finales, esté condicionada por un exceso de simplificación en nuestra mirada, y debiéramos intentar situarnos en su contexto y tratar de entender lo que aquellas obras, en apariencia banales, significaron tanto para su autor como para su tiempo.

Unos califican sus desnudos como ricas experimentaciones; otros como imágenes repetidas e insignificantes de cuerpos que parecen encontrarse en estado de descomposición

Significativamente, a Barnes le encantaba Renoir pero no mantuvo esa querencia por el resto de los impresionistas: para el americano, el pintor de Limoges fue el gran defensor de la modernidad artística cuando esta se contemplaba como una amenaza. Admiró su interés por representar vidas reales de gentes reales y su proceso intuitivo de trabajo, proceso que garantizaba, en su opinión, que sus obras no se convirtieran en meros productos. Trabajaba rápido, dejando que las imágenes emergieran de sus lienzos, y la repetición de sus temas se debió a su pasión por redescubrir el mundo una vez y otra vez y por celebrar lo doméstico. Precisamente Renoir dejó de lado el Impresionismo cuando pensó que el movimiento había quedado estancado en lo efímero y en el reflejo de la apariencia.

Quizá el gran valor del documental sea la variedad de opiniones que recoge: la de los partidarios de Renoir y la de sus detractores, cuyas posturas, hay que reconocerlo, se relajan mucho al final.

Atendiendo a los números, es posible que Renoir haya sido el pintor que más mujeres ha retratado, pero más allá de eso, las de su última etapa resultan para muchos disponibles en demasía, casi objetos para el goce visual. El pintor estudió con ellas el exceso: no buscó representar cuerpos femeninos ni reales ni ideales sino sexualizados y pasivos.

Otros lo defienden desde la idea de que le interesaba la plasmación de la piel, no solo en su vertiente erótica, también como escenario para la experimentación y la evocación de texturas. Quienes opinan así creen que no encontramos ante desnudos de una pureza sin igual que inciden en los vínculos entre el cuerpo femenino y la naturaleza y que, por su distorsión, inspiraron a Matisse y a Picasso.

Para tomar postura o, a lo mejor, cambiar la que ya tengáis, nada como ver el documental desde el día 15. Se titula “Renoir. Venerado y denigrado. Desde la Fundación Barnes de Philadelphia”.

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