Fauvismo

El Salón de Otoño de París acogió en 1905 la aparición de una nueva tendencia pictórica: el Fauvismo. Fue el crítico Louis Vauxcelles quien aplicó la denominación de fauves (fieras) a un grupo de artistas que colgaron cuadros en dicha exposición. En rigor, carecían de programa artístico, pues su lema era “rebeldía contra todo”.

Imponen la independencia del color que antes habían defendido Van Gogh y Gauguin y dibujaban con líneas gruesas de color. Tal es su sentido de independencia, que el colorido de una línea va cambiando, de suerte que en una misma figura puede haber partes de un color y partes de otro.

Se prescinde de la armonía clásica, ya que los colores destacan por su estridencia, y los artistas practican el apasionamiento en torno a un tema sin descuidar el “agradar al espectador”. Según Matisse, la composición es el arte de arreglar de modo decorativo los diversos elementos de que dispone un pintor para manifestar su sentimiento.

Proponen la autonomía de la pintura: el cuadro para los fauvistas tiene su lógica interna y es independiente de referencias ajenas a su propia materialidad; la luz suele desaparecer, y con ella la profundidad. Las composiciones responden a un plano único, a la manera de Gauguin.

Los temas son los mismos que los del Impresionismo: paisajes, naturalezas muertas con abundancia de formas, personajes en habitaciones, perspectivas amplias, etc.

Sus principales representantes son Matisse, Albert Marquet, Derain o De Vlaminck.