Coincidiendo con el centenario del nacimiento de De Stijl, el Gemeentemuseum de La Haya abrió al público el sábado pasado una extensísima retrospectiva de Mondrian que ilustra etapa a etapa su carrera y que se nutre de los vastísimos fondos que este centro posee del artista, los más completos del mundo. Se exhibe, de hecho, su colección del pintor al completo (tres centenares de obras), de ahí que la exposición lleve el significativo título de “The Discovery of Mondrian”.
Además de sus pinturas, el Gemeentemuseum exhibe cartas, fotografías y algunos objetos personales, incluyendo su colección de discos, así como una recreación de su estudio parisino en tamaño real.
El talento para el dibujo del holandés comenzó a desarrollarse a edad temprana, y tras graduarse en la Rijksacademie, la Real Academia de Bellas Artes de Ámsterdam, en 1895, pronto se hizo un nombre como paisajista. Practicó esa faceta en Uden y Domburg, donde se sintió liberado de la tradición y experimentó con una paleta y un lenguaje formal distintos a los aprendidos. Desarrollaría composiciones alegres y vibrantes dedicadas a molinos de viento, manzanos, catedrales y paisajes de dunas, pero aún ensayando esa placidez pronto manifestó Mondrian su deseo de explorar nuevos enfoques más apropiados para la pintura del s. XX.
Cuando tenía 39 años, en 1911, decidió dar un rumbo casi radical a su vida y también a su arte. Abandonó Ámsterdam, rompiendo un compromiso matrimonial y abandonando amistades, y se instaló en París, en cuya esfera artística entonces efervescente quiso probar suerte.
Allí conoció y compartió inquietudes con artistas, pensadores y escritores que buscaban nuevos y más modernos canales creativos. Fue su encuentro con Picasso y el Cubismo su mayor impulso en la tarea de encontrar un lenguaje propio más próximo a la abstracción, reduciendo lo real y visible a su esencia absoluta: un arreglo rítmico de planos y colores, líneas horizontales y verticales que acabarían dando lugar a su producción más madura, la neoplástica.
Hubo un lapso en su residencia en París: el motivado por la I Guerra Mundial. En aquel tiempo, y de nuevo en Holanda, conoció a Bart van der Leck y Theo van Doesburg. En 1917, junto a ellos y un grupo de jóvenes arquitectos y artistas, fundó la revista De Stijl, que, hasta 1924, le serviría de plataforma para difundir el neoplasticismo, su opción para representar las verdades absolutas del universo. La pintura de Mondrian se expresaría desde entonces exclusivamente a través de planos de colores primarios y líneas rectas. Cuando en 1925 Van Doesburg introdujo la diagonal en sus composiciones pictóricas, Mondrian decidió distanciarse definitivamente del colectivo.
Posteriormente colaboró con el grupo Cercle et Carré, fundado en 1929 por Michel Seuphor, y en 1931 se unió al grupo Abstraction-Création de Auguste Herbin.
En la capital francesa permanecería Mondrian hasta 1938, cuando ante la proximidad de la II Guerra Mundial y la condena nazi de su obra como arte degenerado, huyó a Londres. Allí contó con la ayuda de Naum Gabo y Ben Nicholson a la hora de encontrar un apartamento en Hampstead, apartamento que el artista transformó rápidamente en un espacio a su estilo. El ambiente británico fue inspirador para él, en todos los sentidos.
Como en Ámsterdam y París, Mondrian compaginó su actividad pictórica con una intensa vida social: sabemos que salía a bailar a clubes de jazz junto a Peggy Guggenheim y Virginia Pevsner, y que le encantaban los personajes de Disney (Walt acababa de alumbrar entonces su primer corto de animación, Blancanieves y los siete enanitos).
Pese a la buena acogida que el Reino Unido le dio y sus oportunidades para exponer en las principales galerías londinenses, el terror de la guerra le llevaría a un nuevo traslado solo dos años después: esta vez a Nueva York. Mondrian tenía ya 68 años y fuerzas para descubrir una metrópolis nueva y dejarse llevar, no solo físicamente, por el Boogie Woogie.
Su disfrute a fondo de la experiencia se materializó en una de sus obras maestras: Victory Boogie Woogie, que inició en 1942 y todavía permanecía inacabada en su caballete cuando murió en 1944.
En América su estilo perdió la rigidez anterior, influido por la vida nocturna de su nuevo entorno, los rascacielos y el jazz, y adquirió un ritmo más vivo.
La de este verano será la primera muestra en la que el Gemeentemuseum exponga al completo su colección de Mondrian, una oportunidad única dado que parte de las obras apenas se exhiben por considerarse demasiado frágiles para mostrarse durante periodos prolongados, tampoco para prestarse.
A la muerte del pintor en 1944, la prensa estadounidense ya le consideraba uno de los más grandes artistas del s. XX -y eso que este siglo no había alcanzado su mitad-, por su concepción de que el arte debía ser representado a través de la línea recta y los colores puros como símbolo de la expresión del orden cósmico.
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