1760 metros es la extensión de la playa del Algarrobico, en el Cabo de Gata almeriense, para todos familiar desde que, hace más de quince años, se ordenase la demolición del enorme hotel que llevaba su nombre, un complejo situado casi al borde del mar y excavado en la misma roca natural del lugar. La construcción fue declarada ilegal, pero aún sigue allí, aunque sin terminar, y puede ser vista desde cualquier punto de esos casi dos kilómetros de playa.
Este paisaje transformado ha llevado a Llorenç Ugas a continuar profundizando en los condicionantes de nuestra mirada individual sobre la naturaleza hoy, senda que ya adoptó en proyectos posteriores, y en algún caso simultáneos, a los que dedicó a los no-lugares urbanos. Como os contábamos con motivo de su muestra “Lugares al borde de la nada“, presentada hace unos meses en el Museu de Porreres, le interesa al fotógrafo encontrar y definir tipologías paisajísticas en las que quede patente la huella humana en el entorno natural y también subrayar el poder magnético de aquellos espacios de los que aún no nos hemos apoderado. Desde diversos enfoques, aproximándose más a los objetos o a la posibilidad de archivar acontecimientos, ha abordado esos asuntos en series como En ningún lugar. 28 de Julio de 2012, Between the line, Es Trenc o la más reciente 24 paisajes vacíos y un mapa que los sitúa en ninguna parte.
Hasta el próximo 8 de febrero, Ugas presenta en el Centro de Lectura de Reus (Tarragona) “1760 metros”, exposición en la que su estudio en relación con el impacto de ciertos desarrollos urbanísticos sobre el paisaje y sobre nuestra percepción del mismo toma un escenario muy concreto: el de la citada playa del Algarrobico. Plantea el artista cómo la actividad humana en espacios como este dota de una identidad muy concreta a lugares que antes podríamos considerar anónimos, una identidad impuesta que transforma esos enclaves en centros de atención colectivos a los que nuestra mirada o uso dará un carácter en todo distinto al que originalmente mantenían.
Ese uso o abuso de la naturaleza, la proyección sobre ella de las necesidades y deseos humanos, se intensificó, evidentemente, durante la etapa de la burbuja inmobiliaria, y el Hotel Algarrobico es uno de sus ejemplos más obvios, aunque el tiempo y nuestra insistencia en colonizar espacios vacíos la han convertido en consecuencia emblemática de un desarrollo urbanístico cuyos planteamientos no se han dejado permear por los principios de la sostenibilidad, sobre todo en las zonas costeras y en el Mediterráneo. Las modificaciones han sido allí a menudo profundas e irreversibles y sobre ellas, sobre nuestra supuesta necesidad como especie de ocupar y transformar entornos naturales, nos invita a reflexionar Llorenç.
El entorno del Cabo de Gata, donde venía siendo posible experimentar para los más atentos a los sonidos de la naturaleza ecos ancestrales, telúricos, nació de la erosión producida por el viento y el mar; en su misma playa encontramos arena fina y gruesa y desniveles que continúan remitiendo a los ciclos de la naturaleza, a lo que aún no nos es dado controlar. Quizá esta playa fuera uno de los paisajes más propicios a la comunión humana con el paisaje para el que sabe tener los sentidos abiertos a la experiencia… salvo la vista.
Mirar supone encontrarse con aquel hotel, que tras una maraña de juicios y recursos, continúa allí como el dinosaurio del cuento. El impacto de la mole sobre la playa es evidente, no solamente a nivel visual: el espacio queda alterado, bloqueado por lo inconexo y lo descontextualizado. El del colosal Algarrobico es un caso paradigmático de estas situaciones, y además ilegal, pero no siempre es así: se han dado casos, no tan exagerados pero semejantes, en los que vastos edificios al borde del mar sí cumplían con los requisitos y continúan transformando nuestra visión, nuestra experiencia de las playas y, sobre todo, su identidad natural.
En Reus podemos ver imágenes pertenecientes a dos series de Ugas, en las que viene trabajando simultáneamente en los últimos años y que ha hecho confluir en las coordenadas del cabo de Gata tras diversos viajes por la península: Blacklandscape, en la que ha documentado lugares profundamente transformados por la mano humana y ha explorado sus relaciones actuales con el entorno geográfico donde se encuentran, y Landscape experience, en la que ha querido convertir en imagen su experiencia del paisaje en esos entornos que hemos hecho frágiles, normalmente recortando parte de su belleza. Precisamente el recorte, el borrado azaroso de ciertas partes de la imagen, nos sitúa ante el eje de su mensaje: nuestra actual percepción de esos lugares no es la que era, es ahora incompleta, solamente intuitiva.
Como en algunas de sus exposiciones anteriores, de “1760 metros” también forman parte obras realizadas con materiales tomados del paisaje: en este caso encontraremos una pieza de suelo con escombros del hotel almeriense, formando un inventario que altera nuestro tránsito por la sala y modifica también nuestra visión de las fotografías, replicando el efecto que su construcción ocasiona en la playa, y también una piedra que Ugas recogió de la playa y pintó de negro con spray. En sus palabras, la pintura negra borra cualquier pista que nos pueda decir cómo era el color original de la piedra, o de las que estaban a su alrededor, de manera que la experiencia de la propia pieza también queda incompleta.
Llorenç Ugas Dubreuil. “1760 metros”
Carrer Major, 15
Reus
Del 18 de enero al 8 de febrero de 2019
