Lewis Baltz, paisaje sin aditivos

La Fundación MAPFRE presenta su primera muestra en España

Madrid,
Lewis Baltz. Piazza Pugliese, de la serie Generic Night Cities, 1992. Colección del Stedelijk Museum, Ámsterdam © The Lewis Baltz Trust
Lewis Baltz. Piazza Pugliese, de la serie Generic Night Cities, 1992. Colección del Stedelijk Museum, Ámsterdam © The Lewis Baltz Trust

Los lugares de Lewis Baltz no son exactamente no-lugares, escenarios de paso, sino más bien huellas de la intervención humana en el paisaje, normalmente no muy afortunada. Urbanizaciones en medio de la nada, descampados, paisajes deshumanizados y desnaturalizados producto de la especulación… hablan de la preocupación de este fotógrafo por las naturalezas que quizá un día fueron bellas pero que han perdido su romanticismo para convertirse en crudas estampas, de la mano del tiempo y del hombre (que nunca aparece en su obra).

A Baltz – que alcanzó notoriedad al formar parte, en 1975, de la muestra “New Topographics” junto a Shore, los Becher, Robert Adams o Nicholas Nixon – le dedica ahora su primera exposición en nuestro país (también la primera retrospectiva tras su muerte en 2014) la Fundación MAPFRE. En su Sala de Bárbara de Braganza podemos contemplar cerca de cuatrocientas de sus imágenes y repasar su evolución desde sus primeras series en blanco y negro de los sesenta y los setenta hasta su obra última en color. Si algo llama la atención en ese recorrido es su coherencia, su análisis de un paisaje que el artista entendía como prueba de la nula vigencia del sueño americano, pero precisamente por la persistencia en sus intereses destacan series en las que exploró nuevos lenguajes, como Nuit o Venezia Marguera.

En línea con las teorías filosóficas de la etapa en la que comenzó a trabajar (la década de los sesenta), Baltz concibió la fotografía como bastante más que un medio de expresión: la entendía como camino de conocimiento y herramienta de investigación. Por eso forma y contenido discurrieron en su producción por terrenos muy distintos entre sí: en lo que respecta al estilo no abandonó la fotografía directa, porque sus métodos le permitían volcarse en la reflexión sobre los contenidos, en la realización de un imaginario que plasmase su pensamiento conceptual.

De origen californiano, Baltz no tuvo demasiadas dudas sobre su vocación: comenzó a fotografiar a los doce años, animado ya entonces por William Current, que sería su mentor. Admiró a Robert Frank y Edward Weston (sobre todo del primero podemos apreciar una clara influencia en su trabajo) y sus primeras imágenes, tomadas siendo aún estudiante, pudo exponerlas en 1971 nada menos que en la galería de Leo Castelli. Se trataba de las series Prototype Works y The Tract Houses.

Baltz concibió la fotografía como bastante más que un medio de expresión: la entendía como camino de conocimiento y herramienta de investigación

Cuatro años después llegaría su participación en la citada muestra “New Topographics”, en la que las imágenes de Baltz daban cuenta de su visión crítica, aguda y absolutamente contraria a la idealización del paisaje estadounidense. No dirigió su mirada hacia los parques nacionales ni los escenarios naturales más o menos intactos, sino hacia los paisajes manoseados y desgastados de las ciudades en proceso descontrolado de crecimiento, absolutamente ocupadas y absolutamente excluyentes de cualquier obstáculo al acelerado ritmo de vida urbano.

Aquellas ideas sobre el paisaje de su país, quizá menos edulcoradas de las ya de por sí objetivas visiones del resto de los fotógrafos participantes en aquella exposición, las desarrollaría Baltz en el resto de las series en las que trabajó en los setenta y los ochenta: New Industrial Parks near Irvine, California, Maryland, Nevada, Park City, St. Quentin Point, Continuous Fire Polar Circle, Near Reno y Candlestick Point. Todas ellas se componen de pequeñas imágenes en blanco y negro que disponía en cuadrículas.

El mayor cambio en la trayectoria de Baltz llegó en 1989. Se trasladó a Francia y, sin dejar de abordar las relaciones entre urbanismo y poder – opinaba el artista que el primero suponía la materialización del segundo –, quiso investigar también hasta qué punto la creciente influencia de los medios de comunicación motivaba que estos mismos medios pudiesen iniciar cambios sociales, y no solo dar cuenta de ellos. La consecuencia de ese nuevo rol sería que produjesen hiperrealidad y que, para el espectador, sea difícil distinguir lo simulado y el hecho verdadero, perdiendo por tanto contacto con la realidad experimentable. Sobre simulacros y hechos reflexionaría en Rule without exception, Piazza Pugliese, Sites of Technology y las mencionadas Ronde de Nuit o Venezia Marguera.

En estos trabajos encontramos a menudo paisajes urbanos nocturnos y en color, sin luz natural alguna. La artificial hace que la ciudad parezca un solar de aparcamiento, una autovía o un laboratorio. Muchas veces las fotografías, algunas de hasta dos metros, son finas, planas y multicolores, como mandos a distancia, en consonancia con los circuitos electrónicos abiertos que parecen las urbes que representan.

Lewis Baltz. Monterey, de la serie The Prototype Works, 1967. Galerie Thomas Zander, Colonia © The Lewis Baltz Trust
Lewis Baltz. Monterey, de la serie The Prototype Works, 1967. Galerie Thomas Zander, Colonia © The Lewis Baltz Trust

 

 

Lewis Baltz

FUNDACIÓN MAPFRE. SALA BÁRBARA DE BRAGANZA

c/ Bárbara de Braganza, 13

28004 Madrid

Del 9 de febrero al 4 de junio de 2017

 

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