Larry Bell, el minimalista que no murió de éxito

El ICA de Miami le dedica una retrospectiva

Miami,

Hacía casi dos décadas que un museo estadounidense no dedicaba una antología a Larry Bell, el escultor minimalista que antes de serlo alcanzó un reconocimiento no menor como pintor próximo al Expresionismo Abstracto, movimiento que conoció bien en el Chouinard Art Institute de Los Ángeles, en el que se formó a finales de los cincuenta y donde conoció a Robert Irwin, que sería una de sus grandes referencias. Repasa ahora lo fundamental de su legado el Institute of Contemporary Art de Miami en “Time Machines”, una exhibición que reúne los principales grupos de obras que desarrolló en las dos décadas transcurridas desde que inició las series que tituló Cube hasta sus instalaciones a gran escala elaboradas con vidrio de colores y que incide en su exploración de las intersecciones entre objeto y espacio arquitectónico sin olvidar sus incursiones en los medios audiovisuales: el vídeo y la fotografía.

"Larry Bell: Time Machines" en ICA Miami.Aunque nació en 1939 en Chicago, Bell terminó convirtiéndose en uno de los minimalistas de la Costa Oeste que con más ahínco combinaron materiales y formas para hacer al espectador partícipe de experiencias sensoriales intensas: en sus cubos transparentes la geometría se fundía con la luz y el espacio circundante, atendiendo a los principios del movimiento Light and Space que floreció en la década de los sesenta.

Curiosamente, Bell se inició en la escultura tras esa etapa temprana como pintor expresionista a raíz de un accidente: en paralelo a sus comienzos como artista, trabajó en un taller de marcos en el que tuvo ocasión de experimentar a menudo con fragmentos de cristal sobrantes y allí nació su fascinación por la luz y por los efectos de su interacción con unos y otros materiales. En su primera serie de cubos, exploró la creación de ilusiones de perspectiva a través de ángulos, espejos y elipses y ese camino le llevó más tarde a hacerse con chapas industriales para crear esculturas en las que presentaba el vidrio recubierto de metal, manejado este con enorme habilidad en su estudio californiano de Venice. Tanta que logró desarrollar un sistema de revestimiento propio al depositar muy finas películas metálicas sobre las superficies vitrales, partiendo de una técnica poco conocida que se empleaba en la industria aeronáutica.

Aunque ha dibujado y diseñado muebles, es inevitable identificar a este autor con su tratamiento refinado de las superficies de vidrio y con su indagación en las luces y las sombras: llevó a ese material hasta posibilidades estéticas inéditas tras darse cuenta de que, en sus palabras, aunque asociamos el vidrio a las ventanas, es un líquido sólido que tiene tres cualidades distintivas y simultáneas: refleja la luz, la absorbe y la transmite al mismo tiempo. Antes de utilizarlo en instalaciones, lo aplicó en collages en los que el empleo de superficies reflectantes favorecía la complejidad espacial y la comunicación con el espectador, y a partir de ellos evolucionó hacia la realización de cajas de vidrio poco profundas en las que pintó formas geométricas y, ya en 1963, hacia la de sus más célebres cubos, cuyas primeras versiones cubrió de diseños opacos a base de rayas, dameros y, más comúnmente, elipses. Algunos de ellos pudieron verse en la exitosa muestra individual que Bell presentó en la Pace Gallery de Nueva York en 1965: todos los trabajos en la muestra se vendieron en su primer día de apertura. Llevado quizá por la euforia, se trasladó entonces a Nueva York, pero solo permaneció allí un año antes de regresar al sur de California, más inspirador para los creadores amantes de la luz.

"Larry Bell: Time Machines" en ICA Miami.
“Larry Bell: Time Machines” en ICA Miami.

El paso siguiente en la evolución de Bell fue abandonar las geometrías en las superficies para crear, entre 1964 y 1968, los cubos con revestimiento al vacío y elegantes marcos cromados que han formado parte de algunas de las muestras más importantes dedicadas hasta ahora al minimalismo. Destacan por sus sutiles gradaciones de transparencia, reflectividad y color logradas gracias a maquinaria especial, porque las formas de Bell son evidentemente simples, pero tanto los procesos de trabajo de los que son fruto como las cuestiones que plantean en torno a la naturaleza de la percepción son muy complejos.

La revolución de 1968 fue para el de Chicago el abandono del cromo; desde entonces trabajó en cubos de mayor tamaño en los que los planos de vidrio interactúan únicamente entre sí. Anteceden a paneles de hasta ocho pies de altura y escala casi arquitectónica que permitían múltiples configuraciones en cada una de sus presentaciones en galerías y museos: la culminación de estas piezas fue The Iceberg and It’s Shadow (1974), una enorme estructura ajustable compuesta por medio centenar de esos paneles que realizó tras establecerse en Laos, en Nuevo México, el año anterior.

Ya a fines de la década de los setenta, dio comienzo a sus series Dibujos de vapor y Pinturas espejo, en las que continuó analizando los misterios de la percepción, pero sobre plano. No abandonaría, sin embargo, las tres dimensiones: en los ochenta y noventa realizó sus instalaciones de vidrio a gran escala Moving Ways, The Wind Wedge y Made for Arlosen.

 

 

 

“Larry Bell: Time Machines”

INSTITUTE OF CONTEMPORARY ART. ICA MIAMI

61 NE 41st Street

Miami

Del 1 de noviembre de 2018 al 10 de marzo de 2019

 

Comentarios