La Arcadia moderna de Torres-García

El Espacio Fundación Telefónica repasa la obra del uruguayo

Madrid,
Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia
Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia

Mañana, el Espacio Fundación Telefónica abrirá al público “Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia”, un repaso por la obra de Joaquín Torres-García que contará con más de 170 piezas entre pinturas, esculturas, collages, frescos y dibujos y que viajará al Museo Picasso malagueño, desde octubre y hasta febrero de 2017, tras su paso por el MoMA neoyorquino.

La exhibición hace hincapié en la fuerte individualidad que deja traslucir la producción del artista uruguayo, una figura esencial en la consolidación de las vanguardias en Hispanoamérica y en su hibridación en Europa que influyó en un buen número de artistas jóvenes latinoamericanos y también en grandes como Barnett Newman o Louise Bourgeois.

La antología se ordena cronológicamente atendiendo a los distintos escenarios trasatlánticos donde Torres-García desarrolló su trabajo: desde sus inicios en Barcelona a fines del s XIX hasta su última etapa en Montevideo, donde murió en 1949. Se presta especial atención a dos fases esenciales: la década transcurrida entre 1923 y 1933, en la que el artista tomó parte de los grandes movimientos de vanguardia en Europa y construyó, piedra a piedra, un personal estilo pictográfico-constructivista fácilmente identificable, y el periodo 1935-1943, en el que ya se había asentado de nuevo en su país y cultivó la abstracción.

Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia
Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia

ENTRE LA ARCADIA, LA VANGUARDIA Y SU NEGACIÓN

En el Espacio Fundación Telefónica se presentan, de nuevo bajo el comisariado de Luis Pérez-Oramas, once obras que no formaron parte de la muestra en Nueva York, entre ellas un monumental fresco noucentista que Torres-García realizó para su casa en 1914: La Terra, Enees i Pan.

Se dan cita los dibujos preparatorios que realizó para su primer encargo: los grandes frescos del Salón de San Jordi en el Palau de la Generalitat, entre ellos Lo temporal no es más que símbolo (1916), en el que aparece un gran fauno dominando a una muchedumbre con actitud de indiferencia, figura clásica representada en un estilo moderno fuertemente criticada por los opinadores más conservadores.

Torres-García evolucionaría después hacia un estilo más denso basado en la yuxtaposición de figuras y planos. Comenzó a experimentar con procedimientos a medio camino entre la pintura y el collage, reuniendo múltiples elementos en las superficies.

En 1920, fascinado por la modernidad que parecía emanar de Norteamérica, el artista decidió trasladarse a Nueva York. Allí inició la producción de los Juguetes Aladino, piezas de madera presentes varias de ellos en esta exhibición. En ellos ahondó en las posibilidades de las estructuras transformables, noción que continuaría estudiando posteriormente en sus pinturas y esculturas.

No permaneció Torres demasiado tiempo en la ciudad, pero allí conoció a Joseph Stella o Max Weber y representó su  dinámico ritmo en varios collages, como New York Street Scene.

Envuelto en ciertos problemas económicos, volvió a Europa dos años después, coincidiendo con el periodo en que París vivía quizá su mayor eclosión artística. Amante sin fisuras de la libertad y la experimentación radical, continuó trabajando en la abstracción mientras se dejaba llevar también por el amor de tantos creadores de entonces por lo primitivo: dan fe de ello sus Objets Plastiques, ensamblajes en madera pintada.

Podemos decir que, a finales de los veinte, el uruguayo había ya madurado el estilo por el que hoy lo reconocemos: poblaban sus pinturas formas esquemáticas trazadas sobre cuadrículas densas en un cromatismo sencillo. Los trabajos más representativos de esta etapa, más tarde bautizada como “universalismo constructivo”, son seguramente Fresque constructif au grand pain, Physique, Composition y Untitled composition.

En 1934, coincidiendo con la Gran Depresión en Estados Unidos y con el clima tenso que comenzaba a extenderse en Europa, Torres-García regresó (nuevo viaje) a Montevideo, donde vivió hasta su fallecimiento y puso en marcha la asociación Arte Constructivo, de la que saldrían los más brillantes repertorios de la abstracción sintética en América Latina.

Obras de aquel periodo expuestas en Telefónica son Composición abstracta tubular (1937), Forma abstracta en espiral modelada en blanco y negro (1937-1938) y Construcción en blanco y negro (1938).

En aquel momento rechazó la noción misma de vanguardia por su carácter excluyente y en sus pinturas el orden tectónico se hizo más riguroso gracias a la inclusión de retículas en las que distribuye los motivos. Las figuras representadas, sometidas a un proceso de geometrización, apelan a una iconografía y a un imaginario indoamericanos (piezas de alfarería, anclas, soles incas, pirámides).

En definitiva, podemos valorar a Torres-García como intérprete y como renovador de las dos tradiciones culturales que, por circunstancias vitales, hizo propias: la arcaica mediterránea y la precolombina. Le obsesionaba la idea de la infancia de la humanidad (de ahí el título de la exposición) y también la que entendía como infancia de las formas, de ahí su continua tendencia a la experimentación, a una rusticidad intencionada y al esquematismo.

Emigrante permanente y ciudadano de cada lugar donde habitó, defendía que las formas existen cuando migran, y al igual que él viajó constantemente, su obra también huyó de cualquier clasificación, sumida en una peregrinación continua y singular.

Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia
Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia

 

Comentarios