Kandinsky. Una retrospectiva
CENTROCENTRO. PALACIO DE CIBELES
Plaza de Cibeles, 1
Madrid
Del 20 de octubre de 2015 al 28 de febrero de 2016
Cuando están a punto de cumplirse (en 2016) 150 años del nacimiento de Wassily Kandinsky, CentroCentro abre al público una retrospectiva del artista que repasa sus cuatro décadas de evolución artística tomando como ejes los escenarios fundamentales en los que desarrolló su trabajo: Múnich (1896-1914), Rusia (1914-1921), la Escuela Bauhaus (1921-1933) y París (1933-1944).
La exhibición, comisariada por Angela Lampe, del Centre Pompidou, se nutre por completo de obras cedidas por este museo francés y ya ha podido verse en Milán, Milwaukee y Nashville, con ligeras variaciones en cada ciudad. Madrid será su última parada. Se compone de un centenar de pinturas, dibujos y fotografías, y la mayoría formaban parte, en su momento, de la colección personal del pintor, que las donó después a su viuda Nina. Se trata, por eso, de piezas con fuertes vinculaciones personales, de ahí la presencia de imágenes documentales sobre instantes del matrimonio Kandinsky o sobre la vida social y privada de la Bauhaus.
No se trata de una retrospectiva con tesis propia al modo habitual, sino de una muestra que incide en la evolución de Kandinsky a partir de trabajos que no resultan excesivamente conocidos (algunos sí: Ciudad Vieja, Improvisación III; Amarillo, rojo y azul) y que se ha planteado intentando dotarla de cierto intimismo, una atmósfera favorecida por la arquitectura de las salas expositivas del Palacio de Cibeles.
La vocación pictórica de Kandinsky no fue temprana: hasta los treinta años no se decidió a trasladarse a Alemania, a Múnich en concreto, para estudiar pintura. En aquel momento esa ciudad era pionera en Europa en cuanto a desarrollo del Art Nouveau y dejaba a un lado el Simbolismo.
Kandinsky llevó a cabo allí encantadores paisajes de estilo tardoimpresionista y obras de colores brillantes inspiradas en la historia antigua del Imperio Ruso y en leyendas germánicas. Fue a partir de1908, y durante sus estancias veraniegas en Murnau, cuando se decidió a crear sus primeros trabajos planos de tonalidades antinaturalistas inspiradas por el Fauvismo. Ese camino le conduciría, como sus profundas investigaciones sobre el poder del color (a Kandinsky le gustaba llevar sus búsquedas hasta el fondo), a la abstracción, movimiento del que fue claramente pionero.
Salvo la citada Improvisación III, no hay en la exhibición piezas que puedan relacionarse de forma evidente con sus indagaciones musicales, pero sí de forma implícita.
No se trata de una retrospectiva con tesis propia al modo habitual, sino de una muestra que incide en la evolución de Kandinsky a partir de trabajos que no resultan excesivamente conocidos
En Múnich escribió Kandinsky su genial análisis sobre experimentación artística De lo espiritual en el arte y allí también, en 1911, puso en marcha junto a Franz Marc El jinete azul, que desarrolló dos exposiciones en aquellos años. Un año después, en mayo de 2012, publicó su almanaque con reproducciones y artículos muy innovadores sobre temas contemporáneos, suyos y de Marc, Auguste Macke o Arnold Schönberg.
Las guerras marcaron los desplazamientos vitales de Kandinsky, y tras el estallido de la Primera Mundial en 1914 decidió regresar a Moscú. Tras un año trabajando únicamente en papel, en 1916 volvió a pintar. Hubo cierta regresión: volvió al arte figurativo, pero tras la Revolución de Octubre, en la que el artista se involucró activamente, abrazó nuevamente la abstracción. Rechazado por los constructivistas por su estilo expresionista y sus fuertes intereses espirituales, Kandinsky regresó a Alemania en 1921, y allí Gropius lo invitó a sumarse a la Escuela Bauhaus haciéndose cargo primero de un curso de pintura mural y más tarde de la decoración del vestíbulo de la sede de la Escuela.
En CentroCentro podremos ver una selección de las estampas Pequeños Mundos que creó entonces, piezas que sintetizaban su anterior estilo expresionista con la geometría y simplicidad que propugnaba la Bauhaus. En este centro entabló una fuerte amistad con Paul Klee y también escribió otra obra fundamental: Punto y línea sobre el plano. En aquel periodo estudió las relaciones entre color y geometría.
Pero las líneas firmes temblaron y las primeras formas orgánicas aparecieron en 1930, tres años antes del cierre de la Bauhaus y de la llegada al poder del nazismo, que obligó de nuevo a Kandinsky a trasladarse, esta vez a París, capital entonces del mercado del arte.
Allí se dejó influir por Picasso, por el surrealismo, las formas de Miró y el biomorfismo de Dalí, pero la ciudad mostró escaso interés por su abstracción pura. El cromatismo de sus trabajos, no obstante, se hizo más suave y optimista y su luz, más cristalina. En Francia murió Kandinsky, en 1944, sin llegar a conocer el final de la II Guerra Mundial, que le había causado verdadera angustia.
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