The High Street, Oxford, de Turner, y otras obras de arte adquiridas o restauradas mediante crowdfunding

El micromecenazgo gana peso como vía para obtener financiación puntual, pero no siempre funciona

 Joseph Mallord William Turner. High Street, Oxford
Joseph Mallord William Turner. High Street, Oxford

El caso más reciente es el de The High Street, Oxford, una pintura de J.M.W. Turner que permanecía desde 1997 en el Ashmolean Museum de Oxford gracias a un préstamo. Su propietario, un coleccionista privado, pedía a ese centro 3,5 millones de libras (casi 5 millones de euros) para que la obra continuara en sus instalaciones. La cifra resultaba imposible para el Ashmolean, que sólo podía desembolsar 2,2 millones.

Tras las aportaciones de Art Fund, The Heritage Lottery Fund y otras instituciones, al Ashmolean le faltaban 60.000 libras para poder quedarse con el Turner, y en ese punto recurrieron a su público, que ha respondido aportando esa cantidad en un mes, gota a gota. Ahora el museo británico ha anunciado que dispondrá la pintura en una galería dedicada al arte decimonónico que reabrirá, tras ser reformada, el próximo año.

No es la primera vez, por cierto, que este centro recurre al crowdfunding para evitar que alguna obra de propiedad privada expuesta en sus salas salga del Reino Unido: ocurrió ya en 2012, con el célebre Retrato de la señorita Claus, de Manet. En aquel momento se pudieron recaudar 8 millones de libras (10,13 de euros) gracias a la generosidad de más de un millar de personas y de las citadas Art Fund y The Heritage Lottery Fund. El retrato, que permanecía en Inglaterra desde la muerte de su autor en 1884, se había vendido en 2011 a un comprador privado por algo más de 28 millones de libras, pero el Gobierno británico incluyó una disposición por la que cualquier institución pública podía adquirirla por una cuarta parte de su valor de mercado.

Sonado fue el caso, también reciente, del autorretrato de Van Dyck, el único que queda en Gran Bretaña, que pudo comprar la National Portrait Gallery de Londres al conseguir nada menos que 12,5 millones de libras. Actualmente se encuentra en gira por varios centros del país, no es para menos.

Cranach. Las Tres Gracias, 1531
Cranach. Las Tres Gracias, 1531

En Francia, el Louvre ha cogido ya agilidad en el asunto de demandar la colaboración ciudadana. En 1988 compró por esa vía Santo Tomás con lanza de Georges de La Tour y en 2010 pudo adquirir con la ayuda de particulares Las Tres Gracias de Cranach, obra fechada en 1531 que hasta entonces pertenecía a un coleccionista privado. La cantidad por la que se vendió la pieza fue de cuatro millones de euros, y uno de ellos fue aportado por el público a través de un llamamiento en Internet. Los otros tres fueron cedidos por empresarios y mecenas.

En 2012, 4500 micromecenas ayudaron a este museo parisino a adquirir por 800.000 euros dos estatuillas medievales y más recientemente, un millón de euros de los cuatro que ha costado la restauración de la Victoria de Samotracia también fueron aportados por 6700 donantes.

Más casos franceses: el Museo de Orsay, a finales de 2014, pudo obtener de las ayudas particulares más de los 150.000 euros que necesitaba para restaurar el célebre El estudio del pintor de Courbet. Podía donarse desde cinco euros y la generosidad daba derecho a una deducción de impuestos de un 66% del importe en el impuesto sobre la renta (para los particulares). La pieza fue intervenida en su lugar de exposición y los visitantes pudieron seguir la evolución del trabajo de los expertos a diario, durante varios meses.

El Musée de Beaux Arts de Lyon reunió  gracias a más de 1500 contribuciones los 80.000 euros que le faltaban para poder hacerse con la pintura de Ingres Aretino enviado por Carlos V (otros 750.000 euros corrieron a cargo de mecenas corporativos); el Musée de Valence consiguió los 20.000 que necesitaba para alcanzar los 400.000 que valía Embarcadero mediterráneo de Hubert Robert y el Musée de Beaux Arts de Rennes recibió 50.000 de particulares para hacerse con San Judas Tadeo, una obra temprana de Ribera que costaba 300.000.

Mariano Fortuny. La plegaria
Mariano Fortuny. La plegaria

Aquí en España el MNAC de Barcelona también tuvo éxito cuando en 2013 pidió 45.000 euros para hacerse con el dibujo La plegaria de Fortuny, un artista del que ya en 1922 este mismo museo pudo comprar otra pieza gracias a la suscripción popular: La vicaría. Se sabe que participaron en la campaña unos 240 donantes, más de la mitad Amics del MNAC.

Otro caso de éxito en Barcelona: el Ayuntamiento, a través de la Fundación Barcelona Cultura (las instituciones públicas no pueden recibir dinero) pidió 25.000 euros a particulares para restaurar los murales de la capilla de San Miguel del Monasterio de Pedralbes. Consiguió 31.000, y el consistorio aportó otros 75.000.

Uno de los casos más citados de éxito del crowdfunding en una iniciativa cultural es el del Tesla Science Center de Nueva York. Emprendió la campaña el autor de cómics Matthew Inman, que consiguió que 22.000 lectores de The Oatmeal donaran más de 900.000 euros (hacían falta 850.000) en nueve días.

Ya en Holanda, el Amsterdam Museum logró en 2012 obtener los 42.000 euros que necesitaba para restaurar La llegada de Napoleón de Matthieu van Bree (a 10 euros por centímetro restaurado de una pieza de cuatro metros de altura y seis de anchura) y además, con la cantidad excedente recaudada, dotar un depósito para futuras intervenciones. La restauración fue pública.

No todos los llamamientos a la colaboración económica de los micromecenas por parte de los museos o instituciones culturales han tenido éxito. El Museo dedicado a De la Tour en Moselle intentó comprar una obra de Simon Vouet por 100.000 euros gracias al crowdfunding y sólo reunió 30.000, pero el centro asumió por sí mismo el resto del coste.

En 1994 el Museo Reina Sofía lo intentó con una instalación de Bruce Nauman que costaba 235.000 dólares. Fuera por la elevada cantidad o por algunas acusaciones sobre intereses económicos, la iniciativa no prosperó, aunque con lo recaudado sí pudo comprarse Sugar Ragus (1973), una litografía del mismo autor.

En Sevilla se intentó sin éxito comprar Santa Rufina de Velázquez para el Museo de Bellas Artes de la ciudad en 2007 por suscripción pública, tras el rechazo del Ministerio de Cultura y la Junta andaluza en personarse en su subasta en Sotheby´s Londres. “Sólo” se recaudaron 20.000 euros gracias al empuje de la Asociación Velázquez por Sevilla y la pintura fue finalmente adquirida, por 12,4 millones, por la Fundación Focus-Abengoa.

¿Qué opináis? ¿Puede tener éxito el micromecenazgo más allá de casos excepcionales? ¿Es una herramienta para concienciar a los ciudadanos del valor del patrimonio o una vía para paliar la caída de la financiación pública y el mecenazgo empresarial? ¿Habéis aportado vuestra ayuda a causas de este tipo, en qué condiciones lo haríais?

 

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