Renacidos

19/04/2016

El renacidoSeguramente solo tras ver la primera hora de El renacido de Iñárritu adivinabais que Hugh Glass – Leonardo DiCaprio no iba a morir, porque, tras superar semejante sucesión de calamidades y salir vivo, solo podemos esperar más calamidades y supervivencia, al menos hasta conseguir la venganza.

Lo más inquietante es que, como ya muchos sabréis, su historia fue, salvando distancias varias, real en lo fundamental, en la proeza: se inspira en Hugh Glass, de quien sabemos que nació en Pennsylvania hacia 1780 y fue capturado por piratas franceses pasada la treintena. Con ellos convivió un tiempo hasta que escapó con un compañero para adentrarse en las llanuras centrales de Estados Unidos. Según detalló George C. Yount, un hombre dedicado al comercio de pieles que acompañó a Glass por las Montañas Rocosas, Glass era un hombre temeroso de Dios que se estremecía ante la crueldad de los asesinatos que veía a diario.

Volvieron a atraparlo, y esta vez fueron los pawnee, una tribu indígena asentada en Nebraska y Kansas que tenía como costumbre ofrecer sacrificios humanos para pedir buenas cosechas. La víctima elegida fue su amigo, que al parecer fue quemado en una hoguera ante sus ojos. A Glass le perdonaron la vida y lo integraron en su comunidad, en la que permaneció algunos años. Se casó con una mujer nativa y adoptó las formas de vida de la tribu.

Más tarde se unió a la compañía de pieles de las Montañas Rocosas, que reclutó “Cien jóvenes emprendedores… para ascender el río Missouri hasta su origen, donde serán empleados durante uno, dos o tres años”. Trabajando para ellos, durante un conflicto con la tribu de los Arikara participando en una brigada para rescatar a compañeros, Glass fue atacado salvajemente por un oso.

El renacidoDada la gravedad de su estado, sus compañeros pensaron que tardaría horas en morir, pero no fue así. Durante unos días lo llevaron con ellos en una camilla de madera, pero acechados por las tribus y avanzando muy lentamente, decidieron abandonar a Glass para alejarse más rápido del que era un territorio peligroso. Dos voluntarios se quedaron con él: un joven inexperto y un leñador veterano, este último llamado John Fitzgerald; es posible que el joven tuviera por nombre James Bridger.

Cinco días después, y contra todo pronóstico, Glass respiraba. En una supuesta situación de peligro inminente, Fitzgerald convenció al joven para abandonar a Glass, en la creencia de que no viviría mucho más. Se llevaron su pistola, su cuchillo y su hacha.

Pero Glass –ya lo sabemos- vivió, y trató de llegar a Fort Kiowa para hacerse con enseres. Se alimentó de insectos y vegetales o de un búfalo que antes había sido cazado por lobos hasta llegar al fuerte, donde apenas permaneció dos días recuperándose antes de salir buscando a quienes le habían abandonado.

Llegó, semanas más tarde, a Fort Henry, fortaleza donde se encontraban sus antiguos compañeros, que debieron frotarse varias veces los ojos cuando lo vieron. Allí supo que el joven Bridger no era responsable de haberlo dejado en la estacada y sus esfuerzos se dirigieron a vengarse del leñador, que entonces ya era soldado protegido por el Ejército.

Muy frustrado por no poder vengarse, Glass se trasladó al oeste de Missouri, al parecer tras ser compensado económicamente para calmar sus iras. El desenlace de la película no se corresponde con el de la historia real de este trapero, aunque esta esté rodeada de incertidumbres: “el renacido” se hizo socio de una empresa comercial de Nuevo México y no acabó con la vida de Fitzgerald. Como dicen algunos, el éxito es la mejor venganza. Otras versiones afirman que volvió a dedicarse al comercio de pieles y, esta vez sí, murió a manos de los Arikara hacia 1830.

Un monumento en Dakota del Sur, cerca de donde el oso lo atacó, recuerda su gesta, que prueba que lo real supera la ficción.

Iñárritu no ha sido el primer director en recuperarla: en 1971 Richard C. Sarafian filmó su versión en El hombre de una tierra salvaje, protagonizada por Richard Harris. Aquella película ensalzaba la comunión, a prueba de bombas, de Glass con la naturaleza, dejando a un lado los propósitos de venganza del protagonista; ambos filmes subrayan, eso sí, cómo el renacimiento físico de Glass fue acompañado de un renacimiento espiritual, una catarsis que lo mueve, sobre todo en la película de Sarafian, a dejar a un lado el odio para centrarse en la supervivencia, que requería todas sus capacidades.

La proeza del trapero también tiene novela: The Revenant: A novel of revenge (2002), escrita por Michael Punke. En ella está inspirada El renacido, empezando por el título, de forma más directa.

 

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