RAMS. El valle de los carneros

02/12/2015

RAMS. El valle de los carnerosEs fácilmente disfrutable por cualquier público y también densa en materia de sentimientos y rica en matices, así que, aunque no sea una película de estreno reciente, queremos recomendaros, antes de que sea tarde, acudir a ver en cines “RAMS. El valle de los carneros”, del director islandés Grímur Hákonarson, la obra ganadora de la Espiga de Oro en la última edición de la Seminci de Valladolid.

Un sendero separa dos franjas de tierra en un pueblo en el que todos se conocen y a su vez viven entre sí a considerable distancia. En cada uno de esos márgenes habita un hombre con barba cuidando con un mimo enternecedor de su rebaño de carneros: descubrimos que se trata de dos hermanos que no mantienen contacto más que a través de un perro mensajero. Uno de ellos es tremendamente cascarrabias, el otro moderado; pero salvo eso es tan hondo lo que tienen en común como el abismo que los separa.

Su forma de vida está a años luz de la del mundo urbano dominado por la tecnología, y a la vez muy cerca: quizá solo los separe alguna montaña. La dedicación con la que estos ganaderos atienden sus animales es una manifestación de amor no solo hacia su forma de ganarse el pan, también hacia una forma de vida, a los antepasados que vivieron como ellos, al lugar de sus raíces. Como tras ver Amama, Rams nos hace plantearnos si es posible que quienes han nacido y vivido en ciudades conozcan ese apego intenso.

La cuestión es que es ese lazo con la tierra y con el pasado, representado en sus carneros, lo que de verdad une a estos hermanos: cuando una enfermedad llamada scrapie afecta a uno de sus animales y los ganaderos del valle se ven obligados a sacrificar a todos, las argucias de estos Caín y Abel por salvar a parte de su ganado harán que se unan en un gesto lírico de unión familiar y también de amor a lo ancestral.

Pensándolo objetivamente, todo es trágico en RAMS: la separación de estos hermanos que realmente se necesitan por completo, la obligación de matar un ganado que aman y que les da de comer, el propio desenlace…y, sin embargo, los instantes de humor inteligente son constantes y ni siquiera se roza el exceso melodramático. Quizá cierto encorsetamiento o la intención de hacer de RAMS una historia tierna hacen que los momentos de violencia entre los protagonistas no lleguen a mayores, o que no terminemos de sumergirnos en la soledad de cada uno, pero el guión, el trabajo gestual de los actores, la plasmación de la vida rural sin tópicos y el tratamiento de la familia como fuente de odios y redenciones hacen de la película de Hákonarson una opción muy muy recomendable.

 

 

RAMS. El valle de los carneros

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