Esther Ferrer: espacios inéditos

Presenta instalaciones nunca vistas en el Museo Guggenheim

Bilbao,

Solo un par de semanas después de que finalizase el gran repaso a la trayectoria de Esther Ferrer que el Museo Reina Sofía nos ha ofrecido en el Palacio de Velázquez, bajo el título de “Todas las variaciones son válidas, incluida esta”, llega mañana al Museo Guggenheim Bilbao “Espacios entrelazados”, una muestra que podemos entender que completa la anterior porque consta de once instalaciones, nueve inéditas, en las que la gran figura de la performance española ha continuado profundizando en la interacción de tiempo y espacio y en la participación del público en sus acciones. De hecho, dos de los proyectos podrán ser activados por los espectadores en el transcurso de la exposición.

Ferrer inició su trayectoria artística a finales de los sesenta ligándose al grupo ZAJ y sirviéndose ya entonces de formas y materiales diversos para explorar el poder del azar – vinculado a su concepción del arte como proceso y como posible acto colectivo, y no solo personal – y también la posibilidad de generar, a partir de una creación primera, variaciones múltiples desde la libertad absoluta. Tanto valora Ferrer ese libre albedrío que no ofrece, en sus trabajos, ninguna conclusión ni pensamiento cerrado del que el espectador pueda apropiarse, sino preguntas diversas a las que, si lo desea, podrá intentar responder autónomamente.

Sus proyectos performativos, que ella define como arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que no es mero espectador, sino que, si lo desea, puede participar en la acción, los ha conjugado desde los setenta con piezas plásticas que, aunque sean independientes, los completan: hablamos de dibujos, pinturas, instalaciones y fotografías intervenidas, objetos y obras sonoras que se vinculan en su estética con el minimalismo y en su trasfondo con el arte conceptual. Hay en ellas algunos inquilinos recurrentes, como los números primos y las referencias al feminismo y también a figuras como John Cage, Perec y Mallarmé.

Ferrer no dejó de trabajar con ZAJ hasta la disolución del colectivo en 1996 (previa retrospectiva en el Museo Reina Sofía) y en esa última etapa se dedicó sobre todo a desarrollar acciones muy directas.

Esther Ferrer. Entrada a una exposición, 1990-2018. Fotografía: Erika Ede
Esther Ferrer. Entrada a una exposición, 1990-2018. Fotografía: Erika Ede

Los proyectos que ahora exhibe en el Guggenheim comenzó a idearlos, en su mayoría, a mediados de los ochenta y principios de los noventa y el que nos da la bienvenida se titula precisamente Entrada a una exposición. Propone al espectador tomar conciencia de su propia piel, entendiéndola, parafraseando a Paul Valéry, como el primer vestido del ser humano, como la frontera entre dos mundos, el más profundo y el más superficial, siendo parte de ambos. También trabaja la artista vasca con ella concibiéndola como fuente de información involuntaria sobre nuestro estado físico y emocional y como puerta de entrada a nuestra sensorialidad, a partir de las ramificaciones del sistema nervioso.

A esas ramificaciones ha querido llegar estimulándolas con plumas, cuyo tacto suele relajar tanto como poner en alerta: ese es el estado, precisamente, con el que Ferrer quiere que nos adentremos en “Espacios entrelazados”. Sin embargo, el resto de la muestra difiere bastante de la llamada de atención que supone esta Entrada: está dominada por la austeridad y el uso de mínimos materiales a la hora de desarrollar ideas complejas.

Esa sobriedad no es incompatible con el humor: en Las risas del mundo revela su mirada irónica y personal a los males sociales y utiliza el sonido instintivo y efímero de la risa para extenderlo en el tiempo, estructurarlo en el espacio y, ya convertido en obra de arte, ceder al visitante la decisión de su reproducción a través de cuarenta tablets en las que vemos las bocas de otras tantas personas de diferentes edades y orígenes. Hay muchas maneras de reír y ninguna suena igual.

Esther Ferrer. Las risas del mundo, 1999-2018. Fotografía: Erika Ede
Esther Ferrer. Las risas del mundo, 1999-2018. Fotografía: Erika Ede
Esther Ferrer. Serie Sillas suspendidas, años ochenta
Esther Ferrer. Serie Sillas suspendidas, años ochenta

No podían faltar las sillas en Bilbao. Son un elemento recurrente en la obra de Ferrer, que se ha fijado en ellas por la combinación de su carácter anodino y su poder transformador de estancias. También le ha llamado mucho la atención la diversidad creciente de sus modelos, teniendo en cuenta que nos encontremos ante uno de los objetos más básicos, primarios y funcionales; tanto que, independientemente del material de su fabricación, ha de mantener su carácter antropomorfo. Son dos las instalaciones con sillas que muestra el Guggenheim: una de 1984 y otra de este mismo año y ambas se presentan al público por primera vez, llamando nuestra atención sobre el esqueleto del mueble y sus posibilidades en el espacio.

Y ya el grueso de la exhibición lo componen, precisamente, sus Proyectos espaciales, desarrollados en maquetas y dibujos datados entre 1990 y 2006. Y este es un matiz importante, porque para la autora su traslación a una sala de exposiciones no es esencial: Nunca he tenido especial interés en llevar a cabo mis proyectos en un espacio físico a gran escala; si la maqueta funciona, para mí la obra está hecha. Si no puedo realizarla en un espacio real no pasa nada. Lo que me interesa es el proceso.

Y en el de la elaboración de estas obras se ha servido de hilos, cables, cuerdas o materiales elásticos que coloca en los distintos planos de las maquetas para medir distancias y generar líneas geométricas con infinitas variaciones posibles, o transformar, como en sus proyectos con sillas, nuestra visión de los espacios empleando elementos cotidianos. Es conveniente desplazarnos en torno a estas piezas para ser conscientes de los posibles cambios.

A veces hay método y estudio en estos dibujos en el aire; otras no tanto: En algunas instalaciones decido someterme a una norma; es una manera de eliminar en la medida de lo posible mi subjetividad- o a un sistema que yo decido -por ejemplo, la serie de los números primos-. Otras, por el contrario, las estructuro de forma aleatoria, dejándome guiar por una intuición que determina su ritmo.

En estos proyectos el espacio no es soporte sino materia básica de trabajo, y a Ferrer le interesa que se note, por eso utiliza el menor número de objetos posible buscando la mayor depuración: Mi preocupación es no intervenir demasiado, no estorbarle, de forma que siga siendo transparente, que circule el aire. Es quizás una de las razones por las que construyo mis instalaciones, en general, con hilos o cables finos. Busco la eficacia; ni elementos decorativos ni adornos, solo lo esencial.

Esther Ferrer. Serie Proyectos espaciales piramidales sobre el muro, años setenta
Esther Ferrer. Serie Proyectos espaciales piramidales sobre el muro, años setenta

 

“Esther Ferrer: Espacios entrelazados”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 16 de marzo al 10 de junio de 2018

 

 

 

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