Espejos que revelan y espejos que engañan

El Museu Calouste Gulbenkian examina su uso en el arte de todos los tiempos

Lisboa,

¿Hace falta que aseguremos que al otro lado del espejo hay bastante más que un reflejo? Para artistas, escritores y creadores en general hay pocos objetos más interesantes que este (y el reloj, quizá), porque contienen submundos, tienen la capacidad de trasladarnos a otras dimensiones, son piedra de toque para reflexiones espirituales y han generado tanto ilusiones como pesadillas.

Los artistas se han servido de él con propósitos muy diversos, creativos y puramente técnicos: revelar espacios o figuras que de otro modo no podríamos advertir, ocultarlos del escenario; representar con la mayor fiabilidad posible las apariencias o favorecer la ambigüedad y la experimentación; sugerirnos, de maneras más o menos explícitas, ideas filosóficas o incluso como camino a la distorsión de lo real, al más puro estilo valleinclanesco.

Justus Juncker. Bei der Morgentoilette, 1752. Staatliche Kunsthalle Karlsruhe
Justus Juncker. Bei der Morgentoilette, 1752. Staatliche Kunsthalle Karlsruhe

A estos múltiples usos, prácticos y poéticos, del espejo, les dedica una muestra el Museu Calouste Gulbenkian de Lisboa, que ha reunido cerca de setenta trabajos bajo el comisariado de Maria Rosa Fugueiredo. La muestra se llama, recuerdo de Alicia mediante, “Do Outro Lado do Espelho” y se estructura en cinco secciones que nos hablan de otras tantas posibilidades de representación del cristal más cruel: como instrumento para la formación de la identidad individual, como alegoría, como proyección del cuerpo en momentos de intimidad, como instrumento para sugerir y evocar, para transmitir misterio, y, por último, como recurso válido para realizar retratos indirectos.

George Romney. Mrs. Russell and Son, 1786-1787. Colección Roger Seelig
George Romney. Mrs. Russell and Son, 1786-1787. Colección Roger Seelig

Es posible que, en la primera infancia, la interrogación primera sobre quiénes y qué somos nos conduzca al espejo o nazca frente a él. Son muchas las teorías sobre la fase en la que podemos autodescubrirnos en él como seres independientes, pero es un hecho que la primera noción de nuestra autonomía surge al contraponernos, al desligarnos, al otro más próximo. La primera sección la componen representaciones de figuras humanas y animales que descubren su reflejo con múltiples consecuencias: la toma de conciencia sobre uno mismo, en la infancia o adolescencia; el enamoramiento enfermo, en el caso de Narciso…

La utilización del espejo con valor alegórico sabemos que obedece a una tradición larga: la vanidad y la historia del pensamiento lo han convertido en metáfora de vicios y virtudes como la frivolidad, el engreimiento o la prudencia, el amor profano y la lujuria… Cuando asoma una vanitas, también alude al paso inmisericorde del tiempo, al envejecimiento y la muerte. En unos y otros casos, mal que nos pese, suele portarlo o mirarlo una mujer.

Ellas son también las protagonistas de la mayor parte de las escenas pictóricas de momentos íntimos en las que un espejo aparece, aunque conviene subrayar que las obras de esta temática han sido objeto de una profunda evolución con el paso de los siglos. En la Edad Media no se manejaban en la vida cotidiana los conceptos de intimidad y puritanismo, por lo que la toilette femenina llegaba a tener público; entre los siglos XVI y XVIII a la representación de estas escenas se les concede una atmósfera de sexualidad explícita, en relación con el ejercicio de la seducción y el placer, y hay que esperar al siglo XIX para que, separadas ya las esferas privada y pública, el aseo se nos presente como instante privado de relación con uno mismo.

Paula Rego. Preparando-se para o Baile, 2001-2002. Câmara Municipal de Cascais
Paula Rego. Preparando-se para o Baile, 2001-2002. Câmara Municipal de Cascais
Noé Sendas. Crystal Girl no. 69, 2012.
Noé Sendas. Crystal Girl no. 69, 2012.

Estas obras suelen transmitir verismo y paz, pero no hay que olvidar que los espejos se han representado más a menudo para argüir engaños, construir marañas de significados al alcance de unos pocos entendidos; para distorsionar o borrar la realidad visible y evidente y conducirnos a otra puramente imaginada.

Las anamorfosis, supuestamente inventadas por Leonardo, constituyeron una diversión muy popular en los siglos XVIII y XIX, y en la exposición del Calouste Gulbenkian se han incluido algunas para subrayar la relación histórica del arte con los avances de la ciencia: la aparición de los espejos convexos permitió, desde el siglo XV, conceder al espectador acceso a realidades que iban más allá del campo de visión del cuadro. Fueron ventanas a lo inaccesible, como entendieron Van Eyck y Metsys.

Y como ventanas a sí mismos emplearon los espejos Richard Hamilton, Harold Gresley o Daniel Blaufuks. Si en los instantes de aseo íntimo predominan abrumadoramente las imágenes femeninas (en la investigación previa a la muestra solo se hallaron una representación de un hombre afeitándose y una curiosa imagen de un local destinado a la toilette masculina, ambas expuestas), en los autorretratos con cristal es mayoritaria, ligeramente, la presencia masculina. El espejo les ha posibilitado retratarse sin recurrir a la memoria susceptible de fallos; ya lo utilizaban con esos fines pintores del s. XV.

Richard Hamilton. Imagen en el espejo, 1974. Museu Calouste Gulbenkian
Richard Hamilton. Imagen en el espejo, 1974. Museu Calouste Gulbenkian

 

 

“Do Outro Lado do Espelho”

MUSEU CALOUSTE GULBENKIAN

Avenida de Berna, 45A

Lisboa

Hasta el 5 de febrero de 2017

 

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