El rebobinador

Los eclécticos, Plotino y lo mejor de cada cosa

En base a las doctrinas de Platón, Aristóteles y los estoicos (de los dos primeros hemos hablado ya en esta sección; los últimos defendían que los valores supremos son los morales y que los estéticos habían de subordinarse a ellos, no habiendo nada más bello que la virtud), surgió en el periodo helenístico griego (en el siglo II a.C.) el eclecticismo, cuyo lema, formulado por Quintiliano, era escoger lo mejor de cada cosa.

Filósofos como Antíoco de Ascalón o Panecio de Rodas asumieron hallazgos intelectuales de los presocráticos, Platón y Aristóteles, del estoicismo o el escepticismo, y su estela la siguieron los pensadores romanos, como Cicerón, que no vertebraron un sistema filosófico propio.

EL ECLECTICISMO Y LA INTELIGENCIA EN JUEGO

 Bertel Thorvaldsen. Marco Tulio Cicerón, 1799-1800. Thorvaldsens Museum, CopenhagueLos eclécticos entendieron que la belleza, propiedad objetiva de las cosas, consistía en el orden, la medida, la buena proporción y la concordancia entre las partes, como habían afirmado las escuelas filosóficas anteriores, pero añadieron a esa idea la de que lo bello conmovía con su aspecto y apariencia. No obstante, no negaban la belleza espiritual e incluso le daban mayor valor.

También enlazaban la belleza a la utilidad y la finalidad, considerando que todo lo útil es bello (no así al revés). Y entendían que había varios modos de clasificación de la belleza, atendiendo a las dicotomías natural – artística, estética – moral y útil – ornamental. Cicerón añadiría una cuarta, que hoy podría escocernos: gravetas y suavitas. La gravetas la identificaba con la dignitas (dignidad) y la belleza viril y la suavitas con la venustas (gracia) y la belleza femenina.

Refiriéndonos al arte, también mantuvieron los eclécticos su definición tradicional anterior: consideraban tal aquello que nace del trabajo de las manos del hombre y de su conocimiento, pero distinguían entre producción y habilidad, es decir, entre artes que generan objetos, como la escultura, y artes que solo investigan, como la geometría.

También mantenían la división entre artes liberales y serviles, pero concediendo a las primeras un matiz positivo al requerir mayor inteligencia creadora frente a las segundas, que, sin embargo, consideraban de mayor utilidad. Se rechaza ya la no exigencia de esfuerzo físico como criterio negativo.

En el marco de las artes liberales, diferenciaban las de la palabra (aquellas que se percibían por los oídos, como poesía, oratoria y música) y las mudas. Entendían las primeras como superiores, pues representaban almas y cuerpos y las segundas solo se valían del cuerpo.

Las obras artísticas, en tanto que obras humanas, no podían para los eclécticos ser más perfectas que la naturaleza, pero sí podían mejorar y escoger lo bello entre lo natural. Dependían, desde su punto de vista, de reglas, libres impulsos, habilidad, talento y trabajo.

Consideraban, por último, que al arte lo dirige la razón, aunque lo fundamental es la inspiración y, en cuanto a la mímesis, defendían que la imitación era distinta a la verdad, una libre representación inferior a la misma.

La actividad del artista, para los eclécticos, no consistía solo en recoger las formas de la naturaleza sino también de sí mismo, de su propia personalidad: las ideas que anidan en su mente. El arte encierra elementos reales e irreales y dispone de modelos internos y externos.

PLOTINO Y LA FORMA INTERNA

Plotino. Museo Ostiense degli Scavi di Ostia Antica
Plotino. Museo Ostiense degli Scavi di Ostia Antica

El pensamiento del neoplatónico Plotino, autor de las Enéadas, presenta remarcables diferencias respecto al de Platón, aunque derive de él.

Consideró este pensador que si la belleza se basase en la llamada symmetria, existiría solo en los objetos complejos, nunca en los que no contienen multiplicidad o variedad de elementos para que se de en ellos el orden y la proporción adecuada. Además, esta conformidad de los elementos es fácilmente aplicable a los objetos materiales, pero no a los espirituales, es decir, solo a parte del universo que consideramos bello, no a todo.

Para Plotino, la fuente de la belleza solo puede ser el espíritu o forma interna: un alma solo puede gozar con otra alma, así que si goza con fenómenos sensoriales, es porque en ellos se expresa una interioridad.

Solo el espíritu puede percibir, desde este punto de vista, la belleza, y el arte adquiere su verdadero valor cuando es reflejo del espíritu. El artista no es entonces un simple imitador, porque ha dado forma física a su idea interna, procedente de otra, trascendental. Es creador en el sentido de que no reproduce la realidad, sino la forma interna que atesora en su mente, y no lo es si pensamos en que esa forma interna no es un producto suyo, sino reflejo de un modelo que es eterno.

Del mismo modo, entendía Plotino que la existencia, en sus variadas formas, es única porque surgió del Absoluto. Y la característica básica del Absoluto es su expansión: el arte es más imperfecto cuanto más se aleja de él y su belleza se debe a la emanación de aquel, a su reflejo.

Lo que en el mundo material es un reflejo de lo Absoluto, de la idea y del espíritu, es lo que entendemos por belleza según Plotino. Y nosotros, que nos encontramos en el menos perfecto de los mundos, deseamos volver a los mundos superiores de los que provenimos, siendo el arte -decía este filósofo- uno de los caminos.

Una respuesta a “Los eclécticos, Plotino y lo mejor de cada cosa”

  1. Consuelo

    Muy interesante y muy bonito . Muchas gracias.

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