El triunfo del color, de Van Gogh a Matisse

La Fundación MAPFRE abre su espacio en Barcelona con una muestra compuesta por obras de las colecciones de Orsay y la Orangerie

Barcelona,
Paul Gauguin. Femmes de Tahiti, 1891
Paul Gauguin. Femmes de Tahiti, 1891

Desde mañana, 10 de octubre, el público podrá acercarse a la Casa Garriga i Nogués de Barcelona, nueva sede de la Fundación MAPFRE tras el cierre de la Fundación Francisco Godia, para disfrutar de la muestra “El triunfo del color. De Van Gogh a Matisse. Colecciones de los museos d´ Orsay y de l ´Orangerie”, que esta institución ha organizado expresamente para su presentación en la capital catalana y que está formada por más de setenta obras que examinan el tratamiento otorgado al color desde el Postimpresionismo hasta la irrupción de las vanguardias.

Si hasta el s XIX el dibujo había primado sobre el color en la pintura, en aquel siglo los últimos pasaron a ser progresivamente los primeros: las tonalidades comenzaron a desbordar las líneas, a expandirse, a no obedecer al realismo. Lo demandaba ya Baudelaire, visionario de las directrices posteriores del arte contemporáneo, en 1800: Quisiera unas praderas pintadas de rojo, unos árboles azules: la naturaleza carece de imaginación.

Esa preeminencia del color tiene su explicación en los nuevos intereses, no solo estéticos sino también temáticos, cultivados por los pintores del momento: buscaba explorar las sensaciones y la subjetividad, mostrar visiones personales alejadas de un academicismo encorsetado, y la elección de una paleta alejada de lo realista fue la más evidente de sus herramientas expresivas.

La exhibición cuenta con obras de Van Gogh, Gauguin, Seurat, Signac, Bonnard, Vuillard, Cezánne, Derain, Vallotton o Matisse y de artistas menos conocidos como Charles Angrand y Georges Lemmen. La articulan cuatro secciones.

Georges Seurat. Port-en-Bessin, avant-port, marée haute, 1888
Georges Seurat. Port-en-Bessin, avant-port, marée haute, 1888

La primera, El color científico, presenta una selección de obras elaboradas a partir de las investigaciones realizadas por Michel-Eugène Chevreul, el químico que, sin pretenderlo, puso con sus estudios la base para la elaboración de la técnica neoimpresionista, que consistía en pintar en el lienzo puntos yuxtapuestos de colores primarios o de sus complementarios para lograr intensificar su riqueza, brillo y solidez y que el ojo del espectador efectuase por sí mismo la mezcla óptica.

En relación con el viaje de Gauguin a Bretaña y su encuentro en 1888 con Émile Bernard, el apartado El centro misterioso del pensamiento. Gauguin y la Escuela de Pont-Aven consta de un conjunto de obras que reflejan las investigaciones realizadas por ambos artistas, artífices de un procedimiento pictórico novedoso y sintético caracterizado por la presencia de contornos silueteados y por la utilización de colores arbitrarios, planos y con connotaciones simbólicas.

Al color puro Gauguin quiso sacrificarlo todo: El color tal y como es, es enigmático en las sensaciones que despierta en nosotros. Por tanto, también hay que utilizarlo de forma enigmática, cuando nos servimos de él: no para dibujar, sino por los efectos musicales que parten de él, de su naturaleza peculiar, de su fuerza interior, misteriosa, inescrutable.

La tercera sección, Los nabis, profetas de un nuevo arte, se inicia con El Talismán, una tablilla pintada en Pont- Aven en 1888 por Sérusier bajo la influencia de Gauguin. Esta obra supone el emblema de la ideología estética de este grupo de artistas fundamentales en la vanguardia parisina de finales del siglo XIX. Creían a ciegas en el origen espiritual del arte y el color lo entendían como elemento transmisor de los estados de ánimo.

Por último, El color en libertad conduce al espectador hasta el revolucionario Matisse, pionero en expresarse a través de pinceladas de color puro, más o menos redondas o cuadradas, pegadas, espaciadas, arañadas. Siguieron sus pasos Derain, Valtat o De Vlaminck.

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