Tanto Miquel Mont como Guillermo Mora han optado por sumergirse en la pintura sin poner límites a su medio, al contrario, dinamitándolos: ambos son autores de trabajos pictóricos donde no recurren a la representación figurativa: sus obras, cercanas a la tridimensionalidad o completamente tridimensionales, son fruto de sus acciones mentales o físicas, un receptáculo de las mismas, y por tanto, abstracciones.
Mont, nacido en 1963 en Barcelona, se ha dejado influir por la última vanguardia francesa de Supports-Surfaces o BMPT (vive y trabaja en París) y también por la producción de Blinky Palermo, Larry Poons u Olivier Mosset. Concede importancia al rigor de un proceso de trabajo analítico y sistematizado y no busca dar espacio en sus obras nada más que a la pintura: color, trama, gesto, planitud…
El artista retiene la mirada del espectador en formas que no remiten a recursos narrativos, sino que son objetos destinados al placer y al pensamiento que transforman o activan el espacio donde se encuentran y que ensalzan también la potencia expresiva de lo mínimo y sencillo. Tres elementos esenciales articulan sus pinturas: el soporte, el dibujo o trama y su materialidad física entendida en sentido estricto.
Por su parte, Guillermo Mora, madrileño del ochenta, también ha investigado desde sus comienzos sobre los lenguajes y mecanismos estructurales de la pintura, sobre cómo elaborarla, e incluso ha indagado en su lado comestible, y táctil, reivindicando que este medio no tiene sólo que ser mirado.
Su obra trasciende géneros: expande la pintura a los territorios de la escultura y la instalación con el objetivo de huir de encasillamientos limitadores, y utiliza materiales muy variados, incluyendo restos de sus obras anteriores, para dar lugar a otras que, tal cual las observamos expuestas, sólo existen temporalmente. También excluye narrativas lineales basadas en inicio, nudo y desenlace.
El mano a mano que ambos presentan hasta el 2 de marzo en la Galería Formato Cómodo de Madrid lleva por título “El ojo toca” porque sus especiales pinturas buscan ser “tocadas” por el ojo de un espectador cuya visión, e interés, vaya más allá de la superficie pictórica. Podemos considerar que las piezas que integran la muestra son representaciones en negativo de la presencia de los artistas, de sus acciones, y el público, al interpretarlas, debe proyectar su propia presencia delante de ellas.
Podemos definir estas obras también como cuerpos y como fragmentos; según Mont, estamos siempre pensando en fragmentos. Veo que gran parte de los artistas que considero dentro de lo pictórico están totalmente dentro de una experiencia de la pintura que es fragmentaria. Y es algo que encuentro también en tu trabajo. Precisamente como hemos roto esa especie de relación con una forma que era contingente y autónoma y que era por así decirla, directa hacia nosotros, hemos cambiado ahora la manera de mirar. Y Mora incide en la idea: nuestra sociedad está más interesada en hablar por partes, en fragmentar las historias, seccionarlas, profundizar en ellas…El tiempo actual nos hace dividir la historia total en capítulos. Eso hace que nos alejemos del cuadro en sí. El cuadro tiene una idea de totalidad y es su parte peligrosa, porque también nos hace pensar en ¿qué es la totalidad de algo?
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