El nuevo Caravaggio se exhibe, por vez primera al público, en el Museo del Prado

Desde este 28 de mayo, y en principio hasta el próximo octubre, puede contemplarse en la Sala 8A del Museo del Prado el Ecce Homo atribuido a Caravaggio que hace tres años apareció en el catálogo de Ansorena y de cuya importancia alertó la pinacoteca al Ministerio de Cultura (en aquel momento, recordamos, se atribuía a un seguidor de Ribera y salía a subasta por una cifra muy baja).

Esas sospechas sobre la probable relevancia histórica de la obra llevaron a que sus propietarios la pusieran bajo custodia de la galería de arte Colnaghi -en colaboración con Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulides)- y a que fuera restaurada por Andrea Cipriani y su equipo, bajo la supervisión de expertos de la Comunidad de Madrid y después de una investigación diagnóstica de Claudio Falcucci, ingeniero nuclear especializado en la aplicación de técnicas científicas al estudio y conservación del patrimonio cultural. Unas y otras indagaciones han conducido a afirmar la autoría de Caravaggio sobre la pintura, y serán compendiadas en la publicación Caravaggio: El Ecce Homo desvelado, próximamente disponible; incluirá textos de Maria Cristina Terzaghi, catedrática de Historia del Arte Moderno en la Universidad Roma Tre y miembro del comité científico del Museo di Capodimonte de Nápoles; Gianni Papi, historiador del arte y escritor; Giuseppe Porzio, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Nápoles; y Keith Christiansen, conservador del Metropolitan Museum de Nueva York, que versarán sobre las circunstancias de este hallazgo, la procedencia de la obra, sus pormenores estilísticos, técnicos e iconográficos, su fortuna crítica y el legado dejado por Caravaggio en Nápoles.

Este óleo sobre lienzo, fechado en 1606-1609, remite a los días previos a la muerte en la cruz de Cristo, en los que Jesús fue arrestado y sufrió torturas por los soldados romanos según el Nuevo Testamento. Tras ser flagelado, fue llevado ante el gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, que conforme al texto de san Juan lo presentó ante la multitud llevando una corona de espinas, una caña a modo de cetro y un manto púrpura que le habían colocado sus torturadores, un modo de ridiculizarlo por haberse proclamado rey de los judíos. Con las palabras Aquí está el hombre (Ecce Homo), Pilatos habría enseñado al pueblo su sufrimiento.

En la composición de Caravaggio, la figura más cercana al espectador, inclinada sobre el parapeto delantero, es el propio Pilatos, indeciso, que ante la falta de pruebas pone en manos de la gente el futuro de Jesús, cuya crucifixión sería demandada a gritos. Este, fuertemente iluminado conforme a los contrastes propios del autor de La Virgen del Rosario, ocupa el centro de la imagen y sus gotas de sangre replican el carmín del manto que el soldado de su izquierda le dispone sobre los hombros, llamativo respecto a la carne pálida. El soldado emerge detrás de Cristo con la boca abierta, puede que gritando a los presentes, y en todo caso acentuando el dramatismo del momento: los marcados toques blancos en sus ojos parecen expresar emociones turbulentas y confusas.

Caravaggio. Ecce Homo, 1606-1609. Colección particular, en la sala 8 A. Fotografía: © Museo Nacional del Prado
Caravaggio. Ecce Homo, 1606-1609. Colección particular, en la sala 8 A. Fotografía: © Museo Nacional del Prado

Los tres personajes hacen referencia a modelos ya empleados por Caravaggio en algunos trabajos previos, y también sus gestos muy expresivos son característicos del pintor, que tuvo que abandonar Roma, donde ya había triunfado, tras herir mortalmente en una disputa, justamente en el año en que iniciaría esta composición, a Ranuccio Tomassoni. Para evitar la pena de muerte que pesaría sobre él por este crimen, viajó a Nápoles, donde recibió importantes encargos, y después a Malta, para ser nombrado caballero de la orden de San Juan.

Allí pasó algo más de un año, pero dejó la isla precipitadamente, puede que por haberse descubierto sus antecedentes. Marcharía a Sicilia, y desde allí a Nápoles, se cree que esperando ser indultado. Es posible que la tensión de ese periodo dejara su huella en este Ecce Homo, en el que tuvo que trabajar de forma desesperada, anhelando el regreso a Roma. Su estilo, en este momento tardío, se caracterizaba por sus pinceladas rápidas y sintéticas, aunque no abandonó el detallismo.

Se desconoce quién fue el comitente, pero la obra está hondamente ligada a la historia del coleccionismo en España: se menciona, con bastante seguridad, en 1631 entre los bienes de Juan de Lezcano, secretario del virrey en la corte de Nápoles; en 1657 sería propiedad del conde de Castrillo, al frente del virreinato napolitano de 1653 a 1659; fue trasladada a Madrid, quedando en manos de Felipe IV en el Alcázar; en 1789 se la registra en la Casa de Campo; y posteriormente fue de Manuel Godoy, pasando con parte de su pinacoteca a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a principios del siglo XIX. En 1823, esa institución la permutó por una pieza de Alonso Cano a Evaristo Pérez de Castro. En manos de sus descendientes había permanecido hasta ahora; su actual dueño continúa en el anonimato.

Imagen de la sala 8 A con la instalación Ecce Homo El Caravaggio perdido y la sala 7 A con el David vencedor de Goliat en el Museo Nacional del Prado. Fotografía: Museo Nacional del Prado
Imagen de la sala 8 A con la instalación Ecce Homo El Caravaggio perdido y la sala 7 A con el David vencedor de Goliat en el Museo Nacional del Prado. Fotografía: Museo Nacional del Prado

Comentarios