El Instante Fundación se estrena con Les Registres du Grand-Hornu

Exhibe en su recién abierto espacio madrileño la instalación de Boltanski

Madrid,
Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997
Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997
Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997
Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997

No es un espacio cultural al uso: el pasado mes de enero abrió sus puertas en Palos de la Frontera (Madrid) El Instante Fundación, una sala expositiva que ocupa un amplio local diáfano (una antigua estación de autobús) en el que, además de muestras de artes visuales, tendrán lugar charlas sobre asuntos culturales y científicos, proyecciones, teatro o sesiones musicales. La dirige Esther Suárez y no ha surgido de la iniciativa institucional, sino de la unión de distintos profesionales del sector cultural con ganas de poner en marcha un espacio destinado a la reflexión más que a obtener una buena cuenta de resultados. Entre ellos, el artista José María Sicilia; José Guirao, director de la Fundación Montemadrid y José Luis Gómez, el actor y director teatral.

La primera de sus exhibiciones, abierta hasta el 23 de marzo, está dedicada a Christian Boltanski y su Les registres du Grand-Hornu, una gran instalación formada por cajas de hojalata, etiquetas, fotografías en blanco y negro y lámparas de despacho. Como tantas del autor, y de creadores como los artistas povera o Doris Salcedo, recuerda que forman parte intrínseca de la condición humana la fragilidad y lo efímero: somos únicos y dejamos memoria y huella material, pero éstas irremediablemente tenderán a desaparecer.

Boltanski dio sus primeros pasos investigando su propia biografía y la noción de individuo “tipo”; también sumergiéndose en los rastros y mercadillos con la minuciosidad de quien hace inventario para acumular en sus paseos objetos, fotos y nombres con los que alumbrar monumentos, santuarios dedicados a la memoria de los anónimos que hacen de lo cotidiano y banal materia para el recuerdo.

Les Registres du Grand-Hornu data de 1997; se trata de un muro de más de cuarenta metros de largo por casi cinco de altura. Sobre sus cajas de hojalata oxidadas colocó más de 3000 etiquetas con el nombre de mineros y fotografías en blanco y negro tomadas de los carnés expedidos para los trabajadores de la explotación de carbón belga del Grand-Hornu.

Es su mecanismo para luchar contra el olvido de quienes, en realidad, no conformaron nunca un grupo anónimo sino una suma de individuos con nombre y apellidos; de algún modo los transporta desde el pasado al presente. Dijo de ellos el artista: No sé nada sobre ellos, han sido humanos, han vivido alegrías, desgracias, deseos, pero hoy no subsisten más que sus nombres. Eso es lo único que queda de ellos antes del olvido total: a veces una imagen, a veces un nombre. Aunque algunos espectadores de Les Registres du Grand-Hornu hayan encontrado el nombre de un pariente cercano o algún conocido, la mayoría de estos mineros son hoy olvidados. Es por ello que he decidido volver a nombrarlos: para devolverles un poco de vida durante algún tiempo…

La seguridad de que se trata de nombres reales y las cajas cerradas, como aquellas en que guardamos nuestros secretos o piezas cotidianas, nos hace pensar sobre el paso del tiempo y la liviandad, y a la vez el carácter único, de nuestra propia existencia.

Para terminar de dar sentido a la instalación, no viene mal conocer que la actividad minera del Grand-Hornu acabó en los años cincuenta y que hoy es un complejo cultural que alberga el Musée des Arts Contemporains de la Féderation Wallonie-Bruxelles, a cuya colección pertenece esta obra. El conjunto de edificios forma parte del patrimonio industrial neoclásico de Europa y, en 2012, fue incorporado a la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. Lo humilde a recordar.

Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997
Christian Boltanski. Les registres du Grand-Hornu, 1997

 

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