¿Habéis pensando alguna vez en lo rara que resulta la expresión “naturaleza muerta” para definir lo que define? Su origen procede de una no muy clara traducción al francés y al español del término flamenco “stilleven”, que, siendo algo más exactos, podríamos interpretar como vida en calma, o inmóvil, sentido que sí respeta el Still life de los británicos.
La cuestión es que esta denominación empezó a utilizarse en el siglo XVII aplicándose a un tipo de pintura surgida en Holanda y Flandes que representaba lo que genéricamente podríamos designar con esa tremendamente universal palabra que es “cosas“: alimentos, enseres, objetos decorativos, copas, vasos, centros y arreglos florales, jarros y cuencos, frutas, hortalizas, dulces, insectos y pequeños animales vivos o recién cazados y muertos.
La fotografía, que fue bautizada en sus comienzos por William Henry Fox Talbot como el “pincel de la naturaleza”, siguió la estela de la pintura en cuanto a imitación de los espacios reales o imaginados, a veces llegando a enmendar la plana a los géneros pictóricos.
Bajo el título de “Cosas. La idea de naturaleza muerta en la fotografía y la pintura”, el Museu Fundación Juan March de Palma de Mallorca exhibe, hasta el 10 de octubre, cuarenta y tres fotografías realizadas entre 1855 y 1975 y procedentes todas de la colección Siegert de Múnich, así como siete óleos del siglo XVII, obras de Willem Heda, Pieter Claesz, Juan van der Hamen y Pier Francesco Cittadini que han sido cedidos por colecciones particulares.
Casi tres siglos median, por tanto, entre las pinturas y algunas fotografías, y más de medio entre estas últimas, así que asistimos en esta exposición a un diálogo asincrónico en el que todas las obras tienen como común denominador su carácter de naturalezas muertas, o de vidas en quietud para ser precisos.
Las fotografías seleccionadas para esta muestra fueron tomadas por grandes figuras de la historia de la fotografía o por fotógrafos anónimos o documentalistas, pero llamativamente pertenecen a casi las mismas agrupaciones en series que se observan en la pintura de género: los centros de flores perviven en el pictorialismo del Barón de Meyer (1908) y las composiciones de objetos en mesas son un motivo habitual en la historia de la fotografía (aunque con la novedad evidente de incluir objetos aún no inventados en el siglo XVII) o ser el resultado de procesos de abstracción y concreción mediante el primer plano o el zoom.
Las escenificaciones con animales muertos son en ocasiones literales, como en el caso de Bodegón de caza con The Times de Camille Silvy; otras aprovechan las nuevas técnicas o son literalmente naturalezas muertas en el sentido de vidas interrumpidas, como las composiciones a partir de despieces de abattoirs parisinos de Madame d’Ora.
También en la fotografía del surrealismo proliferaron las mesas con arreglos de objetos, sólo que con escenificaciones fantásticas. Y nos sorprenderá comprobar cuánto tienen en común la vanguardia experimental del siglo XX y un género pictórico anterior: bien miradas, las “fotografías sin cámara” de la experimentación vanguardista que arranca con László Moholy-Nagy, representada en la exposición por un fotograma de Man Ray y por una de las schadografías de Christian Schad, no son sino bodegones. Sintonías razonables.
En definitiva, “Cosas. La idea de naturaleza muerta en la fotografía y la pintura” juega a mostrarnos cómo la fotografía y la pintura, sin dejar de atender a sus cualidades estéticas propias, a su tiempo y a su espacio geográfico, se prestan a múltiples y libres comparaciones y afinidades. En base a cosas.
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