En el verano del año pasado os contábamos que la Fundación Telefónica había depositado en comodato en el Reina Sofía, por cinco años renovables, las cerca de cuarenta obras cubistas fechadas entre los diez y los treinta que componen su colección sobre el movimiento, uno de los núcleos de sus fondos artísticos. El Museo ya subrayó entonces el valor del depósito, tanto por la calidad de las obras como por la pertinencia de estas para completar su también rica colección cubista: algunos de los autores de las mismas no estaban hasta ahora representados en el MNCARS y estos trabajos profundizan, además, en la experiencia latinoamericana de la modernidad en la que el museo viene ahondando en sus muestras recientes.
Pues bien, a partir de hoy, y bajo el comisariado de Eugenio Carmona, el Reina Sofía nos enseña esas obras en las salas 207, 208 y 210 del edificio Sabatini, junto a otros treinta trabajos cubistas de sus fondos, en el marco de una presentación que busca subrayar la pluralidad de propuestas nacidas de un cubismo que muy a menudo es percibido como homogéneo y ocre por el gran público.
Fechadas, como decíamos, tanto en los años fundamentales del desarrollo de esta corriente como en las décadas posteriores, estas obras se deben a Juan Gris, Braque y Picasso, Lhote, María Blanchard, Metzinger, Gleizes, Torres-García, el creacionista Vicente Huidobro o los Delaunay (su simultaneísmo es una variante cubista de color exaltado), pero, según ha explicado Carmona, esta revisión cubista se realiza partiendo sobre todo de las formulaciones del primero, de Gris, cuya obra contiene, en su opinión, la complejidad de lo que el cubismo realmente fue aunque Picasso y Braque miraran con devoción, y casi con obsesión, a Cézanne, del que hablábamos ayer, y también al arte primitivo, que comparte solidez y vocación de permanencia con el del francés.
El comisario encuentra en Gris al menos dos claves para la gestación de las innovaciones cubistas: la acumulación de trampantojos y los juegos de texturas, presentes en su producción hacia 1913, y su redefinición del collage derivada de la presencia en sus lienzos de recursos formales e icónicos que enriquecían la representación del espacio y el tiempo. De forma más o menos explícita, sus avances tuvieron eco en Picasso y Braque, entre quienes tradicionalmente se ha discutido la paternidad del movimiento, pero quien de forma más patente se dejó influir por el artista madrileño en sus incursiones en el cubismo fue Dalí.
No hay que olvidar que, mientras para Braque y Picasso el cubismo fue una fase más –no la menor, desde luego– en sus trayectorias, Gris dedicó su breve vida de 40 años a explorar todas las posibilidades que podían concederle la proliferación de puntos de vista y el reencuentro con la pintura antigua.
Otra de las aportaciones de la muestra es la recuperación de la figura un tanto olvidada de Auguste Herbin, que entre 1909 y 1915 realizó una delicada transición entre el último simbolismo y una figuración protagonizada por el cuidado de las formas y las facetas y por la atención hacia lo cotidiano.
En cuanto a los creadores latinoamericanos presentes en la colección de la Fundación Telefónica y ahora expuestos en el Reina Sofía podemos citar a Xul Solar, Diego Rivera, Emilio Pettoruti o Do Rego Monteiro, que condujeron el movimiento hacia los terrenos identitarios individuales y nacionales que les eran más cercanos.
¿Queréis saber más de cubismo y de la colección Telefónica, ahora depositada en el MNCARS? En marzo del año próximo tendrá lugar un seminario que abordará cómo surgió el cubismo y cuestionará las convenciones establecidas en torno a él. Os contaremos más en cuanto tengamos datos.
“Colección Telefónica. Cubismo(s) y experiencias de la modernidad”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
c/ Santa Isabel, 52
Madrid
Desde el 22 de noviembre de 2017
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