Cézanne, la mirada feroz

La National Portrait Gallery muestra sus retratos

Londres,
Paul Cézanne. Muchacho con chaleco rojo, 1888-1890. Cortesía de la National Gallery of Art, Washington
Paul Cézanne. Muchacho con chaleco rojo, 1888-1890. Cortesía de la National Gallery of Art, Washington

Tras su paso este verano pasado por el Musée d’Orsay, ahora recala en la National Portrait Gallery de Londres una amplia selección de cincuenta retratos de Cézanne. Lo conocemos mejor por sus bodegones y sus paisajes anticipatorios del cubismo, pero en sus cuarenta y cinco años de trayectoria artística el pintor llevó a cabo en torno a 160 retratos, número que supone más o menos una décima parte de su producción.

Y en estas obras, que tras este periplo europeo viajarán a la National Gallery of Art de Washington, Cézanne nos enseñó que, además de anticiparse a las vanguardias con esos otros géneros, también lo hizo pintando rostros con técnica innovadora. Muchos de sus modelos fueron familiares y amigos: a mediados de la década de 1860 se inició en este campo retratando a su, al parecer muy paciente, tío Dominique –lo hizo con dobles capas de pintura, pinceladas enérgicas y dotándolo de miradas feroces que no parece que él tuviera– y sus últimos coletazos en el género los dio de la mano de su jardinero en Aix-en-Provence, Vallier, más o menos medio siglo después, el año de su muerte.

En varios de ellos también se autorretrató, a veces solo y otras junto a su esposa Hortense Figuet, a quien el Metropolitan de Nueva York dedicó una exposición hace tres años. Sabemos que aquellas obras sedujeron en su momento a Picasso y Modigliani, pero por unas u otras razones nunca contó con modelos profesionales y pocas veces pintó a figuras conocidas.

El pintor afirmó buscar construir los motivos a partir de la pintura y no al revés

Paul Cézanne. Madame Cézanne en un sillón rojo, 1877. Museum of Fine Arts Boston
Paul Cézanne. Madame Cézanne en un sillón rojo, 1877. Museum of Fine Arts Boston

A Cézanne le interesaba más el procedimiento que la captación del modelo: es el pigmento, pastoso, el que modula los rasgos y también las tonalidades; él mismo afirmó que buscaba construir los motivos a partir de la pintura y no al revés. Mantendría como rasgos más frecuentes de sus retratos el uso de pinceladas de materia espesa y los rostros esquemáticos, de volúmenes contundentes, apuesta que rechazaba el Salón de París, que convertía al artista en una rara avis en su tiempo… y que mantuvo prácticamente hasta el final de su vida, porque Cézanne era fundamentalmente tenaz y corría con las consecuencias del fracaso de la crítica. La incomprensión ajena siempre lo acompañó.

Introdujo, no obstante, matices: progresivamente, conforme avanzaban los años 1870-1880, dejó que la luz tamizara los colores, trabajó en composiciones espaciales más libres y en dotar a estos retratos del que podemos considerar el sello fundamental del conjunto de su pintura: un aire tan humilde como monumental, un enfoque analítico y una armonía paralela a la de la naturaleza.

En ocasiones trabajó en parejas complementarias o elaborando distintas versiones de un mismo tema, como hacía con sus paisajes. Y también como en estos, utilizó áreas de color planas para conformar la superficie de los cuadros y rompió con el tratamiento tradicional de la profundidad al crear planos sucesivos.

El medio centenar de trabajos que se exhiben ahora en Londres proceden de colecciones internacionales y muchos de ellos no se habían mostrado hasta ahora al público en el Reino Unido.

 

“Cezanne Portraits”

NATIONAL PORTRAIT GALLERY

St Martin’s Place

Londres

Del 26 de octubre de 2017 al 11 de febrero de 2018

 

 

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