Barbara Hepworth: formas para la utopía

El Musée Rodin dedica una retrospectiva a la artista

París,

En colaboración con las británicas Tate y hasta el próximo 22 de marzo de 2020, el Musée Rodin de París dedica una antología a una de las grandes figuras de la escultura en Gran Bretaña en el pasado siglo XX: Barbara Hepworth, cuya obra no se ha difundido demasiado en el país vecino hasta la fecha, pese a que trabajara en la consolidación de una nueva sensibilidad estética y se codeara en el camino con Henry Moore, Picasso o Mondrian. Sus trabajos abstractos, que para muchos transmiten pureza y poesía, recogen sus aspiraciones de un mundo ideal y pacífico y juegan con las nociones de lleno y vacío atrapando al que contempla.

Hay que recordar que, tras las innovaciones que trajo Rodin en forma de querencia por lo inacabado, eclosionó una nueva escultura: en 1905, Maillol imprimía a sus estatuas densidad y autonomía; desde 1909, Brancusi condujo aquel retorno de lo clásico hacia su mayor depuración y el segundo acto en esa senda tendría lugar en Inglaterra, en la década de los veinte, de la mano de Moore y Hepworth.

Barbara Hepworth. Sun and marble, 1971
Barbara Hepworth. Sun and marble, 1971

Lejos del poderoso expresionismo del autor de El beso, la británica inició un camino propio que privilegiaba el lenguaje de los volúmenes y las formas y la naturaleza fue su mayor fuente de inspiración. Sus piezas orgánicas, más allá de una nueva estética, translucen una visión del mundo: tras la I Guerra Mundial y la irrupción de una violencia inédita en Europa, quienes conocieron la obra de la artista encontraron una sensibilidad y una placidez visual lejana a las atrocidades bélicas. Su vocabulario se opone al pathos, al universo maquinista y la continua búsqueda de resultados; en 1934 escribiría que el objetivo de su producción era proyectar en un medio plástico lo que de abstracto y universal hay en la belleza.

Sus piezas radican en el juego entre formas cóncavas y convexas, en la oposición constante, como decíamos, entre lo vacío y lo pleno: son lugares que quieren invitarnos a aspirar a un mundo mejor; que no nos rindamos a la desesperación, en sus palabras.

La exhibición del Musée Rodin, comisariada por Catherine Chevillot y Sara Matson, ofrece una visión general de su carrera, reuniendo, además de esculturas, pinturas y dibujos. Se ha recreado su taller, para evocar también sus métodos de trabajo, y fotografías familiares completan el recorrido.

Aunque su obra no haya contado, como anticipábamos, con gran proyección en Francia, Hepworth frecuentó, junto a su segundo marido, el pintor Ben Nicholson, los círculos artísticos de vanguardia: visitó a Brancusi, Picasso, Braque o Mondrian y asimismo conoció a Arp, Calder y Mirò. Además, desde 1939, trabajaría junto a Cornwall, cuyos paisajes incidirían en su producción, y gozó de un prestigio excepcional en Gran Bretaña y no solo: en 1936 entró en las colecciones del MoMA, en 1965 fue nombrada Dama del Imperio Británico y participaría en las Bienales de Venecia, San Francisco, Sao Paulo o Tokio. El Musée Rodin fue, por su parte, uno de los pocos museos franceses que acogió su obra en vida de Hepworth, fallecida en 1975, aunque en el marco de proyectos colectivos.

Las lecciones de arte egipcio que recibió en el colegio y las escarpadas rocas del condado de Yorkshire donde nació fueron para ella la piedra de toque para comenzar a esculpir. Introductora, junto a su amigo Moore, del agujero en las obras tridimensionales, y defensora de la importancia de la tactilidad de su medio (creía que toda escultura debía ser tocada y que ante ella hay que abandonar la rigidez, desplazarse, alejarse y acercarse), la británica concedió tanta importancia a los materiales con los que elaboraba sus trabajos –sobre todo la madera y el bronce– como al espacio que creaba en torno a ellos y en ellos mismos, atravesando las piezas.

Comenzó esculpiendo cabezas en bloques antes de avanzar en la prefiguración de ese núcleo hueco y, manteniéndose al margen de la impronta surrealista, alcanzó la claridad geométrica de sus formas fragmentadas y asimétricas. Tensó cuerdas sobre cavidades cóncavas, y su poesía y su formalismo distinguen su obra de la de Moore, con su intensidad dramática.

Barbara Hepworth esculpiendo en el Palais de Danse, 1961
Barbara Hepworth esculpiendo en el Palais de Danse, 1961
Barbara Hepworth. Three forms, 1935
Barbara Hepworth. Three forms, 1935

 

Barbara Hepworth

MUSÉE RODIN

77 rue de Varenne 

París

Del 5 de noviembre de 2019 al 22 de marzo de 2020

 

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