Parece ser que se forma en Florencia con Verrocchio y con Piero della Francesca, llegando a una nueva concepción tanto de las figuras como del espacio. Trabaja en Umbría, Venecia, y Toscana y de 1478 a 1492, realiza encargos para el Vaticano. Es buen retratista y buen pintor de frescos, pero su fama se debe sobre todo a sus retablos, dotados de serenidad, sentimentalismo y piedad en la forma, a lo que añade un cromatismo suave y unitario. En 1505 se establece de forma permanente en Perugia, viviendo su momento culminante cuando el joven Rafael ingresa en su taller. La armonía y claridad espacial de sus composiciones, basada en la utilización de profundos puntos de fuga, así como sus idealizadas figuras, tienen una gran influencia en su joven discípulo. Entre sus mejores obras encontramos La entrega de las llaves a San Pedro (1482), Capilla Sixtina, Vaticano