Se forma en la Escuela de Bellas Artes de Zagreb (1930 1932), siendo de gran importancia la confluencia de culturas en el desarrollo de su estilo. Vive sus primeros encuentros con el arte en la década de los veinte, cuando conoce el estilo de secesión que se desarrolla en Viena, así como el impresionismo de Praga. Sus viajes por Europa le permiten conocer el arte de los iconos, el arte de Goya y el de El Greco. La Segunda Guerra Mundial marca su vida, ya que es deportado por los alemanes a Dachau (1944 1945), siendo sus dibujos documentos extraordinarios de la vida en el campo. Tras su liberación se instala en París en 1952, pintando obras inspiradas en los paisajes venecianos y en las escenas dálmatas, en los que priman los colores terrosos y anaranjados fundidos en una atmósfera velada que posiblemente aprende del veneciano Guido Cadorin, del que es ayudante en 1946. El dominio de la abstracción en los sesenta le lleva a vivir momentos críticos, retomando entonces temas de los cuarenta, como se observa en “No somos los últimos” (1970 1975), serie que alude a la deportación. En los ochenta trabaja intensamente tanto el retrato propio como el ajeno.