Su adolescencia transcurre en Padrón y en Vilagarcía como empleado de un almacén. En 1917 se traslada a Madrid para cumplir el servicio militar, entrando en contacto con el ambiente de los dibujantes gráficos, a lo que se dedicará el resto de su vida. En 1926 la Diputación de Pontevedra le concede una beca que le permite trasladarse a París: aquí se matricula en una academia de pintura y se acerca al panorama de las vanguardias figurativas y abstractas del periodo de entreguerras. Su regreso a España en los años 30, supone su colaboración como ilustrador en periódicos y revistas como El Pueblo Gallego, o La Nueva España, ilustraciones en las que se puede apreciar la influencia del grabado expresionista, y que alterna con la realización de cuadros de escenas campesinas donde la monumentalidad de las figuras se combina con una pincelada espontánea. Afectado profundamente por la Guerra Civil y recluido en Galicia en un completo aislamiento, se dedica a pintar escenas populares y retratos, realizando hacia 1945 obras de gran calidad y equilibrio entre las que destacan A Cacharreira y Dúas paisanas. En 1951 publica su ensayo En torno a la fotografía popular. Figura de referencia para el posterior desarrollo de la vanguardia gallega, tras su muerte sus amigos Luís Seoane, Rafael Dieste y Antonio Baltar, deciden dar su nombre al Museo Gallego de Arte Contemporáneo de O Castro Sada, La Coruña.