Aitor Ortiz, la solidez y la sugerencia

El Museo UNAV reúne sus proyectos pasados y recientes

Pamplona,

La ría de Bilbao, casi como animal mitológico y también como lugar para la nostalgia, fue el centro de la obra de Aitor Ortiz cuando inició su trayectoria artística a mediados de los noventa y, con el paso de los años, a su atención a la arquitectura se ha sumado su exploración de las posibilidades formales de la fotografía, entendida como disciplina que no tiene por qué reflejar realidades, sino que también puede construirlas o sugerirlas. El espectador de esas imágenes no será, por tanto, un contemplador a secas, sino un observador interpelado, llamado a interpretar los espacios imaginarios que ve.

Esa vertiente primera de la obra de Ortiz y esta segunda en la que libera a la fotografía, por completo, de su tradicional función de registro se reúnen en la muestra que hoy ha abierto sus puertas al público en el Museo Universidad de Navarra: “La memoria trazadora”, un nuevo capítulo de su programa Tender Puentes, por el que se invita a fotógrafos contemporáneos a dialogar con la colección fotográfica de este centro.

A Ortiz, el contacto primero con estos fondos, sobre todo con los álbumes dedicados a los altos hornos de Vizcaya, le suscitó cierta nostalgia y le hizo ganar conciencia de hasta qué punto la estética y las atmósferas de esas industrias (cuyos tiempos vivos ya pasaron, de forma no tan distinta a como pasaron los de los pueblos despoblados) han tenido importancia en sus procesos artísticos hasta ahora. Así inició, al preparar esta exposición y según sus palabras, un camino de introspección y de redefinición de sus motivaciones, de sus influencias previas y de las conexiones entre sus obras.

Aitor Ortiz. "La memoria trazadora" en el Museo Universidad de Navarra
Aitor Ortiz. “La memoria trazadora” en el Museo Universidad de Navarra

En Pamplona se muestran obras de distintas series –las imágenes más tempranas datan de 1995– pero no nos encontramos ante una retrospectiva: el recorrido de la exposición no es único ni lineal y su eje son esos nexos entre las piezas e incluso su diálogo con los espacios del museo. Si en los pasillos encontramos sus fotografías dedicadas a la arquitectura y a los juegos ilusorios que, en determinadas condiciones lumínicas, puede generar (no registra construcciones e interiores, sino que los interpreta desde la abstracción), en el interior de las salas podemos encontrar los frutos de la profundización en ese último aspecto: imágenes que inciden en cuestiones vinculadas a la ejecución de la fotografía.

No hay en ellas representaciones objetuales, ni tampoco referencias directas, sino que las fotografías se convierten en objetos fotográficos autónomos que se representan a sí mismos. Aluden a la naturaleza básica del medio, aunque la expandan y la rompan: Ortiz se sirve de los procedimientos de construcción de la imagen para construir objetos, de modo que trabajando en el puro lenguaje fotográfico genera a la vez fotografías, y, valga la redundancia, objetos.

Aitor Ortiz. "La memoria trazadora" en el Museo Universidad de Navarra
Aitor Ortiz. “La memoria trazadora” en el Museo Universidad de Navarra

Sus mallas y tramas, como las de la serie Net, establecen espacios de apariencia virtual en los que lo inestable gana a lo fijo; el espectador puede sentir el enriquecedor desconcierto entre lo que ve y lo que es capaz de interpretar frente a la volumetría y los cambios de percepción que ocasiona la distancia y su propio movimiento. Al desplazarnos en torno a estas obras, nacidas de procesos lentos y meticulosos y del estudio de las lógicas visuales (fijaos en la duración de sus series), esas redes pueden convertirse en manchas, y esa transformación tiene que ver precisamente con nuestro cerebro, y como apuntó Valentín Vallhonrat, con el efecto óptico llamado Moirè: percibimos la interferencia de dos rejillas de líneas dispuestas en distintos ángulos o que tienen tamaños distintos.

Lo importante no es tanto que el espectador entienda esos efectos y su causa sino que comprenda que la fotografía, medio al que hasta no hace mucho hemos considerado –en general y popularmente– prueba de verdad irrefutable y reflejo de lo real del que fiarnos, puede también ser, o quizá siempre haya sido, una disciplina capaz de generar duda, una herramienta de creación y no de registro cuyos elementos lingüísticos, o sus propios argumentos, pueden ser la estructura compositiva, el vacío, las propiedades de los materiales (transparencia, opacidad, densidad…).

Aitor Ortiz. "La memoria trazadora" en el Museo Universidad de Navarra
Aitor Ortiz. “La memoria trazadora” en el Museo Universidad de Navarra

Entre las series del artista representadas en “La memoria trazadora” encontramos Espacio latente, realizada en la última década. En ella ha atendido a dos líneas de trabajo: por un lado, la generación de objetos a través de procedimientos fotográficos, que le ha permitido constatar hasta qué punto la fotografía puede consolidar y dar verosimilitud a un hecho (motivo) que puede no ser verosímil, y también reflexionar sobre la dualidad entre lo que asimilamos como válido y lo que no lo es, en un nivel visual; por otro, la indagación sobre la relevancia del punto de vista. En todas las imágenes vemos únicamente un marco vacío y un espejo, pero el cambio de la disposición de esos elementos en cada una lo transforma todo: el reflejo –como ya anticipó el filósofo– puede introducir incoherencia y hacernos dudar de la geometría original.

Por su parte, en la serie Umbral (2012-2018) ha trabajado Ortiz en tramas impresas sobre planchas de aluminio perforado que configuran imágenes, desde la vinculación al soporte pero por sí mismas. Algunas son del todo abstractas y en otras es posible reconocer el motivo original, pero, en cualquier caso, es interesante la relación, entre cómplice y frágil, surgida entre el objeto que el artista construye y las fotos que genera, porque hasta que el proceso de creación de la imagen no ha finalizado no pudo conocer a ciencia cierta sus particularidades.

Con esas mallas y con Net podemos relacionar Amorfosis, serie en la que ha venido trabajando desde los noventa y hasta ahora. Sus mimbres son arquitectónicos, pero no encontramos aquí el registro de edificios concretos, documentados, sino imágenes de las estructuras que los cubrían mientras eran construidos: redes de líneas, a veces sin orden y otras veces de disposición muy clara y geométrica, que en algún caso contrastan con alguna maraña de vegetación próxima. Esas líneas arquitectónicas se hacen abstracción y podrían aproximarse al campo de la instalación, por imprimirse las obras sobre tubos de aluminio: parece explorar Ortiz todos los niveles posibles de la imagen, su medio fundamental de trabajo por más que sus obras se entrecrucen con muchos otros.

Aitor Ortiz. "La memoria trazadora" en el Museo Universidad de Navarra
Aitor Ortiz. “La memoria trazadora” en el Museo Universidad de Navarra

Dos proyectos de los expuestos en Pamplona tienen, en un grado mayor que el resto, la luz como protagonista: se trata de la preciosa serie NotOna (2015) –la única en la que aparece la figura humana– en la que documentó, esta vez sí, una intervención de NotVital en Patagonia: una casa-escultura perfectamente geométrica encastrada en una roca. Ortiz se fijó en la luz que emanaba de ella frente a la oscuridad circundante, dando lugar a imágenes que, por su belleza sin distracción, parecen irreales, paradójicamente extrañas en una de las series en las que menos intervino, y de forma menos compleja. La luz tenue del pasillo donde se exhibe acentúa la calidez emanada de la casa proyectada por NotVital.

El otro proyecto es Muros de luz, diez años anterior, en el que de una cantera, excavada también desde la geometría, emana la luz. No hay, como en NotOna, intervención propia sobre el paisaje, sino reflejos poéticos de la acción de otros en él.

Sí encontramos una nueva proyección de la fotografía hacia la escultura o la instalación en Modular (2002), un conjunto de fotografías de fragmentos de edificios industriales descontextualizados. Trabajó desmaterializando sus arquitecturas alterando el punto de nitidez en una cámara técnica, un proceso que no puede hacer el ojo, y construyendo paneles fotográficos verticales que componen una instalación unitaria, pero que se disponen en ángulos distintos respecto a la pared, de modo que dan lugar a un espacio nuevo, y a lecturas que no podrían posibilitar las imágenes individualmente. Las luces y sombras a las que dan lugar forman, también, parte de esta propuesta, y constituyen un nuevo ejemplo de cómo Ortiz trabaja dejándonos ver que cambios aparentemente inocuos pueden ser profundamente transformadores.

Aitor Ortiz. "La memoria trazadora" en el Museo Universidad de Navarra
Aitor Ortiz. “La memoria trazadora” en el Museo Universidad de Navarra

Llegamos a la propuesta final –que no tiene por qué serlo, el recorrido es libre– regresando al principio. Decíamos que Ortiz desarrolló su primera obra fijándose en la arquitectura de las industrias de Vizcaya y evolucionó hacia la reflexión sobre la fotografía como medio, no solo de representación, sino sobre todo de creación. Link (2018) es una de las propuestas presentadas en Navarra –y es la primera vez que se exhibe en un museo– en la que esa doble vertiente, que no es del todo doble, se hace más patente.

Evoca el artista la memoria del Bilbao industrial desaparecido al presentarnos las grandes planchas de acero que formaron parte del suelo de una fábrica de cadenas marinas ya abandonada. Sus deformaciones, pequeños hoyos y líneas componen la piel de un esplendor de actividad pasado; transmiten cierto lenguaje de la memoria aunque surgieran aleatoriamente de las tensiones que las propias cadenas ejercieron en estas losas, negras y rotundas pero también poseedoras de una contundencia lírica.

Surgen de la necesidad del artista de mostrar el objeto como imagen y se acompañan, en la presentación en el Museo de la Universidad, de música de Gorka Alda inspirada en los sonidos de la fábrica y de fotografías, en otra sala, de esas mismas planchas. Parecen vistas aéreas de paisajes espaciales o de terrenos baldíos; lo muy tangible y pesado se hizo abstracto al paso de la cámara.

 

 

Aitor Ortiz. “La memoria trazadora”

MUSEO UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Campus Universitario

Pamplona

Del 28 de septiembre de 2018 al 4 de marzo de 2019

 

 

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