William Tucker, masa y figura

El Museo de Bellas Artes de Bilbao revisa sus últimos treinta años de trabajo

Tucker. Masa y Figura

MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO

Plaza del Museo, 2 48011

Bilbao

Del 9 de junio al 14 de septiembre de 2015

Bilbao,
William Tucker. The Cave
William Tucker. The Cave

En el apabullante currículum de William Tucker, además de sus estudios y su docencia en la St. Martin’s School of Art y su beca Lord Sainsbury Scholarship, figura el haber representado a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia de 1972.

En aquella cita mostró esculturas abstractas semejantes a enormes trazos de metal que resultaban representativas de su apuesta por el Minimalismo en aquel momento, simbolizaban su oposición a la tradición narrativa de la escultura figurativa y suponían el inicio de una reflexión profunda sobre la esencia de este medio.

Un año después se convertiría en el primer artista en protagonizar una exhibición individual en la Serpentine Gallery de Londres, cuando prácticamente acaba de abrirse este espacio a modo de kunsthalle para el arte contemporáneo por el Arts Council of Great Britain. Años más tarde, cuando Tucker ya se había instalado en Nueva York, recibió la beca Guggenheim Fellowship for Sculpture (1981) y comenzó a crear obras prestando especial atención a los que entendía como principios originarios y básicos de la escultura: el modelado y la verticalidad.

Su trayectoria dio un giro: apostó en aquellos ochenta por la escultura figurativa de volúmenes simplificados y rasgos orgánicos. Becado por el National Endowment for the Arts y premiado por el International Sculpture Center con el Lifetime Achievement, este artista de origen egipcio ha introducido su obra en las colecciones de la Tate Gallery de Londres, el Guggenheim y el MoMA de Nueva York, el Nasher Sculpture Center de Dallas, el Museum of Fine Arts de Houston y la Art Gallery of New South Wales de Sydney.

Desde hoy y hasta el 14 de septiembre, Tucker presenta su primera muestra en España: cien trabajos fechados entre mediados de la década de los ochenta y los primeros 2000 que pueden verse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Se trata de una docena de esculturas de gran tamaño, otras tantas de tamaño medio, veinticuatro maquetas de sus proyectos de arte público que sirven para contextualizar temáticamente el conjunto de su producción y cincuenta y siete dibujos de gran formato que nos ayudan a entender sus procesos creativos.

Rehuye Tucker de la escultura que pretende monumentalizar la figura humana y hacer de la representación de un tema su razón de ser

William Tucker
William Tucker

Tanto en los trabajos fundamentalmente abstractos de sus inicios como en los más figurativos de su última etapa, Tucker repasa de modo más o menos explícito temas clásicos de la mitología y de la historia del arte –cabezas humanas o animales, torsos, pies – subrayando la energía de la materia escultórica en la estela de Rodin o del turinés Medardo Rosso. El homenaje se hace explícito en algunas de las obras que pueden contemplarse en Bilbao, como Homage to Rodin (Bibi) (1999) o trabajos con el mismo tema a mayor escala, como The Hero at Evening (2000) o Emperor (2002).

En Night (2004) evoca La Noche de Miguel Ángel en la capilla de los Médicis de la basílica florentina de San Lorenzo y The Void (2005) se relaciona con la escultura de Giacometti Manos sosteniendo el vacío. Se trata de bronces de manos que, como torsos, constituyen un fragmento de la anatomía humana convertido en obra autónoma.

Rehuye Tucker de la escultura que pretende monumentalizar la figura humana y hacer de la representación de un tema su razón de ser, presentándonos en su lugar volúmenes enigmáticos que el público debe desvelar a partir de indicios más o menos reconocibles o del conocimiento de referencias literarias o a la historia del arte.

En última instancia, sus trabajos constituyen presencias físicas, masas en las que el modelado en yeso o arcilla de las manos del escultor traza gestos no acabados que conforman una superficie con la ambigüedad deliberada del non finito. Todas parecen abstractas, aunque una mirada lenta revela que son cabezas, torsos o manos con una cualidad monumental y un perfil cambiante que obligan al espectador a moverse a su alrededor y relacionarse, no sólo visualmente sino también corporalmente, con ellas.

Kosme de Barañano, comisario de este proyecto, se refiere a ellas como ” masas primordiales al borde de la figuración, como grandes meteoritos caídos sobre la tierra”.

Si visitáis la exposición, no olvidéis acercaros al paseo de Abandoibarra bilbaíno, donde desde hace treinta años puede contemplarse Maia, un bronce del artista de tres metros de altura y otras tantas toneladas de peso, ni fijaros en The Cave, la obra expuesta en la Gran Vía, junto a la sede del BBK, en la que hace alusión a la novela La caverna de José Saramago.

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