Como un lenguaje fuera del tiempo, ajeno a precisiones, misterioso sin necesidad de ser otra cosa. Así abordan Cristina Mejías y Virginia Herrera la expresión corporal en “Un amplio pliegue, un largo tejido”, la muestra que hasta el 18 de marzo les dedica la Galería Javier Silva de Valladolid y que comisarían Blanca del Río y otra artista de esta sala, Mercedes Pimiento.
El punto de partida sobre el que artistas y comisarias han planteado este proyecto es el declive, el olvido hoy, de la dicotomía entre alma y cuerpo: entienden que todo lo que interiormente nos alimenta forma un sistema indisoluble con nuestro organismo físico y que este es el vehículo que transmite, en sus formas y apariencias, el pensamiento. Evocan en este sentido a Merleau-Ponty y su ensayo Fenomenología de la percepción (1945), en el que proponía abordar dicho cuerpo como lenguaje o expresión, entendiendo que la naturaleza del propio lenguaje tiene una muy destacada vertiente corpórea. Trasponiendo estas ideas a la esfera creativa, formuló que la obra de arte también puede ser entendida como una operación del lenguaje, al ser construida con el cuerpo y a partir de él. Y más allá: obras y cuerpos vendrían a adquirir roles semejantes, al ser expresión y fruto de impulsos interiores.
Mejías y Herrera muestran aquí esculturas, dibujos y vídeos en los que exploran individualmente esas relaciones entre lenguaje y cuerpo, materia y signo. De la primera podemos ver Temps vecú y For what cannot be recovered can at least be reenacted, piezas ambas que exploran el potencial expresivo del gesto, sobre todo del facial o el de las manos. Estas últimas, tocando, guiando o gesticulando, aparecen en Temps vecú y Mejías se sirve de ellas para vertebrar una historia, para comunicar un relato que no requiere de transmisión textual: nos encontramos ante una proyección en la que la mano de la autora y la de su abuela, enlazadas, desplazan un único lápiz sobre una superficie vacía. El resultado son signos que no podemos descifrar racionalmente y a los que solo el cuerpo da (poético) sentido desde su impulsividad.
Y For what cannot be recovered can at least be reenacted es un trabajo híbrido, a medio camino entre la arqueología y la performance. Ambas disciplinas se mueven en terrenos vinculados al cuerpo y su movimiento en el espacio, y a la memoria, susceptible de ser narrada. A partir de una grabación del performer y arqueólogo Efthimis Theous en el Museo Arqueológico griego de Gavdos, en la que gesticulaba con las manos para mostrar las piezas de este centro e interactuar con ellas, la artista pidió a la bailarina Júlia Aragonès que realizara una nueva performance en la que tradujera los gestos de aquel, como si las manos de Theous marcaran los movimientos de su cuerpo. Finalmente, Mejías elaboró un vídeo en el que se superponen las grabaciones de arqueólogo y bailarina, acompañándose de piezas de varios materiales y formas a modo de instalación. Esta vez la piel busca acercarse a la historia para dar lugar a narraciones de la misma alternativas a las habituales, nacidas del lenguaje de los cuerpos y no del verbal.
Virginia Herrera, por su parte, presenta en Javier Silva Paraíso, un trabajo en el que ha continuado dando forma a su interés por enigmas antropológicos como el origen de la memoria y el de nuestra espiritualidad. A través de cerámicas elaboradas más desde la intuición que desde la previsión, cuestiona cómo hemos articulado nuestro lenguaje simbólico, cuáles han sido nuestros caminos y recursos para convertir, siempre a través de acciones corporales, el pensamiento inmaterial en una imagen tangible.
Decía Nietzsche que no comunicamos nunca pensamientos, sino movimientos y señales mímicas que el otro traduce como tales. Adoptando ese punto de vista, tendríamos que decir que la imagen en sí misma no comunica: lo hace a través de su fisicidad, de un soporte con unas características concretas de textura, peso o durabilidad.
Paraíso es el fruto de las reflexiones de Herrera sobre la corporalidad de la idea, inmaterial en inicio: consta de un conjunto de esculturas en cerámica, de formato mediano y pequeño, y de una serie de relieves, también cerámicos, técnica que ella ha elegido por su vinculación estrecha y evidente con el cuerpo del artesano en su elaboración y con la tierra. Además, incide así en que, tras cada una de estas obras, conectadas con pasados arcaicos, transmisoras de mensajes, subyace un proceso de trabajo corporal y prolongado en el que el cuerpo debe vencer las resistencias del material para generar gestos, comunicar.
Estas cerámicas se han dispuesto en el espacio de Javier Silva como si se tratara de pistas, de restos que el espectador ha de intentar descifrar para acercarse a ese lenguaje, derivado del cuerpo, su movimiento y sus frutos físicos, que siempre guardará enigmas y que no se pierde cuando lo hacen los textos, las palabras.
“Un amplio pliegue, un largo tejido”
c/ Renedo, 8
Valladolid
Del 9 de febrero al 8 de marzo de 2019
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