Vigée Le Brun, la retratista de la Francia dorada

El Grand Palais acoge la primera retrospectiva francesa de la artista

París,
Élisabeth Louise Vigée Le Brun. Autorretrato, 1790
Élisabeth Louise Vigée Le Brun. Autorretrato, 1790

Junto a Quentin La Tour o Jean-Baptiste Greuze, Élisabeth Louise Vigée Le Brun fue una de las grandes retratistas de la Francia de la segunda mitad del s XVIII. Dio sus primeros pasos trabajando para la pequeña burguesía y más tarde pasó al servicio de la nobleza y también de los reyes: fue retratista oficial de María Antonieta.

Su talento se vio reconocido y ella misma fue muy consciente de él. La prueba de que, pese a que quizá no es tan conocida por el público como mereciera pero sí se mantiene su fortuna crítica, es la retrospectiva, la primera en Francia, que hasta el próximo 11 de enero le dedica el Grand Palais de París. Se compone de 130 obras, una selección de las cerca de novecientas que se calcula que realizó; en su mayoría retratos, pero también paisajes.

Vigée Le Brun fue instruida por su padre, también pintor, antes de que éste falleciera cuando tenía 15 años. Cuatro más tarde entró en la Real Academia Francesa y, tras contraer matrimonio con Lebrun, un artista más bien mediocre pero bien relacionado socialmente, recorrió Europa retratando a intelectuales y nobles. En 1809 regresó a su país, donde fallecería en 1842.

Se había especializado, como hemos dicho, en el retrato: se entrenó con su familia y pronto, en las dos décadas anteriores a la Revolución, no le faltaron los encargos. Además de los de María Antonieta y los de miembros del clero y la nobleza, llevó a cabo algunos alegóricos, como el de la Virtud dudando o los de la pintura y la poesía, y también piezas galantes destinadas a gabinetes privados.

Destaca, pese a su juventud, la seguridad de las pinceladas de estos trabajos tempranos, que pecan de una idealización quizá excesiva aunque muy propia del periodo, que no buscaba la captación psicológica ni la visión crítica del modelo sino su mera representación benigna.

Elisabeth Louise Vigée Le Brun. La Tendresse maternelle, 1786. Paris, musée du Louvre
Elisabeth Louise Vigée Le Brun. La Tendresse maternelle, 1786. Paris, musée du Louvre

Trabajó al óleo, al pastel, al carboncillo y a la tinta y cautivó no solo a María Antonieta, a quien retrató nada menos que en treinta y cinco ocasiones, sino también a nobles próximos a su corte como la duquesa de Chartres, el príncipe de Nassau, el duque de Berry, Madame de Stäel, Madame de Talleyrand o Hubert Robert. Muchos pasaron de los pinceles de Vigée Le Brun a la guillotina. Ella se autorretrató también varias veces con los atributos de su actividad; el último data de 1808 y es el más depurado.

En su etapa de madurez, sus obras ganaron planitud y perdieron volumen, pero mantuvieron su idealismo.

Para que nos hagamos a la idea de su éxito: superó en ingresos a Reynolds o Gainsborough y se granjeó la admiración de Ingres o Jacques-Louis David.

 

 

 

 

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