Velázquez
GALERIES NATIONALES DU GRAND PALAIS
Porte Champs-Elysées, 3, avenue du Général-Eisenhower
París
Del 25 de marzo al 13 de julio de 2015
Las variaciones de su estilo, la impronta en su obra del naturalismo y el caravaggismo y los secretos del virtuosismo de sus paisajes, retratos y pinturas de historia: los rasgos fundamentales de las creaciones del pintor sevillano se estudian exhaustivamente en la gran exhibición que el Grand Palais de París le dedica hasta el 13 de julio y que ha sido comisariada, en esta presentación francesa, por el conservador del Museo del Louvre Guillaume Kientz. Con anterioridad pudo verse en el Kunsthistorisches Museum de Viena en una versión más reducida.
Pese a la fascinación de los impresionistas, sobre todo de Manet, por la figura de Velázquez, hasta ahora nunca se había presentado en Francia una muestra monográfica del artista, y esta deuda la han tratado de saldar el Louvre y la Reunión de Museos Nacionales Franceses, coorganizadores de la exposición, con creces: esta retrospectiva es la mayor dedicada al pintor barroco desde la que el Museo del Prado le brindó en 1990, en la que la cifra histórica de más de 600.000 personas pudo ver la mayor parte de su producción.
El Grand Palais expone 119 obras de las que 51 son velazqueñas; el resto pertenecen a pintores contemporáneos al que fuera pintor de cámara del monarca Felipe IV. El Prado ha prestado algunas de ellas, como La fragua de Vulcano, pero no faltan en París la Venus del espejo, que cede para la ocasión la National Gallery de Londres, el muy realista Retrato del papa Inocencio X llegado de la Galleria Doria Pamphilj de Roma ni La educación de la Virgen, descubierta en un sótano de la Universidad de Yale en 2010, restaurada con la colaboración de la Fundación Banco Santander y expuesta hasta el pasado enero en Sevilla, a donde regresó cuatro siglos después de ser pintada. Esta última pieza, datada en 1617, se acompaña en la exposición francesa de otros trabajos tempranos de Velázquez, como El almuerzo y Los tres músicos. En representación de su periodo final podremos contemplar La infanta Margarita (1659) o El príncipe Felipe Próspero (1659).
La muestra se ha estructurado cronológicamente, así que de la mano de las pinturas seleccionadas podremos recorrer la trayectoria de Velázquez desde sus años de formación hasta su consolidación como pintor de bodegones y de escenas costumbristas y retratista. La fama que cosechó realizando retratos como el de Góngora, que también ha viajado a París, le valió en 1623, a sus 24 años, entrar en la Corte, donde pudo aprender, mano a mano, de Rubens, que en 1628 llevó a cabo varios retratos de Felipe IV. Obras velazqueñas como El triunfo de Baco, un año posterior, no podrían comprenderse sin su influencia.
La exposición parisina también da cuenta de sus dos viajes a Italia, del progresivo enriquecimiento de la paleta del pintor y de la luminosidad que dotaba a sus cuadros, del tan comentado cuidado y la dignidad con los que Velázquez retrató a niños y bufones y de su espléndido dominio del juego de pinceladas: a veces espesas, a veces livianas, apreciable sobre todo en la Venus del espejo.
Obviamente, Las Meninas no han viajado a París, pero sí estará presente en el Grand Palais la copia de esta obra que en 1660 realizó, casi con seguridad, su yerno Juan Bautista Martínez del Mazo. Algunos quizá la visteis en la exposición “Velázquez y la familia de Felipe IV” y es inevitable pensar en la proximidad de su estilo al del maestro.
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