Si nos acercamos al Museo Reina Sofía en los próximos meses, encontraremos un Miró nuevo en el centro madrileño: se trata de Paysage (Paysage au coq), un óleo sobre lienzo fechado en 1927 que ha sido cedido en préstamo por la suiza Fundación Beyeler, institución que ya colabora habitualmente con el MNCARS en la organización de exposiciones temporales conjuntas.
El Reina Sofía cuenta en su colección con una amplia representación de pinturas de Miró (cincuenta y cinco en total), la mayoría datadas en el último periodo del artista, pero no son demasiadas las pinturas fechadas en la segunda mitad de la década de los años veinte y, de ellas, ninguna pertenece al grupo de los llamados “paisajes animados“, así que este Paysage cedido ahora en préstamo por la Fundación Beyeler resulta especialmente interesante en el contexto de las colecciones del propio Museo.
En 1911, a los dieciocho años, Miró pasó un periodo de convalecencia en la masía de sus padres en Mont-roig, pueblo al que volvió después en muchas ocasiones. Allí, el contacto directo con la naturaleza contribuyó a determinar la mayor parte de sus creaciones iniciales, sirviendo como punto de partida para su estilo maduro.
El artista llegó a decir “Yo soy mucho más feliz con los agricultores de Mont-roig que […] entre las duquesas en grandes palacios en París”.
En la obra cedida al MNCARS encontramos una escalera -la célebre escala de la evasión- que, por efecto de la perspectiva, va estrechándose a medida que se eleva y parece penetrar en el cielo, combinando lo terrenal y lo místico, a la vez que actúa como eje decisivo de la composición.
El gallo que da título al cuadro vuela o canta a la derecha del lienzo, y bajo su figura vemos inscrita la letra “E”, quizá en alusión a España, rememorada y añorada por Miró desde Francia.
El resto de los objetos que aparecen en la obra-una extraña rueda, una nube y algunas piedras diseminadas por la tierra rojiza- conceden a la pieza una atmósfera misteriosa y casi alucinatoria.
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