Un enigma llamado Marisa Merz

El Metropolitan presenta su primera gran retrospectiva en Estados Unidos

Nueva York,
Marisa Merz. Untitled, 1993-1996
Marisa Merz. Untitled, 1993-1996

Ayer abrió sus puertas en el MET Breuer, la nueva sede del Metropolitan en el edificio que ocupara hasta el año pasado el Whitney Museum, la primera gran retrospectiva en Estados Unidos de Marisa Merz, quien en su momento fuera la única mujer en el círculo de artistas povera.

La exhibición, organizada en colaboración con el Hammer Museum de Los Ángeles, donde se verá entre junio y agosto, explora sus cinco décadas de trayectoria y la variedad de medios en que se ha desarrollado, fundamentalmente pintura, escultura e instalación. Cuenta con sus investigaciones primeras con materiales y procesos creativos no tradicionales, con las instalaciones más significativas de su etapa madura, que conjugaban gran formato e intimismo, y con sus misteriosas cabezas-retrato posteriores a 1975.

Fue precisamente tras sumarse a la corriente povera en los sesenta cuando Merz alcanzó reconocimiento internacional, rechazando la riqueza material de la posguerra a favor de materiales pobres, sin asumir credos estilísticos ni ideológicos rígidos y negando los códigos existentes y las supuestas limitaciones del arte. Como única protagonista femenina del movimiento y una de las escasas creadoras italianas en alcanzar difusión, desarrolló una producción profundamente personal en la que no buscó evolucionar conforme a los estándares de una carrera al uso sino convertir sus propias experiencias vitales en experiencias artísticas, trabajando en los intersticios entre vida y creación en los que tan frecuentemente se mueven los jóvenes artistas de hoy.

Marisa Merz. Untitled, 1993
Marisa Merz. Untitled, 1993

 

De la mano de Merz nacieron proyectos efímeros y duraderos, a pequeña y a gran escala, en los que no existían las diferencias entre espacios públicos y espacios privados

Marisa Merz. Untitled, 2010
Marisa Merz. Untitled, 2010

De la mano de Merz nacieron proyectos efímeros y duraderos, a pequeña y a gran escala, en los que no existían las diferencias entre espacios públicos y espacios privados. Sus primeras propuestas las concibió como una expansión de la domesticidad – era el caso de Untitled (Living Sculptures), con las que a mediados de los sesenta nos introducía en su cocina a través de utensilios de aluminio retorcido suspendidos, y de diversas series de objetos delicados de halo poderoso elaborados con materiales entonces innovadores como alambre de cobre y agujas de tejer -. Las técnicas de la artesanía tradicional tienen gran peso en su obra, y también se dejó influir por los móviles de Calder y los assemblages de Picasso.

A mediados de los setenta comenzó a elaborar pequeñas cabezas modeladas en arcilla, a veces recubiertas de pigmentos luminosos o dorados o recubiertas de cera. Estas Teste se han convertido en uno de sus proyectos más emblemáticos y anticiparían el retorno a la figuración que marcó el arte italiano en la década de los ochenta.

Aunque aparentemente estas cabezas se aparten de la naturaleza abstracta de su producción inicial, al igual que sus retratos sobre papel, auténticas joyas, demuestran el compromiso de Merz con el estudio de las posibilidades de la línea. Por la consistencia de sus investigaciones recibió en 2001 el León de Oro de la Bienal de Venecia.

 

Marisa Merz: The Sky is a Great Space

Metropolitan Museum of Art

The Met Breuer, Floor 2

Del 24 de enero al 7 de mayo de 2017

 

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