Tiempos modernos: la cultura compartida en torno a 1500

El Museo Nacional de Escultura recuerda el florecimiento artístico en los inicios del Renacimiento en los reinos hispánicos

Valladolid,

La más reciente exposición en abrir sus puertas en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, “Tiempos modernos”, nos traslada al periodo cultural sin parangón que los últimos compases del siglo XV constituyeron en los reinos peninsulares: la utilización del arte como instrumento de prestigio y propaganda por parte de la monarquía, la nobleza y las figuras más relevantes del clero conllevó el aumento de los talleres de pintores, escultores, ebanistas u orfebres y también la llegada de autores extranjeros que se establecieron en los principales núcleos urbanos de entonces, donde pudieron recibir encargos, además, de gremios, cofradías y comerciantes enriquecidos.

Tras la inestabilidad del final del siglo XIV y de buena parte del XV, en esa etapa, bajo el reinado de los Reyes Católicos, los reinos hispánicos se convirtieron en centros artísticos de primer orden, creciendo además los intercambios entre reinos y señoríos y los viajes de ida y vuelta de un buen número de artistas que tomaron nuevos rumbos en esculturas en relieve o de bulto redondo, pinturas sobre tabla, textiles, orfebrería, documentos y libros atesorados en diversos países europeos, no necesariamente en los suyos de origen. En cierta medida, esos cambios los había anticipado el Liber Chronicarum que, en 1483, se imprimió en latín en Núremberg, en el que se entrelazaba la historia europea con la de la Salvación, y vino a recogerlos plenamente la Suma de Geographia que, ya en castellano, se editó en Sevilla en 1519; este último libro incidía en las nuevas comunicaciones y viajes en un mundo ahora mejor conocido.

El Colegio de San Gregorio de Valladolid, en aquel tiempo recién creado para el estudio de la teología y hoy sede del Museo Nacional de Escultura, fue testigo de aquella evolución y también escenario, medio siglo más tarde, de la llamada Controversia de Valladolid (1550-1551), un encuentro de juristas, teólogos y letrados, al que también asistió fray Bartolomé de las Casas, destinado a ofrecer principios teológicos y de derecho al proceder con los indígenas en la conquista de América.

Aquel esplendor cultural se acompañó de una expansión demográfica, económica y territorial que afianzó la monarquía hispánica, junto a sus alianzas y políticas matrimoniales; esta apertura exterior contribuyó a una internacionalización de gustos estéticos que a su vez se divulgaron en capas sociales diversas y entre minorías de diferentes confesiones, cuya influencia en el arte de aquel momento va más allá de su extensión numérica.

Willem Vrelant. Libro de Horas de Leonor de la Vega. Biblioteca Nacional de España
Willem Vrelant. Libro de Horas de Leonor de la Vega. Biblioteca Nacional de España

Hay que destacar las exportaciones de materias primas a Flandes, que facilitaría después la comercialización de los bienes artísticos allí producidos en los reinos hispánicos, donde fueron muy apreciados y, hasta cierto punto, asequibles: llegaban por rutas marítimas, traídos por mercaderes el norte, y recalaban en ferias tan importantes como la de Medina del Campo; se trataba de tallas de pequeño formato, producidas por ejemplo en Malinas; de esculturas de gran tamaño, realizadas quizá por encargo, o de lápidas confeccionadas en metal. El buen momento de esa actividad comercial en la segunda mitad del siglo XV guardó relación con el despliegue de la entonces novedosa técnica al óleo en la pintura, que permitía un elevado detallismo en la reproducción de los detalles y la producción de obras acordes a la devotio moderna, la corriente espiritual nacida al final del siglo XIV en los Países Bajos y Renania que culminaría con la reforma protestante.

La importación de piezas desde Italia, el otro gran foco artístico europeo en ese periodo, fue menor en número, pero creció paulatinamente, favorecida por la labor de mecenazgo de linajes como el de los Mendoza. El principal punto de llegada de sus novedades fue Aragón, por su entonces estrechísima relación con la política y la cultura mediterráneas, y entre ellas se encontraron pequeñas esculturas en bronce fundido a la cera perdida, de evidente influencia clásica, o cerámicas vidriadas y elegantísimos desarrollos del mármol.

Estas obras, desde su diversidad temática y material, vinieron a satisfacer diferentes necesidades públicas y domésticas: las pinturas sobre tabla muy realistas, como las de Hans Memling, se destinaron tanto a la devoción pública como a la privada, y destacaron las esculturas destinadas a contener reliquias, traídas con motivo de acontecimientos históricos y vitales para el culto durante la Edad Moderna. En cuanto a los grandes formatos, las esculturas monumentales, encargadas con temáticas concretas y llegadas de Flandes, se incorporaron a las capillas funerarias de nobles o comerciantes, al igual que los retablos, entonces excepcionales por su grado de detalle. En cuanto a las piezas textiles, vinieron a enaltecer la magnificencia de la liturgia. Los reinos hispánicos, en definitiva, fueron entonces tierra de oportunidades para artistas de origen flamenco, germano, florentino, bretón…; algunos adquirieron un reconocimiento notable, como Juan de Flandes o Bigarny, y otros son para nosotros anónimos, pero todos ellos vinieron a formar parte de una historia común.

Niculoso Pisano. Virgen con el Niño. Museo de Bellas Artes de Sevilla
Niculoso Pisano. Virgen con el Niño. Museo de Bellas Artes de Sevilla
Pedro Machuca. Descendimiento. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Pedro Machuca. Descendimiento. Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Los autores nacidos aquí también acudieron a esos otros focos culturales a abrirse camino; en el final del siglo XV y los comienzos del XVI, Italia (Roma, Florencia y Nápoles) fue su principal destino: destacaron Pedro Machuca, Bartolomé Ordoñez, Diego de Siloé y Alonso Berruguete, considerados águilas del Renacimiento español, pero allí también marcharon Yáñez de la Almedina, Vasco de la Zarza o Alonso de Covarrubias, trayendo con ellos conocimientos que a su vuelta aportarían nuevos aires a este lado del Mediterráneo.

“Tiempos modernos” cuenta con casi ochenta obras, una cuarta parte de ellas procedentes de los fondos del mismo Museo Nacional de Escultura, entre ellas algunas adquisiciones recientes que se exhiben por primera vez al público, como las esculturas de Cristo yacente, atribuido a Sebastián de Almonacid, y de San Pedro Mártir de Verona, de Gil de Siloé, así como una pintura sobre tabla de Machuca: el Descendimiento. Entre las prestadas por instituciones religiosas, hay que mencionar el Cristo Varón de Dolores, de un taller anónimo flamenco de la Catedral de Burgos, o la Virgen de la Leche, de Alejo de Vahía, conservado en la iglesia parroquial de Morales del Vino (Zamora).

Alejo de Vahía. Llanto sobre Cristo muerto. Museo Diocesano. Catedral de Valladolid
Alejo de Vahía. Llanto sobre Cristo muerto. Museo Diocesano. Catedral de Valladolid

Culmina su recorrido el imprescindible Alonso Berruguete, estrechamente ligado a Valladolid y a este centro. Muy considerado en Italia, dinamizó espléndidamente a su vuelta el arte en los reinos hispánicos, y entre sus trabajos esenciales se encuentra el coro de la Catedral de Toledo, realizado junto a Felipe Bigarny. Alcanzó una enorme finura en sus relieves en alabastro y en el tratamiento del color en su Sacrificio de Isaac.

Viene esta exhibición a recalcar, por tanto, la importancia de los intercambios culturales en este momento de la historia europea, más allá de conflictos políticos, y el rol de las Coronas de Castilla y Aragón como punto aglutinador de los nuevos caminos creativos del Renacimiento.

Talleres de Amberes. Cristo Varón de Dolores. Catedral de Burgos
Talleres de Amberes. Cristo Varón de Dolores. Catedral de Burgos

 

“Tiempos modernos”

MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA

C/ Cadenas de San Gregorio

Valladolid

Del 12 de diciembre de 2023 al 17 de marzo de 2024

 

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