La primera gran retrospectiva póstuma de Sonia Delaunay tuvo lugar en 1980, pocas semanas después de su muerte, en la Albright Knox Gallery y, quizá para desligar su figura de la sombra de su marido Robert; se centró en su pintura. No han pasado tantos años, pero poco tienen que ver con aquella muestra sus recientes antologías, las celebradas desde hace cerca de una década, que han exaltado la variedad y el carácter proteico de su producción; también sus múltiples colaboraciones con creadores de otras disciplinas, no solo las que desarrolló con su esposo.
La última gran monográfica que se ha brindado a esta creadora tuvo lugar en 2014-2015 y la compartieron el Musée d´ Art Moderne de la Ville de París y la Tate Modern; en España, la Fundación Juan March mostró su obra junto a la de Robert en 1982 pero hasta la fecha no se le había brindado a Sonia una retrospectiva.
El Thyssen abre la primera el próximo 4 de julio: se trata de una muestra que, como las demás recientes de las que hablábamos, no exhibe solo pinturas sino también moda, tejidos delicadamente elaborados en los que apenas repitió patrones, testimonios fotográficos de sus escenografías y de su decoración de interiores. Por razones de espacio, no se trata de una exposición amplia, pero sí de un significativo microcosmos que recuerda muy especialmente la estancia de Sonia Delaunay en Madrid, donde, por múltiples circunstancias propias y ajenas, su trayectoria dio giros que marcarían las obras venideras de esta artista.
Aunque apenas conservamos vestigios materiales y documentación del periodo que el matrimonio Delaunay permaneció aquí, sí contamos con el suficiente para saber que en Madrid Sonia ensayó y descubrió fórmulas en las que profundizaría después, y con éxito, en París.
La comisaria de esta antología, Marta Ruiz del Árbol, cree que la definición de creatividad del escritor estadounidense Vonnegut es más que apta para Sonia; era esta: “Saltar por un acantilado y desarrollar las alas durante la caída”. Lo dice por las varias reinvenciones a las que Delaunay tuvo que hacer frente a lo largo de su carrera, sobre todo cuando, tras la Revolución Rusa, dejó de recibir las rentas familiares que le habían permitido vivir con holgura hasta entonces.
Evoluciones al margen, dos fueron las constantes del conjunto de su producción y lo son también de esta exposición: el amor evidente por el color y el deseo de unir arte y vida, también obvio en la diversidad de sus trabajos y en el placer con que lucía sus diseños en las fotografías de ella que conservamos. Para Sonia experiencia y creación eran la misma cosa y uno de sus lemas resulta absolutamente definitorio al respecto: “Cuando el arte está dentro de ti, puede estar en todas partes”. En aquellas ideas se reafirmó en Madrid, pero ya latían en ella durante sus años primeros en Alemania (ella y Robert llegaron a pintar su ropa de cama o las frutas del mercado, desde una actitud absolutamente hedonista y vital).
El simultaneísmo desarrollado por la pareja nació en París, pero podemos considerar que fue en España donde saltó a la escena pública: colaboró con poetas como Gómez de la Serna y con empresarios teatrales; dialogó con los maestros antiguos del Prado, creó su propia marca de diseño de interiores (Casa Sonia), diseñó ropa para vestir a mujeres modernas y convertirlas en tableaux vivants y vivió un riquísimo periodo de experimentación que condicionó su desarrollo creativo posterior – hay que tener en cuenta que Sonia fue extraordinariamente prolífica y vivió 94 años-.
Para ella aquellas obras, y así lo expresó explícitamente, no eran piezas menores sino que tenían la misma relevancia que los retratos o los bodegones.
Ruiz del Árbol nos invita a adentrarnos en esta exposición sólida y lúdica como niños en la cueva de Aladino, disfrutar con placer de las tensiones cromáticas y vibraciones ópticas que desarrolló la ucraniana en todo tipo de formatos dejándose llevar por ritmos que evocaban los musicales pero también el dinamismo de la nueva vida urbana.
Aunque la retrospectiva incida en su estancia madrileña de 1917, de la que se cumple un siglo, rastrea también las primeras señales de la nueva estética colorista del simultaneísmo en su producción en torno a 1910, bajo la influencia de las artes populares rusas.
Ya entonces se hacía patente su búsqueda de un arte total y no excluyente y su voluntad de que la estética simultaneísta fuera más allá de los museos para introducirse en la vida popular. De hecho, el piso de los Delaunay fue el primer espacio de exhibición de sus diseños y Apollinaire consideró que, por su original uso de tejidos, fueron auténticos “reformadores de la manera de vestir”.
“Cuando el arte está dentro de ti, puede estar en todas partes”.
La Primera Guerra Mundial sorprendió a la pareja en Fuenterrabía de vacaciones, y decidieron instalarse en Madrid atraídos por la luz de la ciudad. El hallazgo de los tesoros del Prado y también el descubrimiento de los cantantes y bailarines de flamenco derivarían en su obra en un ligero regreso a la figuración.
Residieron durante un tiempo al norte de Portugal, invitados por amistades, pero en 1917 volvieron a Madrid, donde tuvo lugar un encuentro que muchos hubieran soñado con presenciar: el del matrimonio con Diaghilev, que daría sus frutos en forma de diseños de figurines y decorados de Sonia para el ballet de Cleopatra. También convertiría el antiguo Teatro Benavente en un innovador teatro-concert del que podemos ver imágenes en el Thyssen (la lástima es que aún no pudieran ser en color).
Es también en aquella época, cuando la artista dejó de recibir sus rentas rusas, cuando abrió igualmente Casa Sonia buscando sustituir la caspa por color: “En las casas ricas, en los palacios históricos, mando a paseo los alambicados pastelones, los tonos lúgubres, las mortuorias cursilerías”. No os perdáis su contemporáneo abanico-poema, realizado junto a Gómez de la Serna, y sus dos bocetos para vestidos-poema.
Los Delaunay regresaron a París en 1921; en Francia Casa Sonia se transformó en Boutique Simultané y sus colaboraciones de entonces las desarrolló con dadaístas y surrealistas (ejemplo de ellas es la película Le P´tit Parigot). También trabajó para los grandes almacenes holandeses Metz & Co durante más de dos décadas (algunos de los tejidos que preparó para ellos están presentes en el Thyssen) e incluso diseñó un abrigo para Gloria Swanson, igualmente en Madrid. Todo ello sin abandonar la pintura, ya plenamente abstracta en su último periodo.
“Sonia Delaunay. Arte, diseño y moda”
Paseo del Prado, 8
28014 Madrid
Del 4 de julio al 15 de octubre de 2017
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