Nacida en 1956 en la localidad suiza de Baden y residente en Basilea, Silvia Bächli ha centrado sus prácticas en el dibujo subrayando tanto sus propias condiciones materiales como sus posibilidades expresivas; emplea hojas de papel blanco de diferentes tamaños, calidades y tonos, y utiliza tinta china, carboncillo, gouache o pasteles para desarrollar fragmentos o impresiones representativos de una doble realidad: la de su propio cuerpo en movimiento, que se hace presente en cada una de sus piezas, y la de emociones o sensaciones efímeras que desea capturar.
Sus composiciones se han comparado con fotogramas de una película, con planos de cuerpos y objetos o de sus detalles, de paisajes, gestos, estructuras y procesos en los que podemos entender que se condensan narraciones sin un principio ni un final definidos; también con ensayos que proponen aproximaciones, necesariamente incompletas y parciales, a lo intangible. No son estos dibujos el único soporte del que se ha valido, pero sí el fundamental, por una razón biográfica: su padre trabajaba en una imprenta y Bächli tuvo fácil acceso a diversos tipos de papel, circunstancia que acabó siendo determinante en su trayectoria.
Manchas y trazos de gouache, realizados con pincel o pincel ancho, ofrecen en sus imágenes signos aparentemente sumarios, a veces en negro y a veces en color, aunque si hay una paleta que podamos asociar a la suiza es la de los tonos tierra, pues rara vez se ha alejado de ella. Y aunque algunas de ellas, las más tempranas, muestran figuras humanas o partes de sus cuerpos, en la mayoría de los casos se internan en el terreno de la abstracción y también de lo improvisatorio: ha declarado en exposiciones recientes que, para ella, dibujar es emprender la búsqueda del tono adecuado, de una formulación correcta, que de antemano no sé exactamente cómo será; lo describiría como mi “hacer”. Dibujar es observar, recordar, tocar, jugar, repetir, inventar, provocar, teñir, etc.
Una selección de sus últimos trabajos, en diálogo con algunos anteriores, puede verse ya en el Centro Botín de Santander en el marco de la muestra “Partitura”, que ha comisariado Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y de la colección de este espacio, y que propone una vez más interpretar sus creaciones como registro del gesto corporal y de las sensaciones internas en forma de narración (plásticamente) lineal: Las líneas narran historias. ¿Qué hacen estas líneas? ¿Dónde empieza una línea? ¿Toca otra línea? Aparecen las palabras, ¿cuáles vienen a la lengua?
Las obras que forman parte de la exhibición, y de ahí su título, se estructuran formando grupos rítmicos en razón de su montaje: se han dispuesto a diferentes alturas e intervalos y, en su acumulación, pueden dar lugar a distintos significados (narrativos, musicales); esa acumulación se vincula, además, a los procesos de trabajo de Bächli, que va dibujando en hojas que toma de una pila, una detrás de otra, para después colocarlas formando constelaciones en la pared de su taller. Una vez colgadas de ese modo, puede reorganizarlas o rechazar algunos de los papeles.
Por el arco temporal de los trabajos expuestos, “Partitura” nos permite analizar la evolución de esta autora desde sus primeras plasmaciones de cuerpos en blanco y negro o de mujeres en actitud concentrada hasta sus últimas superficies expansivas, ya en color, o sus redes en naranja quemado; no faltan en la presentación la instalación que pudo verse en el Pabellón suizo de la Bienal de Venecia en 2009, das, ni otra instalación mural que ha llevado a cabo junto a Eric Hattan, artista conceptual suizo que se ha movido sobre todo en los campos del vídeo y la performance, también en el propiamente instalativo. Los gestos sencillos y cotidianos quedan en estos proyectos elevados: la línea constante y la pincelada variable sugieren calma o movimiento, respiración o descanso; apuntan a texturas o, especialmente en este caso, se integran en potenciales melodías.
Recibe al visitante un marco de puerta coronado por campos de color, piezas de formato vertical u horizontal y de colores contundentes a los que acompañan aquellas iniciales figuras nerviosas y fragmentos datados desde los ochenta. Contemplaremos Tische (Mesas) (1983-2017), un conjunto de dibujos figurativos y abstractos que dan lugar a diversas “colecciones” sobre mesas expositoras; frente a sus posteriores instalaciones murales, marcadas por estructuras rítmicas de evocación musical, estas agrupaciones de obras comparten desarrollos formales y técnicos o temáticas de forma no lineal, por lo que será el espectador quien deba hallar en ellos secuencias, desde su experiencia perceptiva personal de lo disperso.
Una sala se dedica a sus cuadrículas; entre ellas ha llegado a Santander Rotes Zimmer (2011), serie de dibujos en acrílico y gouache en los que la artista experimentó con las muchas interpretaciones posibles de una cuadrícula básica, una de las estructuras que mayores frutos ha dado en el arte del siglo pasado. En concreto, en estos dibujos modificó la pincelada moviendo su mano de izquierda a derecha, generando rastros diferentes; además, al colgarse en el Centro Botín unos sobre otros, se han vertebrado estructuras irregulares que parecen extenderse más allá de las hojas.
En cuanto a das (eso o esto, en alemán), la mencionada instalación de Bächli para el Pabellón Suizo de la Bienal veneciana, tiene como fuente de inspiración a Inger Christensen, poeta danesa que en sus versos quiso distorsionar el lenguaje y favorecer modos alternativos de orden, como las interconexiones orgánicas de la existencia. Pudo encontrarlas Bächli en la residencia de cuatro meses que llevó a cabo en Islandia, desarrollando dibujos y fotografías que vienen a ofrecer una suerte de traslación fílmica de sus visiones del paisaje del país; contienen una naturaleza capaz de envolvernos y ajena a todo tipo de explotación o uso para beneficio humano.
Entre sus proyectos más recientes en el Centro Botín veremos Farbfeld (Campo de color) (2022-2024), un nuevo conjunto de obras en papel, de mediano formato, que empezó a realizar con gouache, por sus diversas posibilidades de consistencias, derivadas de su solubilidad, con la que crea superficies coloreadas entre opacas y transparentes. Pese a su sencillez material y técnica, estas piezas no dejan de proponer al espectador una contemplación lenta y atenta al entorno. También To have a shelf life, iniciada en 2017 y aún en proceso: se trata de aquella instalación colaborativa junto a Hattan en la que baldas de estanterías recuperadas con una línea negra horizontal dan lugar a un rompecabezas en el espacio; o Lange rote Linien (2022), dibujos con líneas de cuatro metros de longitud, pintadas de forma transversal, en los que buscó ilustrar la velocidad del movimiento y la dirección de su propia mirada, o enigmáticas esculturas en yeso coloreado semejantes a cabezas.
“Partitura” viene a sumarse a una línea expositiva de atención al dibujo que en los últimos años viene desarrollando el Centro Botín, y de la que formaron parte exposiciones dedicadas a Manolo Millares, Julie Mehretu o Juan Muñoz.
Silvia Bächli. “Partitura”
Muelle de Albareda s/n
Jardines de Pereda
Santander
Del 11 de mayo al 20 de octubre de 2024
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