Es autor de esculturas, proyectos fílmicos, instalaciones, performances y propuestas vinculadas a la escritura y el diseño gráfico, pero la mayor parte de las obras de Ryan Gander ofrecen una vertiente narrativa y se basan en la asociación de ideas: buscan conectar lo que tenemos por cotidiano y lo esotérico, lo más común y lo ignorado, cuestionando en el camino los lenguajes tanto del arte como del conocimiento y los modos en que se crean y se exhiben las piezas artísticas. Podemos considerar el conjunto de su producción como un rompecabezas, una red formada por múltiples fragmentos de historias: un conjunto de pistas que esperan, en definitiva, a ser descifradas por el espectador, que habrá de llevar a cabo sus propias asociaciones para tratar de desentrañar las complejas puestas en escena de este creador británico, nacido en 1976, que reside y trabaja entre Londres y Suffolk y, no casualmente, se formó en Arte Interactivo en la Universidad Metropolitana de Manchester.
Su primera antológica europea, que es también su primera muestra en España, abrió sus puertas hace una semana en el Museo Helga de Alvear de Cáceres y reúne sesenta trabajos que ha llevado a cabo en las últimas dos décadas; son fruto de sus preguntas, de evidente trasfondo conceptual, en torno al mundo cambiante en que vivimos -dado su ritmo, cualquier respuesta a esas cuestiones deviene obsoleta con cierta rapidez, así que para Gander es más importante la duda en sí que su resolución- y también de su fe en la imaginación como medio para trascender lo real cuando abruma: Pienso que nuestra imaginación nos puede ayudar a conseguir un estado vital superior; solo si la usamos, por supuesto… Nuestra imaginación es como un músculo que necesita ir al gimnasio con regularidad.
Las creaciones reunidas en “Gruñidos, silbidos, gemidos, ladridos y gritos”, que así se llama esta exhibición, tienen que ver con conceptos como la autoría, el valor, la casualidad y nuestra condición mortal; se estructuran en el recorrido, precisamente, en torno a hilos temáticos en los que convergen proyectos de reciente producción y otros bien conocidos.
Entre esas obras últimas podemos citar los conjuntos de carteles Una multitud de ambiciones fantasmales (Sin poder en el mercado, sin voz en el sistema) o Una multitud de ambiciones fantasmales (Piedra papel o tijera): los ha concebido para exposiciones grupales, aunque ficticias; nunca ocurrieron, pero para el artista sí debieron tener lugar. A otros personajes de ficción, y de su invención (Abbé Faria, Irwin Green, Santo Sterne, Rose Duval, Mary Aurory, Spencer Anthony, Vivi Enkyo y Aston Ernest), les ha dedicado las monografías Incluso yo he perdido el interés en mí mismo; y a otros escenarios, aleatorios y que con seguridad desconoceremos, pretende trasladarnos Gander en Una máquina para enviarte a otro lugar, por el procedimiento tan mecánico de acercarnos a una impresora térmica de recibos con sensor de movimiento. Se nos suministran las coordenadas de latitud y longitud de algún punto del planeta (sobre tierra, no oceánico), escogido por un algoritmo. Alguna otra pieza podrá el espectador llevarse, como la copia de su motivacional Carta a un joven artista, escrita a mano y arrugada, sin destinatario definido; una versión muy personal del texto de Rilke para poetas.
Uno de sus trabajos más poéticos, también en Cáceres, es el vídeo de 2016 Bailando con mis propias agencias (El espacio entre la salida y la llegada): tomó un documental que le brindó la BBC, Ryan Gander– The Art of Everything, para transformarlo incluyendo un torbellino de estrellas que constantemente giraba en torno a su cabeza, una suerte de aura que él mismo se concede. Su segunda parte es Bailando con mis propias agencias (El mundo se adaptará a ti), en la que revisó un vídeo que le encargó la misma BBC sobre la cultura visual japonesa para superponer en su propia figura nubes de polvo y suciedades, algunas vinculadas al Snoopy de Shulz.
Su colaboración con la televisión de su país ha ido, aún, más allá: a demanda de la cadena llevó a cabo el documental Me, My Selfie and I with Ryan Gander, en el que desplegaba su visión de la cultura del yo en nuestro tiempo y de la llamada economía de la atención: sobre su propio rostro incorporaba otra vez animaciones, hasta convertir su cara en una máscara que no era nunca igual cuando aparecía en pantalla; esas máscaras, por cierto, remitían a efigies abstraídas pero bien conocidas de la historia del arte.
Al paso inevitable del tiempo y a sus efectos alude la pieza Notas sobre nada – Ver como uno mismo cae: un cubo de cuyas caras se desprenden puntos controlados de forma electromagnética que parecen generar gotas en la parte inferior de la figura, deteriorándola por flancos aleatorios mientras escuchamos diversos textos que abordan justamente lo inevitable del paso de los años y del marchitamiento, también de las opciones de reconstrucción.
A un propósito en cierto modo similar responden sus sillas de diseño vencidas por la nieve; Tu nostalgia, la réplica de sus zapatillas en bronce y a la cera perdida; o los calendarios manualmente elaborados Ayer, hoy y mañana, que incluyen notas e imágenes extraídas de los cuadernos del artista. Incluso de un mosquito a punto de fenecer nos presenta una escultura animatrónica: se llama Todo es contabilizado; otra la protagoniza un ratón escondido en un agujero en la pared que recita, con la voz de la hija del artista, un discurso filosófico en torno a El Gran Dictador y, una más, un gorila hembra que, queriendo formarse, intenta aprender a contar con los dedos.
Los reflejos, el enigma de esa réplica, centran Yo soy… (Ixxxi), instalación en la que un espejo es tapado por un plástico que le impide cumplir su función, o las dos esculturas en bronce de una misma joven bailarina, que recuerda a las de Degas, que integran el conjunto Siendo todas las cosas iguales o Estoy contigo. Otra joven bailarina nos aguardará, sin embargo, sola (Irremediablemente desvinculado del pasado o Fruta fácil), junto a un pedestal vacío del que la imaginamos descendiendo.
No es atrevido afirmar que el autismo de uno de sus hijos se encuentre tras varias de las estrategias de Gander para acercarse al espectador por caminos emocionales y distintos a los habituales: a Baxter Ian Gander, que así se llama el joven, se dirigen centenares de postales que en su conjunto nos devuelven la imagen de una escultura inacabada de mármol del británico y que se mueven durante veinte segundos; esa escultura capta a su hijo en su estado natural, en un movimiento casi constante, que forma parte de la estrategia de autoestimulación stimming, que ayuda a quienes padecen este trastorno a aliviar el exceso de información cognitiva. El propio Baxter Ian, por cierto, es autor de Cómo el alma produce código (Evasión patológica de peticiones I): sobre papel pautado pegó pegatinas metálicas que generan una composición musical aleatoria que un músico podría interpretar.
Otras propuestas se abrirán al futuro, como su serie de papelitos de galletas de la fortuna ocultos en pinturas basadas en la unión de vidrios mediante cinta aislante: contienen estas obras una acción por cometer.
Es posible, en todo caso, que uno de los pensamientos más claros de Gander insertado en este juego de adivinación y deslizamisntos temporales que constituye la muestra lo ofrezca el título de la instalación que agrupa, aleatoriamente dispersos por el suelo de una sala, contornos de euro, tarjetas de crédito, documentos identificativos, tarjetas de acceso, tarjetas de embarque y fichas de control de presencia: Lo que te falta de poesía no lo puedes compensar con ambición.
Ryan Gander. “Gruñidos, silbidos, gemidos, ladridos y gritos”
C/ Pizarro, 10
Cáceres
Del 5 de diciembre de 2024 al 20 de abril de 2025
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