Ruth Morán, una cadencia en la línea

Sus series recientes se exhiben en Ángeles Baños

Badajoz,

La artista pacense Ruth Morán es autora de una producción diversa en sus técnicas (de la pintura a la cerámica, pasando por el dibujo), que tiene como nexo común el cobijar reflexiones sobre la escritura, entendida esta como suma de signos, y sobre el espacio, concebido como entorno en el que se asientan sus piezas y las relaciones que entre ellas se establecen.

Líneas, puntos y vacíos vienen, por tanto, determinando sus trabajos, en los que la atención al orden y a los ritmos compositivos se conjuga con el azar: buena parte de sus propuestas ofrecen abstracciones en blanco y negro, derivadas del empleo de temple vinílico, rotulador o de perforaciones manuales; en otras, tramas enmarañadas que evocan lo textil albergan densos estratos, geométricos o sígnicos, que parecen gravitar en un cosmos creado. Elementos del paisaje son codificados por Morán como trazos personales, de manera que ese género se funde con la exploración de sus propias inquietudes, y a menudo los fondos oscuros devienen atmósferas gracias a cuerpos lumínicos, rayas y puntos expandidos que contienen color; considera la artista que el cuadro ha de ser un microespacio de luz, un juego acumulativo, un palimpsesto. Es un trabajo sobre la luz que exige un sacrificio: extraerla, más que mostrarla.

Los motivos que incorpora a sus piezas, por más que sean abstractos, no pueden nunca interpretarse aisladamente: formas gráficas y cromáticas se vinculan entre sí, emergen y resultan contenidas al mismo tiempo, dando lugar, al unirse, a constelaciones que remiten a lo inabarcable pero que también resultan íntimas. Destacan por su sutileza sus dibujos, cuyo soporte pliega, despliega y repliega Morán, prestando atención a lo que queda en los márgenes y a las texturas; esa es la razón de que su incursión en la cerámica llegara de forma orgánica, haciendo suyos procesos de trabajo especialmente físicos en los que son posibles errores y solapamientos.

Los signos mínimos generan tensiones; la fluidez de las superficies llega al espectador, sea en barro o en papel, y se buscan la medida y la mencionada luz, allí donde puedan hallarse: imperfecciones y manchas pueden generar caminos nuevos y otros matices suscitarán diferentes experiencias.

Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños
Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños

En su nueva muestra en la Galería Ángeles Baños de Badajoz, “Dejar que pase el agua, subir al cielo”, Morán compendia inquietudes pasadas y algunos caminos nuevos: esas indagaciones en torno a espacio, percepción y luminosidad, y la concepción de sus piezas como sistemas interconectados, apuntan con mayor intensidad ahora a consideraciones en torno a nuestra posición en el mundo, individual y colectiva; con ellas tiene también que ver su recurso a diferentes escalas, micro y macro, y su apelación a lo que nos espera velado o escondido dentro de las obras y lo que somos capaces de detectar fuera de ellas.

En sus pinturas, dibujos y cerámicas en esa sala se hace referencia a lo que solo el ojo o solo la mano pueden percibir, y por tanto a lo espacial y a lo táctil; a su vez, los frutos de sus trazos remiten tanto a experiencias de la artista como a su deseo de aproximarse a lo desconocido, de ahí que sus motivos o sus líneas puedan resultarnos familiares, ligados a una memoria colectiva y quizá doméstica, pero se abran también al extrañamiento.

Las aberturas son, de hecho, muy relevantes en la producción de la extremeña, y no solo por la presencia habitual de pliegues, hendiduras, agujeros y oquedades que aluden a expansiones, a continuidades del espacio, y a la fluidez presente en el mismo título de esta muestra. Sus líneas vienen a crecer como secuencias o eslabones de una cadena viva y expresiva y, más que separar planos, los unen para generar un todo, aunque no cerrado.

Las repeticiones lineales sobre papel o tela, y en el caso de las cerámicas, las de sus gestos en el barro inciden en los ritmos manejados en ese sentido, que implican cierta sensación de que las piezas se amplían o se contraen, de que respiran formando parte de una cadencia, muy lejos de la rigidez; de esos ritmos participan los colores (los más habituales, blanco, negro, terracota, arena y dorado).

Más que por ángulos, por geometrías, estas obras parecen haber sido estructuradas conforme a energías que las ligan a la naturaleza, y, como los elementos de aquella, contempladas individualmente pueden parecernos sencillas, pero configuran conjuntos complejos, tan osados como equilibrados. En palabras de Manuel Olveira, la cuestión medular de la pintura de Ruth Morán se centra en aprehender fenómenos o estados o lugares que están en permanente transformación. Y la cuestión esencial en su producción creativa es hacerlo sin detenerlos, sin privarlos de su esencia.

Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños
Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños

 

Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños
Ruth Morán. Dejar que pase el agua, subir al cielo. Galería Ángeles Baños

 

 

Ruth Morán. “Dejar que pase el agua, subir al cielo”

GALERÍA ÁNGELES BAÑOS

Plaza de los Alféreces, 11

Badajoz

Desde el 19 de enero de 2024

 

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