En alusión a la noticia del pasado 6 de diciembre en el Diario de Noticias, que anunciaba el cierre de la Fundación Buldáin de Huarte, he de revelar que me siento enormemente apenada. Supongo que su disolución, no deja de ser sino una triste consecuencia más de una ambiciosa crisis económica que no cesa de devorar bancos, empresas y demás, sin la más mínima compasión. A este paso, acabaremos – además de sin educación y sanidad – exentos de cultura: de esos incalculables conocimientos que nos permiten desarrollar nuestro juicio crítico, de esas costumbres tan hermosas que expresan el modo en que vivimos y sentimos el mundo que nos rodea. Desprovistos de ésta ilustración, presagio un futuro tan poco incierto y halagüeño como el que le espera a la Fundación Buldain tras su cierre.
Como cebollera e historiadora del arte, veo realmente trágico que este tipo de centros, que se desviven por difundir el arte a los distintos sectores de la población, se vean obligados a suspender su actividad por falta de fondos. Y más cuando esta fundación es la sede de la obra de Patxi Buldáin, magnífico artista de renombre internacional, conocido por dejar su huella en las vanguardias del siglo XX.Anciano de edad pero joven de espíritu, este genio del arte no ha dejado de crear e innovar durante toda su vida. Pena que sea el dinero – y no precisamente el señor de la guadaña – quien haya decidido determinar la muerte de su obra.
Réquiem a la Fundación Buldain de Huarte. Andrea Martín Leache