El Kunstmuseum Basel redescubre la obra de Chaïm Soutine a través de una retrospectiva
Del 16 de marzo al 6 de julio de 2008, en el Kunstmuseum Basel
Organiza: Kunstmuseum Basel
Comisaria: Nina Zimmer
Chaïm Soutine (Smilovitchi, 1893 París, 1943) es otro de esos artistas, como Amedeo Modigliani, cuya obra está empezando a ser reivindicada por la crítica de arte internacional, tras haber sido un tanto desplazado por la historiografía tradicional que, al no poder enmarcar al creador dentro de un movimiento artístico concreto, le relegó al cajón desastre que hoy conocemos como Escuela de París.
KUNSTMUSEUM BASEL
St. Alban-Graben 16
Basilea
Por tanto, podemos afirmar que su trabajo se encuentra rodeado de un halo de misterio, por un lado, y de bastante desconocimiento, por otro; dos incertidumbres que el Kunstmuseum Basel pretende despejar a través de la retrospectiva que estos días se celebra en sus salas. Con el firme propósito de dar a conocer al gran público el papel que jugó Soutine a principios del siglo XX en el marco de desarrollo de las primeras vanguardias, esta exposición cuenta con un total de 60 piezas realizadas por el artista, pertenecientes en su gran mayoría a la Obersteg Collection -cedida de forma indefinida al museo de Basilea- además de con un buen número de obras de quienes fueron sus amigos y contemporáneos: Modigliani, Picasso, Chagall o Utrillo, entre otros. Desde su comienzo, la trayectoria artística de Soutine se convierte en una carrera de obstáculos. El primero de ellos fue superar la fuerte oposición de su familia a su carrera como pintor, quienes al ser judíos ortodoxos concebían la representación de imágenes como prácticamente una herejía. Pero la vocación de Soutine fue más fuerte que el peso de la tradición familiar y pronto se marchó a Vilna a comenzar sus estudios que, cómo no, culminaron en el París de principios de siglo: allí donde se fraguaba la vanguardia artística y la creación más puntera. Por desgracia, las contrariedades no acababan aquí, durante casi una década se vio obligado a vivir prácticamente en la pobreza, eso sí, apoyado por todos los nuevos amigos conoció en la entonces capital del arte, como Chagall, Modigliani y Lipchitz; con los que, además, compartió techo en la famosa residencia La Ruche. Su suerte cambió entrados los años veinte, cuando Barnes, un galerista norteamericano, descubre su obra conviertiéndose en su patrocinador, tras lo que se dedica plenamente a la pintura, hasta que durante la Segunda Guerra Mundial una úlcera de estómago acaba con su vida. Teniendo en cuenta esta trayectoria, algunas de las contradicciones propias de su obra parecen, a la luz de la misma, más lógicas o, quizá, menos discordantes. Por un lado, descubrimos en su trabajo el fuerte peso de la tradición que se refleja, principalmente, en los géneros que cultivó: paisaje, retratos y naturalezas muertas. Temas entre los que no encontramos el desnudo, uno de los favoritos de sus contemporáneos, pero a los que sin embargo se acercó con una modernidad indiscutible. Sus vigorosas e intensas pinceladas cargadas de materia, y de intención, desdibujan la realidad convirtiéndose en un vehículo de transmisión de emociones que nos remite a algunos de los artistas que más le influyeron, como Van Gogh o Cézanne; mientras que el retorcimiento y la estilización de sus retratos nos recuerdan irremediablemente a la obra del Greco. Su potente pincelada gestual, casi expresionista, le convirtió en un referente para creadores como Francis Bacon o Willem de Kooning; aunque por desgracia, la originalidad de una obra tan personal le apartó con el paso del tiempo del gran reconocimiento del que, sin embargo, en vida sí pudo disfrutar.
Chaïm Soutine
Portrait du sculpteur Oscar Miestchaninoff, c. 1923-24
Chaïm Soutine
La route de la colline, c. 1924
Chaïm Soutine
L’enfant au jouet, 1919-20