“Hiper-mercados” y consumismo: Arte precocinado en movimiento

Crítico por un día. Por Elizabeth Ruiz

No lo digo yo señores, lo dice el calendario y el consenso social. De lunes a viernes: laborables. El domingo es festivo y por tanto día de ocio y ¿de consumo? Quizás. El sábado, el sábado sin duda es el gran día de las transacciones e intercambios culturales o no, mercantiles o sí. Es el gran día para saciar la hambruna de ese homo homini lopus contemporáneo que llevamos dentro. No nos equivoquemos, no estoy hablando de centros comerciales y cultura de masas. Hablo de la ciudadanía, entendiendo ésta como el conjunto de ciudadanos con derechos y disposiciones a participar en su comunidad. Y esa comunidad somos todos desde la “maru” hasta la Alta cultura.

Del más exquisito a la pura necesidad, los espacios diseñan menús artísticos para todos los paladares. Y nace el listo para llevar, al servicio del consumidor cultural más voraz. Es el gran desafío presagiado por Grois. Ahora la obra necesita, ya no solo del museo y el espectador, además necesita de guías, intérpretes y talleres. Todo un entramado de actividades programadas desplegado en fundaciones que tras la careta de difusión al gran público esconden el verdadero “Yo publicidad”. El arte se vende precocinado para aquellos perezosos que visitan los museos como grandes parques de atracciones del ocio y de cultura.

Vemos por tanto como los canales de comunicación propios a toda obra visual se privatizan. Ahora la obra no comunica de forma autónoma y directa con su espectador. Si no que lo que nos llega de ella es el rumor del rumor. La palabra pintada ahora tiene voz en off.

Estrepitosa búsqueda
El artista es el genio. Hasta ahí todos de acuerdo, ¿pero y los profesionales, coleccionistas y amantes del arte? Nosotros: “los otros” somos a ellos y ellos a nosotros, al menos nos gusta pensar así. Y todos en el mismo barco. Pero nosotros “los otros” venimos del barro, somos mercado, dinamizamos mercado, promovemos mercado, difundimos mercado y por supuesto también consumimos mercado. Conocemos sus reglas y asumimos sus leyes. Amantes, profesionales y coleccionistas consumen y/o disfrutan del producto de la Alta cultura. Para nosotros el sábado también es un gran día para visitar nuestra galería, comer con un pintor, visitar una colectiva o incluso desplazarnos a otros lugares para satisfacer nuestro gusto globalizado. Para los más rezagados, comienza la difícil tarea de la exclusión. ¿Bacon o Valldossera? Quizás mejor Oliva y Jota Castro. Bien, “cuando aires y nubes” y “divertimento” están en la misma calle. La inabarcable oferta de Hiper-mercado que nosotros “los Otros” hemos creado, complica nuestra elección y nos lanza ante la encrucijada del consumismo o la ignorancia. Sobrevuela entonces el miedo a perdernos algo.

“Todos los días subes el mismo escalón”, son éstas palabras de experiencia las que ilustran mi ingenua pregunta a raíz de una agradable charla mantenida con una consagrada galerista de las cinco reinas. Nosotros, profesionales y amantes, formamos parte del sistema holístico del arte. Y por lo tanto, como nuestros creadores, nos vemos obligados a una incesante búsqueda casi estrepitosa de dudas y superaciones, conocimientos, nuevos retos y preguntas, sometidos a ese hechizo de estar vivo, al hechizo del mañana, al hechizo del mercado, al hechizo del consumo.

Espacio y reflexión: más espacios, menos tiempo
La obra me hace a mí, ya lo dicen los coleccionistas: “con la obra se convive”. Hablamos de un plus, inherente a ella, que modifica contenido y continente del espacio. La obra debe ser la que brille dicen los que saben. Por ello museos, instituciones y centros han sido siempre sitios por definición en los que uno iba como el que va a la iglesia en una praxis casi catártica, entendida aquí como reflexión. Para que ésta se produzca es ineludible un factor muy escaso en nuestros días: El tiempo. Si analizamos Espacio, este viene condicionado por el movimiento o la ausencia de él. Espacios de paso y espacios estáticos en los que permanecer. Espacios construidos por nuestro paso, o inexpugnables a él. La ecuación “+ espacios= – tiempo en ellos” es el resultado de una sociedad tiranizada por el cronos y la oferta, en donde el individuo pasa más tiempo en otros ciber lugares o espacios públicos que en el suyo propio. Obras, como la recién estrenada “Dependencias” del MCARS, son el testimonio de éste zeitgeist contemporáneo. La obra ya no es eterna, lo bidimensional queda desbancado ésta vez por un espacio creado por un carrillo de supermercado que al igual que nuestros días puede ser fugaz y diferente. Me hacen pensar en la idea de banco en una sala de un museo como un mueble caduco con algún sentido quizás en un parque o un museo etnográfico pero no en el contemporáneo.
¿Globalización o cultura general?
La parte por el todo. De nuevo más espacios y menos tiempo. Todos los artistas construyen su pasado para destruir después. Construir destruyendo. Ya lo hizo la escuela de Vallecas, Millares o Dau al set. En donde la búsqueda del primer pintor, el primitivo de las cavernas es las soluciones del último. Y propuestas expositivas actuales como Tarsila do Amaral hablan de la importancia de los origines y la cultura para abrir nuevas vías de expresión.
China en Caixa Forum y nuestra invitada en Arco: India, son pruebas fehacientes de que las polémicas heredas de siempre definen nuestra identidad al tiempo que suponen el dilema de retorno pero también de modernidad. Ante un mundo tan globalizado e hiper-mercado es difícil discernir hasta que punto parcelas importantes de nuestra cultura, creadores nacionales o referentes artísticos consagrados y emergentes, no quedan desdibujados en el espacio, ésta vez el del mercado, permaneciendo en la penumbra de un mundo sin fronteras. Y la reflexión aquí viene también después.
La ferialización de las bienales, la bienalización de la ferias y el Caso Arco
El hipermercado, la búsqueda y la alteración de los espacios tratada en epígrafes anteriores también afectan a bienales y ferias. Asistimos en nuestra era a un mestizaje de tipologías. Cada vez son más numerosas las ferias con espacios comisariados y bienales en las cuales un porcentaje de los asistentes son público con fines mercantiles, véase si no el caso de una de las últimas Documenta en donde su alto coste en producción estaba respaldado por la venta asegurada de gran parte de sus obras. Los límites se desdibujan para una expertización. Y la oferta, consciente del hipermercado, se posiciona para ofrecer un producto nuevo de calidad que atraiga a la cada vez más difícil afluencia de un público internacional que se vuelve más exigente ante la ajustada agenda. Para amantes y profesionales del arte, sobrevuela de nuevo el miedo a perderse algo, la tarea de la exclusión, y la tiranía del cronos y la oferta. Todas ellas fruto maravilloso del mercado libre que posibilita el avance, la superación y las grandes estrategias de yo, tú, él, “Los Otros”, todos: profesionales, artitas y amantes.

Sería de idiotas el correr asustados a los brazos de “Papa Estado”, la conformidad, o la incompetencia. Señores saquen lápiz y papel, ajusten sus agendas, definan sus objetivos. Arte y mercado son progreso e inventiva.

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