Prudencio Irazabal y el acontecimiento de la luz

El MUSAC leonés exhibe sus pinturas desde los noventa

León,

Desde que iniciara su formación en Sevilla y Barcelona, y en las últimas décadas en que ha residido en Nueva York, Prudencio Irazabal no ha abandonado la pintura, y articula su producción un discurso teórico sólido: ha indagado en el devenir histórico de esa disciplina, en las posibilidades y los límites de sus materiales y en las esencias de este medio, esto es, en superficies, luces, colores, texturas y, desde luego, en la percepción visual.

Su obra ofrece siempre contenido simbólico e implicaciones espirituales, pero también destaca por el placer visual que suscita, vinculado tanto a la depuración formal que identifica el lenguaje personal de este autor como a la profundización en su propia identidad, que ha llevado a cabo en relación con sus investigaciones en la historia del arte.

Desde los años ochenta comenzó a entender que es posible que la pintura sea y ocurra autónomamente respecto a su artífice, y de los análisis de soportes, materias, superficies y densidades que efectuaba nacerían a partir de aquel momento imágenes de colores planos y pigmentos oscuros que enfrentaba a su propia oxidación. Más adelante, y avanzando en una voluntad ya presente de prescindir de lo superfluo, continuó analizando las reacciones y comportamientos de los materiales en el tiempo, cuestionándose en el camino la relación del propio medio pictórico con sus soportes: fundía superficies y tonos hasta convertir aquellas prácticamente en piel en la que las capas de color se transparentaban, siendo aparentemente traspasadas por la luz.

Más adelante, hacia mediados de los noventa, sus pinturas ganaron una paradójica independencia respecto a las telas: capas gruesas de pigmento se exponían como si se tratara de pura materia y el color asomaba, estratificado, en los bordes, o bien surgía en el mismo lienzo sometido a una suerte de cortes perpendiculares. Pese a superponerse varias aplicaciones de pigmento, los planos frontales resultaban monocromos, no dejando de acentuarse las mencionadas transparencias en su materialidad.

Fue entonces cuando la delicadeza ganó la partida en el trabajo de Irazabal, presentando sus lienzos una profundidad imbricada en el grosor de la tela, sin mayores artificios, y convirtiéndose sus cuadros en ejercicios de despliegue sensorial, con dimensiones tanto materiales como intangibles. Los colores, aunque definidos, se extienden en nebulosas inaprensibles y, en ocasiones, se aprecian entre ellos manchas blancas opacas que, en medio de esa inmaterialidad evocada, acentúan la sensación de una densidad oculta tras el primer plano.

Prudencio Irazabal. Sin título 1Q0, 2007. Cortesía del artista
Prudencio Irazabal. Sin título 1Q0, 2007. Cortesía del artista

Tres decenas de obras que este autor de Puentelarra (Álava) ha llevado a cabo desde los noventa forman parte de su nueva exposición en el MUSAC, “Contradistancia”, que ha comisariado Mariano Mayer y que no tiene voluntad antológica, sino la de incidir en las variables perceptivas que puede modular nuestra atención, en relación con la temporalidad. Todas las piezas reunidas tienen en común su origen en la exploración de la luz, no surgida de un deseo de entablar con el espectador una comunicación específica, ni de establecer lecturas narrativas: interesa a Irazabal reivindicar una noción del color como sustancia generadora de experiencias desde su intangibilidad, desde la desintegración de su materialidad en las telas.

Dado que la percepción cromática responde a diferentes condicionantes, nos hace ver el artista que una contemplación activa de estos trabajos revelará lo que tienen de ilusión: resulta en ocasiones complicado vincularlos a una tonalidad que parece a punto de desaparecer; cuanto más tiempo observemos cada una de sus composiciones, más variables y complejidades apreciaremos en ellas; es decir, nuestra atención más o menos veloz o prolongada generará diferentes visiones.

Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC
Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC
Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC
Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC

Al margen de las variaciones, las creaciones de Irazabal en León tienen en común su construcción de ilusiones perceptivas, de profundidad, y el hecho de recalcar los lazos entre un interior y una superficie existentes en cada imagen, es decir, el buceo en las propiedades físicas de la pintura. Aunque no lo están, podremos tener la sensación de que estas se encuentran inacabadas, ya que se integran en una serie continua dominada por una búsqueda que también lo es y que podemos adivinar que no tendrá final. Los asuntos que el autor vasco aborda se mantienen a lo largo de las décadas, los resultados difieren.

Si tradicionalmente se define el color como luz absorbida y reflejada por un objeto (luz turbulenta, decía Goethe), él lo emplea como elemento constructivo sumando capas de materia traslúcida y resinas acrílicas, alejándose de cualquier intento de mímesis o de producción de un contenido definido para que sea el espectador quien decida cómo contemplar e interpretar sus trabajos.

En las piezas más tempranas en la exposición, las superficies lisas parecen ofrecer colores aparentemente ordenados, pero su estabilidad será cuestionable: la luz que irá emergiendo en ellos no se nos presenta conforme a un catálogo de estados, ni introduciendo segmentos temporales, sino alumbrando una tensión que no concluirá de forma definitiva.

Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC
Prudencio Irazabal. Contradistancia. MUSAC

 

 

Prudencio Irazabal. “Contradistancia”

MUSAC

Avenida de los Reyes Leoneses, 24

León

Del 8 de junio al 13 de octubre de 2024

 

Comentarios