Pintura liberada: los ochenta y el hedonismo

El Thyssen malagueño dedica una muestra a la figuración tras la transición

Málaga,

No fue una cuestión exclusivamente española: la década de los ochenta trajo de forma general una reivindicación de la práctica pictórica como medio de comunicación entre artista y público, aunque, si en el ámbito internacional, aquella reivindicación vino aparejada a la recuperación del legado expresionista en respuesta a las corrientes abstracta y conceptual entonces dominantes, los autores españoles del momento pretendieron la renovación de los géneros clásicos de esta disciplina reafirmando sobre todo la experiencia sensual que su contemplación era capaz de suscitar, desde una actitud hedonista y ajena a ideologías.

El Museo Carmen Thyssen de Málaga reúne, desde este mes de abril y hasta septiembre, una veintena de artistas representativos de aquella fase ante todo vital de la pintura, centrándose en su vertiente figurativa -en los últimos años, la menos analizada en el panorama expositivo- en la muestra “Pintura liberada. Joven figuración española de los ochenta”. Recoge una treintena de trabajos que, en su diversidad estética, comparten paletas encendidas, temáticas distantes de la crítica política, una vez asentada la democracia, deseo de expresividad y, en la mayoría de los casos, grandes formatos, que tendrían que ver con el anhelo de desplegar sin estrecheces realidades e inquietudes nuevas.

Entre esos veinte nombres encontraremos creadores ya activos en los setenta (como Gordillo, Arroyo o los esquizos madrileños Carlos Franco, Carlos Alcolea, Pérez Villalta, Chema Cobo, Manolo Quejido o Herminio Molero) y otros que se sumaron en los ochenta a un panorama pictórico plural, desde lenguajes personales (Ferrán García Sevilla, Miquel Barceló, Antón Patiño, Menchu Lamas, Patricia Gadea o Juan Ugalde). Aunque Andalucía era la región de procedencia de muchos de ellos, el Madrid de la movida será el destino de la mayoría en su afán de participar de un momento nuevo para la pintura, en el que a priori no habrían de existir más normas que las individuales, lo lúdico y frívolo podían tener cabida, y tanto el placer de pintar como el de mirar importaban más allá del trasfondo intelectual de una actividad que habría de reinar sin distanciarse tanto de sus discípulos.

Guillermo Pérez Villalta. Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock, 1979. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. © Guillermo Pérez Villalta. VEGAP, Avilés, 2022
Guillermo Pérez Villalta. Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock, 1979. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. © Guillermo Pérez Villalta, VEGAP, Málaga, 2025
Carlos Alcolea. Los borrachos, 1978-1979. Colección Museo Helga de Alvear, Cáceres © Carlos Alcolea, VEGAP, Málaga, 2025
Carlos Alcolea. Los borrachos, 1978-1979. Colección Museo Helga de Alvear, Cáceres © Carlos Alcolea, VEGAP, Málaga, 2025

Inician el recorrido de la exposición Arroyo y Gordillo, como representantes de una pintura narrativa en gestación desde la década anterior que, sobre todo en el caso del sevillano, devendría emblema de la realizada en los ochenta en cuanto colorista, onírica y marcadamente subjetiva. Tampoco puede entenderse la figuración de los ochenta sin la labor en la década previa de los mencionados esquizos de Madrid, cuya producción respondió al debate sobre la intelectualización del hecho artístico o al de la consideración de la pintura como alta cultura. Por su proyección en el tiempo destaca entre ellos Pérez Villalta, cuyas telas ofrecen una matizada luz mediterránea, una noción singular de la clasicidad y un tratamiento muy relevante de los elementos arquitectónicos (derivado de su primera formación como arquitecto), de la narración y de los recursos ópticos.

Tonalidades ricas e ironía protagonizarán las creaciones de Alcolea, artífice de espacios ilusionistas de calculada ambigüedad, mientras que Carlos Franco desarrolló un gusto particular por la deformación de sus motivos y su alegorización, y Chema Cobo profundizó en las posibilidades de los juegos perspectívicos y la distorsión. Las tonalidades brillantes, fruto de su concepción primigenia de la pintura como intuitivo gozo, serían parte del lenguaje de Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete y de otro arquitecto, Navarro Baldeweg, también presentes en esta propuesta del Thyssen malagueño.

Un rumbo propio, recientemente explorado por el Museo Reina Sofía, lo adoptaría Miguel Ángel Campano, primero desde postulados informalistas, como seguidor de José Guerrero y, tras su paso por París en los setenta, desde una figuración austera, casi severa, que compendiaba referencias clásicas de influencia francesa y las de la pintura gestual contemporánea. Alfredo Alcaín suma ironía al conjunto: a Málaga han llegado sus tributos a las naturalezas muertas de Cézanne elaborados con colores ácidos, saturados, e incluso bordados en petit-point. Aunque algún grado por debajo en su sarcasmo, el pop colorista de María Luisa Sanz sigue su senda tomando el lenguaje del cómic y el de Roy Lichtenstein como referentes -Chema Cobo y Pérez Villalta también observarían atentamente a Hockney, Hamilton o Katz-.

De “Pintura liberada” forman igualmente parte Joaquín de Molina, seguidor de las huellas del neoexpresionismo tras su paso por Alemania; Alfonso Albacete, un pintor eminentemente mediterráneo cuyo estilo brotó de la abstracción para distanciarse luego de ella; Alfonso Fraile y sus exploraciones en el subconsciente; Pepe Espaliú, quien también pasó por París antes de instalarse en Sevilla y colaborar en la revista Figura y en las actividades de la Galería La Máquina Española; y Fernández Lacomba, ligado a la galería de Juana de Aizpuru en su primera sede de la capital andaluza.

Más allá de los contextos madrileño y andaluz, en interrelación, “Pintura liberada” integra en su discurso a los mallorquines Ferrán García Sevilla y Miquel Barceló; el primero prácticamente ligaba imágenes y signos en una suerte de radicales collages; el segundo defendió una vertiente primitivista de la pintura figurativa y alcanzó su consolidación a partir de su participación en la Documenta de Kassel en 1982 y de la exposición individual que protagonizó en 1985 en el Palacio de Velázquez del Retiro. Los gallegos Antón Patiño y Menchu Lamas, entonces muy jóvenes, aunaron la voluntad expresionista y la conceptual en obras de tonalidades vivas y figuras esquemáticas; la síntesis y el mestizaje también son el sustrato de las creaciones de Patricia Gadea y Juan Ugalde.

Permite esta exposición, en suma, apreciar afinidades y distancias entre artistas que, al menos durante unos años, parecieron hacer del disfrute el gran motor de su creación.

Miquel Barceló. Mapa de carne, 1982 Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa” © Miquel Barceló, VEGAP, Málaga, 2025
Miquel Barceló. Mapa de carne, 1982. Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa” © Miquel Barceló, VEGAP, Málaga, 2025
Patricia Gadea. Viaje al Monte Negro, 1984 Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid © Patricia Gadea, VEGAP, Málaga, 2025
Patricia Gadea. Viaje al Monte Negro, 1984 Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid © Patricia Gadea, VEGAP, Málaga, 2025

 

 

“Pintura liberada. Joven figuración española de los ochenta”

MUSEO CARMEN THYSSEN

Plaza Carmen Thyssen

C/ Compañía, 10

Málaga

Del 1 de abril al 14 de septiembre de 2025

 

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