Desde finales del siglo XVI no había podido reunirse el conjunto de seis poesías que Tiziano llevó a cabo para Felipe II, entre las décadas de 1550 y 1560. Dar la posibilidad al público de contemplarlas juntas ha sido un anhelo, según reconoció ayer Miguel Falomir, de la mayor parte de los directores de museos dedicados a la pintura antigua, pero el deseo hasta ahora no había podido materializarse ante las dudas sobre la identidad de alguna de las poesías y también ante las trabas relativas a los préstamos en los estatutos de los centros que las poseen.
Solventados los impedimentos y contando con las obras cedidas por la National Gallery de Londres, las National Galleries of Scotland, el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston, la Wellington Collection y la Wallace Collection, el Prado presenta ya “Pasiones mitológicas”, una exposición que, en formatos más reducidos y limitándose a las seis poesías, ha podido verse en la capital británica y próximamente viajará a Boston. La muestra madrileña es más amplia y no se limita a las obras maestras de Tiziano; en España, por cierto, fue donde esos trabajos se compilaron por última vez.
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Bajo el comisariado del propio Falomir y de Alejandro Vergara, esta exhibición (que se acompañará, en un par de semanas, de una visita virtual) hace hincapié en las múltiples lecturas que ofrecen estas pinturas en cuanto a reinterpretación del legado de la Antigüedad o respecto a las aportaciones de los mitos clásicos en ellas reflejados en las sociedades del Renacimiento y el Barroco. Se trata de trabajos pasionales en su temática (en su mayoría se dedican a las andanzas sexuales de mortales y dioses) y de ahí el título del proyecto, pero con él también se quiere hacer hincapié en el intenso interés que han despertado entre los coleccionistas y los más sofisticados amantes de la pintura en los últimos cinco siglos, y entre los propios artistas, que las imitaron, codiciaron y alabaron desde el mismo siglo XVI, con sano afán emulador, en palabras del director del Prado. Sigmund Freud llego a decir que Diana y Calisto y Diana y Acteón eran dos de las pinturas más bellas del mundo.
En el Prado, como decíamos, estos Tizianos se han unido a algunas de las mejores obras de temática mitológica realizadas en Europa en los siglos XVI y XVII, entre ellas una Venus y Cupido pintada a partir de un dibujo de Miguel Ángel, Andrómeda y Perseo de Veronés o Paisaje durante una tormenta con Píramo y Tisbe de Poussin, además de Las hilanderas velazqueñas o Las Tres Gracias rubensianas.

Estos lienzos permiten no perder de vista los lazos que nos unen con los antiguos a nivel emocional y cultural; según Vergara, la exposición busca el acercamiento a formas de sentir y pensar aprendidas de los escritores de la Antigüedad que definieron la cultura europea de los siglos XVI y XVII. La idea de que la belleza, el deseo, el amor y el sexo están íntimamente conectados entre sí y de que estamos a su merced, como lo estamos a la de la naturaleza, forma parte de esa cultura.
Se nos ofrece, en definitiva, un recorrido difícilmente replicable por las representaciones del amor mitológico emprendidas por figuras esenciales de la pintura europea: amor, deseo y belleza están estrechamente enlazados en la mitología de griegos y romanos y también en los relatos que nos han ayudado a conocerlos: la Ilíada y la Odisea de Homero, las Metamorfosis de Ovidio, la Eneida de Virgilio…, muy leídos y valorados por los artistas renacentistas y barrocos que también se ocuparon de representar sus historias, logrando transmitir la intensidad del sentimiento que las vertebra.
Se han reunido veintinueve obras, trece de ellas procedentes de museos internacionales y las otras dieciséis pertenecientes al Prado, que también posee una de las poesías: Venus y Adonis (1554). De Londres han llegado Diana y Acteón, Dánae y Perseo y Andrómeda; de Edimburgo, Diana y Calisto y de Boston, El rapto de Europa.
La muestra se estructura en cuatro secciones; la primera de ellas dedicada a Venus y el desnudo femenino tumbado. La introducción de este último, que no era un género autónomo en el arte clásico, tuvo lugar en el propio Renacimiento a raíz, a su vez, de la irrupción de la mitología en la pintura en aquella época. En Venecia desarrollarían esta tipología artística, hacia 1550, Giorgione y Tiziano y continuarían su tradición, en el paso de los siglos, Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Manet o Picasso.
En un principio, estos modelos femeninos que por su desnudez se asociaban a ninfas o Venus se disponían en escenarios campestres y después se trasladaron a los interiores domésticos; en unos y otros casos, no disminuyó su erotismo.
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El segundo apartado, por su parte, estrecha vínculos entre Tiziano y Rubens; el primero fue referente del segundo, sobre todo desde que el flamenco visitara Madrid en 1628-1629 y estudiara el legado del veneciano en la Colección Real. La influencia del italiano y la literatura antigua serían las fuentes básicas de la pintura mitológica del autor de Siegen: escenas de naturaleza fecunda y armónica en la que criaturas míticas, ninfas y sátiros danzan sensualmente.
Los dos genios encontraron en la mitología una concepción del amor y el deseo como emociones generadoras de vida, la interpretaron en sus obras desde un enfoque lleno de naturalidad y aproximaron esos relatos al tiempo en que vivieron. Veremos unidos La bacanal de los andrios y Ofrenda a Venus de Tiziano y Danza de personajes mitológicos, El jardín del amor y Ninfas y sátiros de Rubens.

Ya la tercera sección de esta exposición se dedica explícitamente a las poesías, que el mismo Tiziano bautizó así, asimilándose como pintor a los poetas y clamando su libertad para interpretar escritos esenciales como las Metamorfosis de Ovidio, incorporando a sus textos la imaginación. Las concibió el pintor explícitamente para el deleite sensorial de quien contemplaba (y de ahí su evidente erotismo, muy lejano a cualquier intención didáctica o moralizante), pero también para el despliegue de su propio talento a la hora de transmitir emociones y teorías estéticas complejas.
Desarrolló el italiano estas obras desde un enfoque iconográfico abierto y sin pensar en que se destinasen a un espacio concreto. Es posible que tomara del conjunto de los Amori di Giove de Correggio –con el que comparte temática- la organización del conjunto en parejas de lienzos. Debemos entenderlas más como resultado de una comunión de intereses entre Felipe II y Tiziano que como fruto de la mera voluntad del pintor, que frecuentemente regaló trabajos a sus patronos, pero podemos suponer que no llevaría a cabo por su cuenta un proyecto de esta categoría. Es factible que el rey le encargará en Augsburgo una serie de pinturas mitológicas y le diera libertad para elegir los temas y su plasmación.
Son muchas las interpretaciones a las que han dado lugar estas poesías, desde múltiples puntos de vista (desde los de la filosofía hasta los del psicoanálisis o la política), pese a que las dadas en la época son lo bastante explícitas para no tener que elucubrar demasiado. El término poesías se aplicaba en el s XVI a las pinturas concebidas para el deleite de los sentidos y, utilizado por Tiziano, seguramente el vocablo tendrá un alcance mayor: según la teoría humanista de las artes, puede que le sirviera para asimilar su labor a la de los poetas y proclamar su libertad, no solo a la hora de interpretar textos, también a la de suplirlos con la imaginación cuando así lo requiriese la lógica dramática, ya que el pintor se refirió más de una vez en su correspondencia con Felipe II a la naturaleza fabulosa de las poesías, frente a la pintura de fuente histórica.
El resto de la exhibición da, justamente, fe de su influencia en siglos posteriores: en el XVII no fueron pocos los autores que buscaron interpretar, desde su personal visión, los mitos clásicos, subrayando su vigencia constante, sus infinitas posibilidades de adaptación y renovación. Si Rubens se acercó en su interpretación al mundo clásico y a Tiziano, Velázquez y Ribera (Venus y Adonis) los abordaron desde su propio lenguaje realista, Poussin (La caza de Meleagro) los dotó de elevada emotividad y Van Dyck (Cupido y Psique) de una elegancia compatible con su espectacularización.
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“Pasiones mitológicas: Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez”
c/ Ruiz de Alarcón, 23
Madrid
Del 2 de marzo al 4 de julio de 2021
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