Once pinturas donadas por Gerstenmaier cerrarán la colección de arte del siglo XIX del Museo del Prado

Se exhiben hasta 2020 en la sala 60 del edificio Villanueva

Madrid,

Miguel Falomir, Javier Solana, recientemente nombrado Presidente del Real Patronato del Museo del Prado, y Hans Rudolf Gerstenmaier han presentado esta mañana las once pinturas donadas por el coleccionista alemán que desde ahora cerrarán los fondos de pintura del siglo XIX de la pinacoteca: trabajos que, hasta el 12 de enero del próximo año, pueden contemplarse en la sala 60 de su edificio Villanueva.

Algunas de ellas datan de los inicios del siglo XX y, en este sentido hay que recordar que, si por un Real Decreto de 1995 se adscribieron al Museo Reina Sofía las obras de algunos artistas que, pese a haber nacido antes que Picasso (límite establecido para separar las colecciones de ambos centros), contribuyeron a gestar lo que entendemos por creación contemporánea, por un acuerdo firmado hace tres años entre el Prado y el MNCARS se estableció que el primero podía incorporar a sus fondos trabajos de artistas afectados por la anterior norma con el fin de favorecer el sentido histórico del último capítulo de sus colecciones.

Hans Rudolf Gerstenmaier, nacido en 1934 en Hamburgo, trabajó primero en su ciudad natal para la firma suiza Brown, Boveri & Cie, dedicada a la ingeniería eléctrica y el motor, y se trasladó a nuestro país en 1962 con el fin de entablar negocios comerciales: para la firma de camiones MAN, en un principio, y después para varias casas alemanas ligadas a la automoción. Dos años después de asentarse en España, fundó su propia empresa y la buena marcha de esta le permitió iniciar su colección de arte, en la que tuvo mucho que ver su descubrimiento del arte español.

En un inicio atesoró pintura española de los siglos XV y XVI y pintura flamenca, pero pronto comenzaría a interesarse por la decimonónica, atraído sobre todo por la luz de Sorolla y la riqueza matérica de las pinturas de Anglada-Camarasa.

Gerstenmaier se retiró en 2002 y desde entonces ha incentivado tanto su actividad coleccionista como los préstamos de sus fondos a exposiciones españolas e internacionales. Una de las más recientes fue la que, hace dos años, el mismo Prado brindó a Fortuny: Gerstenmaier prestó en aquella ocasión una acuarela de tema marroquí del artista.

Javier Barón, Jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX del Museo, ha subrayado hoy lo notable de esta donación tanto por su número de piezas como por el hecho de que la mayor parte de sus autores no se encontraban hasta ahora representados en las colecciones del Prado; solo tres sí lo estaban: Agustín Riancho, Beruete y el mencionado Sorolla.

LAS ONCE PINTURAS DONADAS POR GERSTENMAIER

Algunos ya sabéis que se busca enclave para este paisaje que Agustín Riancho pintó hacia la última década del siglo XIX, uno de los más relevantes de su carrera y donado ahora al Prado. Destaca por su gran formato, pese a que no se tiene constancia de que se exhibiera en Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, y pudo inspirarse en algún paraje cercano a su localidad natal de Entrambasmestas (Cantabria), pues la orografía de los valles del Pas y el Miera son frecuentes en sus trabajos.

Eso sí, la composición de este es más original que la del resto: esos estratos pétreos verticales son protagonistas y ya lo habían sido mientras, antes de regresar a España, pintó en Bélgica. Tampoco su énfasis en tonos ocres resultó corriente en el resto de su producción, donde además cobraba mayor importancia la presencia humana o animal.

Agustín de Riancho. Paisaje, hacia 1890-1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Agustín de Riancho. Paisaje, hacia 1890-1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

Aureliano de Beruete tuvo la peculiaridad de ser uno de los escasos pintores españoles que cultivó el tema de la alta montaña, aunque le precedieron Carlos de Haes y Martín Rico. Gerstenmaier ha donado su visión de Grindewald (1907), aldea en los Alpes suizos a la que acudió tres veranos consecutivos. Amante del excursionismo, realizó este paisaje desde un pinto de vista muy inmediato, en una sola sesión y captando la niebla efímera en las laderas, lo que da a la obra un cierto sentido temporal. El Prado no poseía ninguna de sus obras alpinas.

Aureliano de Beruete. Grindelwald, 1907. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Aureliano de Beruete. Grindelwald, 1907. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Darío de Regoyos. Alrededores de Bruselas, 1881. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Darío de Regoyos. Alrededores de Bruselas, 1881. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

De Darío de Regoyos ha donado el coleccionista alemán dos obras: Alrededores de Bruselas (1881) y El pino de Béjar (1900). La primera era inédita hasta fechas muy recientes y es una de las de mayores dimensiones entre las que el pintor llevó a cabo en Bélgica en su primera etapa allí. Presenta la arquitectura de una casa de labor vista desde el interior de su patio y, por su frontalidad y el tratamiento del espacio, nos hace pensar en maestros holandeses como Pieter de Hooch.

El pino de Béjar, por su parte, es una de las once obras que el artista realizó en ese pueblo y en Candelario (Salamanca) tras inspirarse en los paisajes burgaleses en torno a Pancorbo. Es el cuadro más vertical y estrecho de la serie, y uno de los pocos en los que no introdujo tipos bejaranos. A cada una de las partes de la composición la acompañó de un tratamiento pictórico distinto: vemos pinceladas en forma de motas en el primer término, toques cortos, casi impresionistas, en el desmonte y, en el murete, trazos en forma de líneas gruesas, siendo más amplias las pinceladas de las cumbres. Destacan los fuertes contrastes de luz, producto de su trabajo al natural.

El centro de la sala 60 lo ocupa, como decíamos hasta enero, el sorprendente retrato de Ella J. Seligmann de Sorolla, datado en 1913. Destaca por su elegancia y sobriedad: la dama, recientemente identificada, viste de negro y no lleva joyas. Esa sencillez viene reforzada por la desnudez del espacio, en el que solo encontramos un asiento de estilo gótico con respaldo de rica tracería: en él se empleó con detalle el valenciano.

También hacia 1913 pintó Zuloaga Una manola, cuya modelo viste traje de tonos coral, mantilla y peineta y se sitúa de lado frente a un paisaje muy sintético. Por su pose, casi altiva, podemos pensar que se trata de un retrato en el que el pintor vasco prestó atención al gesto y a la mirada. En época parecida y a partir de una modelo similar llevaría a cabo su Lolita del Museo de Pedraza.

Joaquín Sorolla. Ella J. Seligmann, 1913. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Joaquín Sorolla. Ella J. Seligmann, 1913. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Ignacio Zuloaga. Una manola, hacia 1913. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Ignacio Zuloaga. Una manola, hacia 1913. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

El Anglada-Camarasa donado al Prado por Gerstenmaier es Interior de un café-concert (hacia 1900), ejemplo del interés del artista por los detalles de la vida parisina nocturna a su llegada a la capital francesa en 1894. De pequeño formato, conserva en su reverso algunos de los colores empleados.

No conocemos con exactitud en qué café se inspiró, pero sí que es probable que se tratara del mismo local plasmado en, al menos, dos de sus obras: Terraza del Café Americano e Interior de un café-concert. Da protagonismo al entramado arquitectónico del lugar.

Anglada-Camarasa. Interior de un café-concert, hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Anglada-Camarasa. Interior de un café-concert, hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

De regreso a los paisajes, encontramos también entre las obras donadas Torre Solà. Montornès (hacia 1914-1921), obra realizada por Joaquín Mir tras asentarse en Mollet del Vallés. Presenta un detalle muy concreto del paisaje de la cercana localidad de Montornès, con una casa de campo que aún hoy se conserva, aunque modificada.

Como en otras obras suyas de estas fechas, Mir se sirvió de una línea del horizonte muy elevada para poder desarrollar con mayor destreza la vegetación y, en este caso, cuidar unos contrastes cromáticos que dan consistencia a las formas.

Joaquín Mir. Torre Solà. Montornès, hacia 1914-1921. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Joaquín Mir. Torre Solà. Montornès, hacia 1914-1921. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

Al gusto decimonónico por lo exótico nos traslada Eduardo Chicharro en Bayaderas indias (hacia 1924), retrato de dos mujeres dedicadas a servir en los templos del sur de la India a las deidades a los que estos estaban consagrados. No solo velaban por los edificios, también amenizaban los ritos de culto, alcanzaron gran fama como bailarinas y la literatura de viajes las convirtió casi en figuras míticas.

Eduardo Chicharro. Bayaderas indias, hacia 1924. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Eduardo Chicharro. Bayaderas indias, hacia 1924. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

La donación se cierra con dos pinturas de Juan de Echevarría: Familia gitana. Palencia y Mariquiña de Valle-Inclán, ambas fechadas en la segunda mitad de los años veinte. La primera da fe de su interés por los gitanos como pueblo entonces apartado de las convenciones sociales que mantenía costumbres propias y fue valorada por Lafuente Ferrari por su colorismo de “cierto y grato fauvismo y fina paleta”. La segunda corresponde a un retrato de la cuarta hija de su amigo Valle-Inclán, realizado desde una intimidad familiar que también sería destino de la obra. Prestó especial mimo y delicadeza a su rostro.

Juan de Echevarría. Familia gitana, Palencia, 1925. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Juan de Echevarría. Familia gitana, Palencia, 1925. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Juan de Echevarría. Mariquiña de Valle-Inclán, hacia 1928. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Juan de Echevarría. Mariquiña de Valle-Inclán, hacia 1928. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

 

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