La coctelera siniestra
Nacho Martín Silva (Madrid, 1977) es uno de esos artistas que sigo desde hace tiempo y que parece haberse nutrido de tantos registros que sus creaciones vayan a dar como resultado una poción mágica que sea capaz de unir el expresionismo con el barroco; la pintura clásica con el cine; a Bacon, Velázquez y Rembrandt con la cultura popular; la historia del arte y el cómic o simplemente los cuentos y la imaginación con la realidad.
Lo que a priori parece una mezcla inédita se consigue sublimar en las pinturas de Silva, que a veces fragmenta «Unbekanntes Bild, Nothing will be like before» –donde saca de la escena a los personajes, partidos por el suelo– y otras desfragmenta lo anteriormente narrado por partes como en «41 ways», haciendo que la mente del espectador haga un trabajo de atención focal a cada obra al tiempo que su cerebro busca alusiones, referencias, marcas y signos conocidos para él, es un curioso ejercicio de “concentración desconcentrada” de sacar los ingredientes de un cóctel o de por el contrario esforzarse en mezclar los ingredientes para entregarse al resultado final.
La obra de Nacho Martín Silva deja ver el compromiso del artista con su oficio: ha ido madurando su factura, su pincelada, su investigación… incluso se ve cómo ha ido suprimiendo todo lo que le ha ido pareciendo accesorio y ha conseguido (como pudimos ver en su última muestra en la santanderina galería Nuble y tras su paso por Arco 2014) hablar con una paleta escueta en colores y grande en matices, mostrando curiosamente todo lo necesario para entender el interior de la escena y adentrando al espectador a un mundo siniestro y bello por igual, como una narración, como un cuento, como sus alusiones claras al cine con «Dorothy from west», un juego de distorsiones claro y contundente que nos sumerge en una investigación muy interesante tanto en lo técnico como en lo conceptual.
Su obra tiene una especie de encuentro con la de grandes contemporáneos como Chema López, incansable en su búsqueda y su referencia a lo fotográfico y lo cinematográfico, a la duplicidad de la imagen y a lo fantasmagórico y ha sido recientemente y tras la visita a la muestra de éste último (Un cuento de fantasmas para adultos) en La NAU, lo que me sugirió la conexión con la pintura de Nacho, uno de los artistas que sin duda merecen buenas críticas y halagos a su trayectoria.